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No es el fin del mundo. El cuadrangular apenas comienza para Millonarios y las ganas están intactas. Pero el juego ante el Cali es un campanazo de alerta en varios frentes: el rendimiento físico del equipo, la falta de variantes de juego, la lectura del partido por parte del ‘profe’ Torres y el estado anímico del plantel.
Hay formas de perder un partido: con las botas puestas, con el orgullo herido y llenos de amor propio, como el domingo frente al equipo verde de Medellín. O perdidos en la cancha, peleados con el balón, bajoneados, manoteando y reclamando entre los mismos jugadores, como este miércoles ante el Deportivo Cali. 

No es el fin del mundo. El cuadrangular apenas comienza para Millonarios y las ganas están intactas. Pero el juego ante el Cali es un campanazo de alerta en varios frentes: el rendimiento físico del equipo, la falta de variantes de juego, la lectura del partido por parte del ‘profe’ Hernán Torres y el estado anímico del plantel.
Lo corto de la nómina, producto de las lesiones y el reciente partido en Medellín hizo a ver a un Millonarios predecible en lo táctico, hastiado y sin capacidad para definir en los espacios que el rival le entregó durante el primer tiempo. Las causas y los efectos: poca precisión de Wason, Mayer extrañando a Harrison, Leudo incómodo por el perfil izquierdo, Jhonny haciendo lo posible, Robayo llegando tarde y Dayro corriéndolas todas, desgastado.
Cuando a este Millonarios le ha faltado el fútbol, le ha sobrado corazón y actitud para sobreponerse a marcadores adversos. Infortunadamente, ante el Cali faltaron las dos cosas. Por eso el equipo no se pudo sobreponer al gol que recibió, producto -hay que decirlo- de una descoordinación en una zona a cargo de Lewis y Román. 
Las variantes posibles son pocas. Por esa razón y porque es cada vez más frecuente que el equipo tenga que remar contra la corriente, Torres ha optado por sacrificar marca en el medio para lograr un resultado positivo. Sin Blanco, queda en manos de Jhonny, Robayo y Ganiza -que aún no retoma su nivel- la responsabilidad se llevar el equipo al frente. Mayer a veces está, a veces no. Y cuando no, el equipo es un verdadero desorden. Eso deriva en jugar al pelotazo, en que Dayro revolotea por todas partes para cazar un balón, en que Yúber temina con la responsabilidad de llevar el equipo al frente, en que el balón no llega casi nunca al área rival…
Todas las cosas que no funcionaban o los aspectos negativos que la hinchada venía señalando en el funcionamiento de Millonarios se hicieron evidentes en el partido ante el Cali. Hora de que Harrison Otálvaro espabile, que Wason le dé paso a alguien con ganas de ponerle puntería a los disparos y que Torres entienda que sin Blanco, el equipo se desbalancea totalmente. 
Pero, por encima de todo esto, es hora de dar un timonazo en lo emocional. Medellín ya pasó. No salieron las cosas en la Copa Colombia, pero ya está. El bajón emocional es más que entendible. Sin embargo, el tema lo deben superar ya tanto el equipo como la hinchada. En las tribunas de El Campín se sintió la bronca de la hinchada: la gente se metió desde temprano con el equipo y con algunos jugadores. De pronto había cosas para decir, frustración acumulada. Pero ya está. Hay que dejar el asunto atrás. 
Quedan todavía 15 puntos en disputa. Es imperativo ganar los 6 que quedan en casa, ante Pasto y Caldas, y arañar tanto en la capital de Nariño, como en Manizales. Después del resultado ante el Cali aquí en Bogotá, me reitero en que la clasificación estará ante los verdes allá, de visitantes. Esa penúltima fecha será clave. Y habrá que ir a ganar. 
Que el tropiezo en este primer escalón hacia una nueva final sirva para replantear rápido y efectivamente lo que no está funcionando. Torres lo tiene claro y así lo expresó en la rueda de prensa tras el partido: tenemos muchas opciones, pero no la estamos metiendo; nos anotan muy fácil las pocas que nos generan; Wason no está demostrando; y la gente siempre está apoyando.
Cabeza arriba. Barajemos de nuevo y avancemos. Se viene ritmo duro: miércoles-domingo-miércoles. Está en nuestras manos. Hinchada y equipo. Vamos todos unidos. 
¡Vamos Millos!
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Sensata y responsable la actitud asumida por Millonarios Fútbol Club frente a las decisiones tomadas en Medellín como consecuencia de las agresiones sufridas no solo por el bus del equipo, agredido con esferas de acero, sino también por decenas de hinchas a los que se les impidió el ingreso sin razón alguna. 
«Iniciativas como el cierre de fronteras a los hinchas o la de no prestar el estadio para que Nacional no pueda jugar, no son la solución para los problemas de convivencia y respeto que se generan alrededor del fútbol», afirma un comunicado expedido el miércoles en la tarde. 
Entiendo perfectamente a quienes piden una respuesta más contundente. Comprendo su indignación al ver cómo algunos acuden a lo que sea para imponerse y permanecen impunes. Estoy de acuerdo en que a Millonarios, al club, le faltó hacer mención explícita a los numerosos atropellos denunciados por hinchas que viajaron a Medellín, todos ellos personas serias que no tendrían por qué inventar nada. 
Sin embargo, también creo que brutalidad no se puede responder con más brutalidad. A riesgo de exagerar, cada muerto que dejen los irracionales no se puede responder con dos muertos más.
Cerrar estadios, cerrar fronteras y discriminar por una camiseta es tan irracional e inútil como suspender partidos porque sí, sencillamente porque, como dijo alguien -haciendo gala de una gran torpeza-, «el estadio es nuestro y nosotros ponemos las reglas».

Firmeza, sí, hacerse respetar, también. Pero con cabeza fría. Y sin violencia. Esto es Millos. 
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