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No me sorprende. Se estaban demorando. Les salió cara
su doble moral y -de paso- su experimento: desvalijar al América de Cali hasta
su mínima expresión, convirtiéndolo en un equipo leproso
(nadie se atrevía a
patrocinarlo) y luego arrojarlo a las hienas para que se lo devoraran,
traería a la larga consecuencias como las que
vive el fútbol colombiano de hoy.

Hablemos claro: el descenso de «la mechita» no fue
por causas estrictamente deportivas; todo lo contrario: la desastrosa campaña
deportiva que lo volvió colero se debió a la moralina colombiana que vio en su
descenso una expiación de la culpa por la filtración del narcotráfico en la
sociedad en general y del balompié en específico
. Modus operandi expresado en
la hipocresía nacional de esconder la basura bajo el tapete: no era solamente América
quien tenía financiadores mafiosos, otros dirigentes de clubes tradicionales de
Bogotá y Medellín incluso fueron condenados por lavados de activos. Y el azul
de la capital hasta hace poco tenía confiscado, por la oficina de
estupefacientes, una tercera parte de su patrimonio.

America-descenso 4.jpg

De distintas maneras el país se vio involucrado con
los carteles de la droga:
elegimos un presidente que luego se demostraría recibió
cheques de los señores de la cocaína.
Decenas de reinas fueron coronadas y una
nómina de periodistas actuaba como áulica de los intereses de los narcotraficantes.
Decir que la economía nacional no se narcotizó es desconocer una realidad
imperante en los ochenta y primera mitad de los 90:
varias empresas conocieron la
prosperidad al ser testaferros de las suculentas ganancias ocasionales
derivadas de embarques coronados; se incrementó la oferta de empleos en ciertos
renglones del comercio y hasta el aumento de la inflación (debido a la ilusión
monetaria del exceso de dinero circulante) tiene en los dineros calientes una
explicación macroeconómica.

De ese entorno no se salvaría el fútbol: la destacada
participación de los clubes nuestros en torneos internacionales (en ese periodo
disputamos seis finales de Libertadores) y de la misma selección nacional que
regresó a un Mundial, el de Italia 90, luego de 28 años hablan con suficiencia
de una especie de «segundo Dorado» en el balompié colombiano: calificación a tres
Copas Mundo, 5 x 0 a Argentina
, equipo favorito al Mundial USA 94, título de Atlético
Nacional en Libertadores; América como 2do equipo en el ranking Fifa, buenas
performances de las selecciones juveniles en mundiales y primera migración
significativa de valores colombianos a equipos del exterior: Argentina, Italia
y Francia, principalmente.

En el campeonato colombiano esos clubes bendecidos
con arcas de la venta de alucinógenos ganaban torneos de punta a punta. Sus plantillas
eran la envidia y validaban sus salarios con títulos. Quizá el gran
interrogante, la duda nunca aclarada es como el elenco escarlata del Valle del
Cauca -con esa polenta económica- no pudo alzar el trofeo continental
. «No se
necesitaba sobornar a nadie -decía el ‘Pipa’ de Ávila- con ese equipazo ni
falta hacía». Ese mismo delantero fue el que agradeció a los hermanos Rodríguez Orejuela
su apoyo al fútbol criollo cuando la Selección obtuvo su tiquete a Francia 98.

De allá acá las cosas han ido cambiando. La sociedad
nacional tuvo que sufrir los daños de su connivencia con criminales que
mostraron sus dientes cuando se les intentó meter en cintura.
Los bombazos y el
arrodillamiento del Estado en episodios como la cárcel de la Catedral son un
botón de muestra. Lo peor del asunto es que nos quedó una cultura mafiosa
(traqueta) del menor esfuerzo y del «todo vale» que todavía campea.

Como parte del saneamiento de la culpa fue la
designación de «chivos expiatorios»: políticos, periodistas y hasta equipos de
fútbol como el América.
El establecimiento colombiano aceptó el castigo de los
gringos que persiguieron al equipo rojo de Cali. En él vieron al mismísimo
diablo de su escudo. Poco a poco la
mechita se fue apagando hasta su deceso de la A.

Hoy cuando la primera división naufraga en el tedio
de equipos sin hinchas en dónde un solo equipo gana todo. Hoy cuando la participación
internacional es mediocre, exceptuando la Selección que es alimentada por
jugadores nuestros que juegan en el extranjero
Hoy cuando los estadios asustan
de soledad, los directivos aceptan a escondidas su error y lo intentan enmendar
con un cinismo inmarcesible.

Pero el América quedó tan herido. Tan mancillado,
que ni así subirá. Ojalá me equivoque.

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