Nunca paró de llover. El Grenal era un demonio colorado que soñaba con tragarse a pedacitos a los visitantes. En campo, uno que ya fue campeón de América y del mundo… uno que no sale de los cinco más ricos de Latinoamérica, contra un rival que no ha podido librarse de su imagen en diminutivo: santafecito.
Pero Internacional de Porto Alegre no solo contaba con su gruesa billetera, su nómina de selección Sudamérica (argentinos, chileno, brasileros y DT uruguayo) y el peso de su historia, sino también con la plusvalía de la tradición, esa que nos negamos a reconocer; no obstante sea tan definitiva como quedó demostrado: tiro de esquina inexistente, con mano que debió marcarse a favor, que dio paso al gol de “inténtalo en la próxima”.
Sin contar las dos expulsiones que, en todo rigor, estuvieron ajustadas al reglamento, pero que difícilmente se la pitan (¡y por duplicado!) a un club brasilero o argentino, menos en una instancia como estas.
El fastidio es que aún con todo en contra y con dos hombres menos, Inter tampoco podía desnivelar la serie ante el equipo bogotano. Tuvo que llegar ese deyavú inacabable de córners, rematado por el obsequiado del árbitro, para que –encima de todo- el 2 x 0 fuese ultimado por autogol de Perlaza.
Tanta adversidad junta merecía penaltis y no ese castigo en la agonía del juego que premió de nuevo al más fuerte; más no al más corajudo. El partido fue intenso y -por varios momentos- dramático, con la dosificación justa de violencia que le hizo repetir a los periodistas de la TV el lugar común de este torneo: es un juego típico de Libertadores.
Pero el drama no es épica: esto sólo se logra con victorias, no con derrotas. Épico hubiese sido clasificar con nueve, de visitante, con lluvia, superando la marrulla gaucha y contra los erros del juez peruano.
Por fuera de la Copa. Otra vez. El consuelo: participación digna. Una placa más para la vitrina de “campeones morales” y “rivales dignos”. En esa Copa de los merecimientos no reconocidos, seguimos en la punta muy delante de Argentina y Brasil.
La de cierre: soy el primer defensor de Costas, pero ¿alguien me explica porqué sacó a Omar?
Casí, casí …
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Casí, casí…
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el inter.
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Faltaron cinco centavos para el peso.
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No fue suficiente… pero estuvieron cerca.
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Pobre equipo. 🙁
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