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Cuando Macnelly Torres anunció su decisión de quedarse en Atlético Nacional y no atender al interés del Santa fe por vincularlo a su plantilla para este torneo, salió a flote la difícil relación que sostienen el presidente César Pastrana y el director técnico del equipo, Gregorio Pérez.  Torres se convirtió en el sexto jugador que estuvo a punto de fichar por el equipo, pero que a último momento decidió decir “no gracias”.

La cosa podría no haber sido tan grave si la opinión pública no se hubiera enterado de la disparidad de criterios entre el presidente y el técnico alrededor del regreso de Luis Manuel Seijas al club. Mientras que el presidente anunciaba el inminente retorno del venezolano a la institución, Gregorio Pérez afirmaba públicamente que éste no estaba en sus planes.

Y aquí fue Troya. El idilio entre Gregorio y parte de la fanaticada albirroja se rompió de tajo. El desamor hizo de las suyas y el gran Gregorio, ese que con un puñado de valientes jugadores hizo un brillante semestre el año pasado, que lastimosamente no se pudo cerrar con el título, empezó a señalarse como un hombre no apto para dirigir al escuadrón rojo. Su don de gentes, su buen trato con los jugadores y la manera como gestionó al equipo para lograr que cada jugador de la plantilla aportara lo mejor de sí, se fue al traste. Poco se valoran ahora los buenos juegos de pretemporada ante River Plate y en la Copa Fox. Perdió valor la continuidad que se le dio al equipo a pesar de la salida de varios jugadores, incluido Omar Pérez y la ausencia de refuerzos. El equipo sigue siendo competitivo y aferrado a una idea de juego que es efectiva para el tipo de jugadores que conforman su alineación básica.

Pero dos malas presentaciones, ante Patriotas y Deportivo Táchira en Bogotá, fueron suficientes para tira todo por la borda.  Tanto el técnico como los jugadores fueron abucheados y maltratados por los hinchas que con memoria corta olvidan el proceso de este Santa fe, modelo Gregorio Pérez.

Desde esta tribuna invito a revisar lo que ha sido la exitosa historia reciente de Santa fe, para no incurrir en injusticias. Es cierto que desde la presidencia César Pastrana ha adelantado una gran gestión, entre cuyos logros podemos mencionar el saneamiento financiero del club, el fortalecimiento de las divisiones menores, con oportunidades a muchos jugadores para debutar en el equipo profesional y el buen ojo para contratar jugadores de bajo costo que han rendido de aceptable para arriba en el equipo cardenal. Paro como nada es perfecto en esta vida, su gestión también ha sido polémica en relación algunos fichajes de jugadores indisciplinados, (Quiñones, Arango y en alguna medida Wilder Medina), otros desastrosos, (Trencito Valencia, Straqualursi, Ceter), entre otros. Tampoco ha sido claro el manejo de algunas situaciones como por ejemplo la salida de Costas, de Pelusso y, sobre todo, la política de invertir lo menos posible en el equipo. Las salidas de Francisco Meza, Yerry Mina, Daniel Torres, Arias, dejaron recursos en el club que no necesariamente se invirtieron en la misma magnitud para conseguir jugadores que los reemplazaran.

Podemos afirmar entonces, que las buenas campañas cardenales se han cimentado mucho más en la construcción de buenos grupos humanos, gestionados por buenos lideres desde la dirección técnica, pero sin muchos jugadores de renombre o de nivel superlativo de juego. Quienes han descollado desde su calidad individual se han ido rápidamente del club, sin que sus reemplazos hayan sido jugadores de cartel.

De Gregorio Pérez podemos decir que no gusta su estilo de juego, que el equipo juega feo, pero es innegable que es efectivo y si no hubiéramos perdido la final con Millonarios de esa forma tan dolorosa, otro gallo cantaría. El pecado de Gregorio es haber prescindido de Omar Pérez y decir de manera franca y categórica que Seijas no está en sus planes.

No confundamos los roles de unos y otros, para no culparlos de lo que no son responsables. El presidente y la juna directiva deben hacer sus mejores esfuerzos para contratar los jugadores que requiere el técnico. Y éste debe hacer su mejor esfuerzo para poner a jugar un equipo competitivo con los jugadores que le dé el club.

Los jugadores, por supuesto, también deben poner de su parte todo el empeño y todas sus capacidades para expresar en la cancha la idea de juego que les transmita el técnico. Puede que no sea gustadora para la retina, pero si viene acompañada de triunfos, las sonrisas y los aplausos bajarán por montones desde la tribuna.

Escenas como las del jueves no deberían repetirse. Los Leones que saltaron a la cancha de El Campín, lo hicieron con la ilusión de ganar el juego, de agradar a sus parciales, de obtener otro triunfo y pasar a la siguiente ronda de la Copa Libertadores. Es su trabajo. De allí generan ingresos para sostener a sus familias, para brindarles un mejor futuro a sus hijos. No deberían ser maltratados por la hinchada, que tiene derecho a pedir un mejor juego, pero no puede culparlos porque no haya refuerzos o porque el técnico no quiera a Seijas.

Gregorio Pérez es el director técnico del equipo y su criterio es el que prima a la hora de elegir los refuerzos y a los que saltan a la cancha. Esa es su responsabilidad y la parcialidad cardenal debe pedirle resultados, si no se dan. Pero hasta ahora, desde esta Platea pensamos que el paso de Gregorio por la institución cardenal ha sido positiva.

Pastrana y Pérez deben sentarse a hablar y afinar sus visiones, necesidades y opciones reales para el club. Pero de manera discreta y a puerta cerrada. Este público desencuentro afecta el rendimiento y el ambiente alrededor de la institución cardenal.

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