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El domingo pasado, con la derrota por un gol a cero frente al Once Caldas en Manizales, el Cúcuta Deportivo selló su cuarta caída al torneo de la categoría B del fútbol colombiano. Después de una horrorosa campaña, faltando cuatro fechas para terminar el campeonato, el equipo no tiene ninguna oportunidad para mantenerse en la A.

Un popular adagio que dice que “lo que mal comienza, mal termina”  bien puede resumir la historia del equipo este año. El cuadro motilón logró una casilla para el torneo de la A, luego de ganar un esperpéntico torneo relámpago inventado por la Dimayor, que se jugó a principios del año, que tenía como finalidad llevar de la B a la A a dos de los equipos que hacen parte de los históricos del fútbol profesional colombiano, pero que perdieron la categoría y no han sido capaces de volver a recuperarla.

Gracias a un gol anotado con la mano, sobre el cual ya se ha escrito lo suficiente, el Cúcuta intentó permanecer en la A sin éxito, pese a que sus directivos intentaron armar un cuadro que al menos se hiciera fuerte jugando de local y compitiera con algunas posibilidades de no descender nuevamente.

Pero todo se fue al traste en la tarde del domingo en Manizales. El gol de Patricio Pérez  liquidó el sueño de los seguidores del Cúcuta, de los habitantes de una región muy golpeada no solo por la ausencia de un buen equipo de fútbol, sino por males mayores como el desempleo, la incertidumbre económica, la violencia, la desilusión y la desesperanza.

Y en el mismo instante en el que terminó el juego, los reporteros gráficos que empezaron  a recoger los testimonios gráficos de la tristeza, el dolor y la pesadumbre en los rostros de los integrantes del descendido equipo, se encontraron  con que Gustavo Bolívar, jugador que llegó a la institución a comienzos de este año, con el pulgar hacia arriba y sonrisa en su rostro expresó su alegría, (¿o alivio?),  por llegar “al fin de esta p… pesadilla”.

Antes de que la opinión pública y los seguidores del Cúcuta se lo “traguen vivo” por semejante afrenta y poco compromiso con la institución, intentemos ponernos por un minuto en sus zapatos para tratar de entender qué pudo estar pasando por su cabeza, alterada aun por el esfuerzo físico que estaba terminando. Es posible que su familia estuviera incómoda viviendo en Cúcuta, por razones que ya hemos mencionado relativas a la difícil situación que se vive. Sería el momento de salir de una entidad en la que el clima laboral no es el mejor. Tal vez en lo personal se abren caminos mejores.

Posiblemente Bolívar se equivocó en su gesticulación en ese momento, pero no lo crucifiquemos.  Es un profesional que se ha destacado por eso en los equipos en los que ha jugado. Recuerdo sus buenas temporadas con el Tolima, su paso por el Deportivo Cali y su convocatoria a la selección Colombia que participó en la Copa América de 2011. Y a esos equipos, incluida la selección, no llegan por lo general jugadores que no se entreguen con todo en un campo de juego. Tal vez su misma tristeza y dolor por no poder sacar adelante un proyecto lo llevó a expresarse de esa forma. Es difícil suponer que un deportista o cualquier ser humano en el desarrollo de cualquier actividad, no le gusta ganar y que, por el contrario, se alivia por perder.  A este país le falta aprender a ponerse en los zapatos del otro para entender al que piensa o siente distinto. La tolerancia y la construcción de acuerdos necesitan  más empatía con quien se tiene al frente.  Sin ir más lejos, ya los hinchas de los equipos se resignaron a ver a sus ídolos casi que pidiendo perdón a  los seguidores de los equipos rivales cuando le anotan un gol a su antiguo club, en lugar de celebrarlo desaforadamente como lo hacen ante equipos en los que no tienen pasado.

Lo que sí es cierto es que atrás quedaron las tardes de domingo en las que el “doblemente glorioso Cúcuta Deportivo”  trituraba equipos rivales,  empujado por un  sol abrasador y una temperatura media de 30 grados. Los tiempos en los que el locutor cantaba los goles motilones, luego de anunciar que “se estremece la frontera”. Del General  Santander salieron goleados en más de una ocasión los equipos de Bogotá, Cali y Medellín.

Reconstruir al Cúcuta es una prioridad para esa región. Por lo que significa para esa sociedad desde todo punto de vista. Es una divisa que a lo largo de su historia ha visto en sus filas a jugadores de la calidad de Germán “el burrito “González, Walter Sossa, Arnoldo Iguarán, Faustino Asprilla, Sergio Santín,  Cleto Castillo, Brucessi, Pignarelli y muchos más.

Por el bien del fútbol colombiano es bueno que regresen a la categoría  A equipos que como éste, son parte de la historia del fútbol profesional colombiano. Equipos representativos de plazas futboleras como el Bucaramanga, el Unión Magdalena, el Pereira, el Quindío y por supuesto el América de Cali. Pero por méritos y con proyectos bien estructurados en lo deportivo y lo financiero.

El torneo colombiano del 2016 no pasará por Cúcuta. Los aficionados locales echarán de menos las tardes en las tribunas del General Santander acompañando a los suyos. Ya no se estremece la frontera. Ojalá pronto esté de regreso la furia del motilón.

@mansusmansus

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