Richard, Richard, Richard…

Imagínese que su jefe le pregunta a las 5 de la tarde dónde está su informe, su artículo, su lo-que-sea. Y usted, olímpico, le contesta que uy jefe, que qué pena, que juntó toda la información, que hizo las llamadas, que leyó todos los documentos pero que no hizo nada. ¡Ah! Pero que, eso sí, que tranquilo jefe porque todo es mi culpa.

Así es Millonarios hoy. Unos dicen que juega bien porque llega, genera opciones y hace la tarea. Otros que muy mal porque no gana ni afuera ni adentro y termina no entregando nada.
La verdad, comienzo a identificarme con los segundos. Si juegas mal pero ganas, pues bueno, hay por lo menos tranquilidad para ir mejorando. Pero esa cuota de ansiedad que deriva en mal fútbol parece una marca azul patentada. Qué jartera.
Y es aún más jarto cuando los que no son capaces de ganarle a unos equipos tibiecitos -no me vengan a decir que este Caldas es la locura china- son tipos bien pagos, que piden premios, con una hinchada que los va a ver siempre.
Yo he visto jugar mejor y sudarla más a tipos a los que les debían varios meses de sueldo. De ahí mi jartera. Los jugadores de Millonarios sólo tienen que preocuparse de jugar bien, o cuando menos de ganar. De nada más. Y ni eso.
La prueba es que ningún medio registró hoy cosas como que los jugadores se van a parar porque no les pagan o que no quisieron entrenar. Nada. Obvio, mejor. Los titulares de un «Millonarios en crisis» van en descenso para el dolor de muchos. Sin embargo, hay que buscar qué es lo que está pasando. Y el que paga los platos rotos, con razón, es Richard Páez.
Repasemos lo que ocurrió el pasado domingo…
Primero sacó a Jonathan Estrada para meter a Ervin González. Reconozco que Jonathan no está en su mejor momento. Pero puso el balón del gol del empate, desbordó por momentos e intentó patear al arco. En cambio, Ervin puso su ya conocida cota de ‘carro loco’ y, salvo el balón que se estrelló en el palo y un centro que Pajoy conectó mal, nada mostró…
Después se va Vásquez, el que más claro lleva el balón a zona de peligro, para meter a Arrechea, el de los goles, un tipo que debe ser titular, pero que se desaparece si no le pones pelotas claras.
Pero no lo habíamos visto todo: ¡después se va Ulloque! ¡El que generaba más opciones! ¡El de los tiros libres! Y entra… ¡Elkin Blanco! ¡Un volante de marca! Volante de marca que a los dos minutos de haber ingresado regala el espacio por donde llegó el segundo gol del Caldas.
No solo los cambios fueron malos. ¿Qué me dicen de los laterales? Luis Mosquera está tan desesperado por figurar que se va, se va, se va al ataque y se olvida de defender. Bueno, es que no es defensa.
Y al otro lado… Elvis Perlaza… No digo más. Sólo digo que J.J. Montaño y Leonard Vásquez en una pierna son más que los que fueron titulares.
Pero también hay que ver lo bueno. Mención especial para Obelar, quien se esfuerza pero se queda solo y sale siempre crucificado. Para Cichero, por el gol y porque a pesar de ser lento tiene buenos cierres. Para Amaya, por silencioso, aplicado y socio de todos. A Pajoy, porque a pesar de esa soledad a la que quedó sometido, las buscó.
Y a Robayo. Él es que de verdad la siente, la sufre y por eso siempre va adelante, con toda.
A los demás… a los demás, quisiera citar a Santiago Moure y decirles: ¡que se los coma Pipper Pimienta! Pero no. ¿Qué hago? Es mi equipo y lo quiero. Sí, ya sé. ¿Pero qué hago?
Primero, no le caigo encima a Páez. Si la cosa no funciona, si no es capaz, pues ya habrá tiempo para criticarlo. Pero, por ahora, que muestre su calidad. Igual los jugadores. Como escribí hace un tiempo, el plantel no es la maravilla, pero no es el peor. Ni mucho menos. Hay con qué levantarse.
Lo primero será el ánimo, que se cae cuando hay un gol en contra.
La oportunidad, creo, será ante el Bucaramanga este miércoles. Pasar a los cuartos de la Copa Colombia será un buen golpe anímico. Hay que ir al estadio.
Y, por cuenta del aplazamiento para el 29 de septiembre de Chicó-Millonarios, viene también una semana de pausa para reflexionar y volvernos a levantar.

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