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Se habla tanto antes de un Millonarios – Nacional que a la larga cada comentario termina siendo en realidad un desahogo de los nervios y la tensión que este partido le produce al corazón. Hay ansiedad, expectativa, vacío en el estómago, ganas de que llegue ya la hora… sensaciones que seguramente Rubén Israel y su cuerpo técnico no deben estar sintiendo aún porque solo hasta mañana, cuando salte el equipo a la cancha, realmente se darán cuenta de qué estamos hablando cuando le decimos que «este es el juego que no se puede perder ni empatar»

No sé si ya lo habrá leído por ahí pero no sobra recordarle al técnico azul que este partido, en lo deportivo y en lo institucional representa el choque de dos fuerzas distintas pero legendarias. Que los verdes tal vez nunca pagaron las consecuencias, como debieron hacerlo, por  la infiltración del narcotráfico y que Millonarios por el contrario pagó y sigue pagando con creces haberse dejado permear, primero por uno de los indeseables traquetos de la década de los 80, luego por un cartel de pésimos dirigentes y ahora con la indiferencia de un dueño que tuvo el dinero para comprarlo pero no el corazón para sentirlo.

Los de Antioquia, con buena dosis de suerte, ahora tienen respaldo de un «papá rico» que le da gusto en todo, mientras que el soporte de  Millonarios  es su hinchada, con mucho menos dinero pero con suficiente dignidad, amor y sacrificio. Las diferencias son muchas!

No vale la pena volver a entrar en los detalles sobre todo lo que pasó aquel año en el que la rivalidad entre los dos se volvió una cuestión de honor (muchos relatos se pueden encontrar en internet buscando por las palabras «Hernán Silva»), pero lo que si vale decirle a Israel y a los jugadores jóvenes que no conocen la historia, es que ante Nacional se juega no solo al fútbol. Está en juego, por lo menos para Millonarios, una historia en la que todavía está, por estadísticas, encima de todos sus rivales en la Liga Colombiana. Se pone a prueba el coraje y se detecta quien tiene y quien no tiene la personalidad para vestir la camiseta azul. Es un examen en el que, sin importar la actual robusta chequera del rival, el técnico que esté sentado en el banco azul debe demostrar que es inteligente, intuitivo, que sabe parar su equipo y que sabe cómo hacer respetar deportivamente la casa y la ciudad.

Con toda la fiesta que verá en El Campín mañana, Don Rubén entenderá en su propia piel por qué no puede darse el lujo de fallar. Si gana el equipo tendrá en la tabla tres puntos valiosos,  pero una derrota le quitará a Israel los pocos que ha logrado ante la hinchada que aún espera coherencia, consistencia y contundencia en su trabajo como el técnico del equipo más grande del país.

Si algún hincha de Nacional leyó las últimas 5 palabras del párrafo anterior, no se enfurezca por favor! Su equipo hoy tiene más títulos (que no es un logro menor),  pero la importancia de una institución va más allá de tener una vitrina con copas o  ser popular (discusión para una próxima ocasión).

Paz mañana en el estadio… disfrutemos el juego !

 

Gisselle Aparicio

@gisselleapa

 

 

 

 

 

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