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Tormenta en el infierno. El prometido «Día de la bestia» al fin llegó. Ahora sí el apocalipsis es posible: ya es DT del equipo del diablo el diablo mismo. El Chiqui García es el nuevo timonel del conjunto escarlata. Que un personaje tan sospechado, tan discutido y tan repudiado aterrice con su séquito personal en las huestes americanas es la prueba viva de que la perversión existe. Que el demonio está vivo y camina entre nosotros.

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Luis Augusto García es
depositario de un sinnúmero de acusaciones que van desde el amaño de partidos,
el soborno, la amenaza y la extorsión a rivales y a sus mismos dirigidos. También
se le enrostra la última debacle financiera de Millonarios del que, para
muchos, era el amo y señor. Nunca se le probó nada. Su inocencia brilla ante la
escasez de pruebas que sustituyan los rumores.
Ni siquiera la exaltada labia de
Jorge Luis Pinto, su némesis deportiva, logró llevarlo al banquillo de
acusados. Salió indemne exhibiendo su sardónica sonrisa que nos recuerda al Pingüino,
ese villano archienemigo de Batman.

 

Su último paso por
la Selección estuvo revestido del clima «Chiqui García»: enemistad declarada con
ciertos periodistas, nepotismo en la cancha (su hijo siempre era titular) y
juego amarrete.
Su resbalón ante Venezuela en las eliminatorias a Japón y Corea
2002 y una entrevista a Maturana en El Tiempo apuraron su salida.

 

El Chiqui es una
mixtura afortunada de Vito Corleone y Oswaldo Zubeldía: no deja detalle al
azar, tiene un don para la persuasión y sabe apretar -de la forma que hay que
hacerlo- cuando la ocasión lo amerita
. Los secretos de su fórmula para negociar
y obtener el mejor rédito los aplica igual con los demás dirigentes como con
sus rivales. Es sagaz, intuitivo, capo.

 

Y ahora se aparece
en medio de la candela para salvar a un zombi. Con el tenedor gigante en sus
manos, se apresta a guiar al América por el filo de la cornisa que lo conduzca
a la tierra prometida de la que fue expulsado ya casi tres años atrás. L.A.
García ya estuvo con los rojos de Cali: con ellos fue campeón en 1997 y los
encumbró como el 2do mejor equipo del mundo en la temporada 1996-1997
. Es que
cualquier cosa se puede decir, menos que el «Chiqui» no sepa ganar: en los
negocios y en el fútbol su cosecha es notable.

 

Pocas vidas le
quedan al América. Año tras año «la mechita» explota en pailas más abajo del
quinto infierno. Sin embargo, sus directivos en una alucinación de moribundos fueron
más allá
de vender su alma al diablo y decidieron contratar al mismísimo.

 

Llegó el Chiqui y
con él América volverá a la A ¿Si no es él quien? «Más sabe el diablo por viejo
que por diablo»
dice el refrán. Eso poco le importa al Chiqui que a estas
alturas, en cuadrangulares, ya consiguió un empate imposible en el fin del
juego ante Rionegro. Comenzó su fiesta. La que más le gusta, en la que no hay
nada por perder: dónde se destrozan nervios. La profecía sigue su cuenta regresiva…  

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