Se lo oí a Juan Villoro. Parafraseaba a un poeta. Decía que en México el fútbol es como la grama de las canchas: el amarillo se alimenta del verde. Con esa metáfora quería ilustrar el cariño que desde el Mundial del 70, disputado en suelo ‘manito’, los mexicanos le tienen al balompié verde-amarelo. En palabras de este escritor: «mientras todo el Azteca apoyó a Brasil en la final de 1970, no ocurrió lo mismo con Argentina que fue chiflada y la gente se entregó a Alemania».
Pero, por lo visto en la segunda fecha del grupo A, la admiración y el cariño no significan miedo (remember la medalla de oro en Londres 2012). El equipo mesoamericano jugó una final y hasta pudo llevarse los tres puntos en el minuto 88. Partidazo. Electrizante en su remate. Picante como los chiles jalapeños. Juego con una figura sobresaliente y no fue Neymar. Tampoco Oscar ni Giovanni dos Santos.
Quien se puso la capa de El Santo y voló de esquina a esquina fue el Memo Ochoa. Superhéroe. Defendió seis pelotas con sello de gol y le puso un interrogante tamaño Maracaná a la «Canarinha» que todavía no convence. El Scrach suma los mismos puntos de México sin destapar su perfume. Ha impuesto su camiseta y está demostrando que no es infalible. En su primer test verdadero no logró ganar. La pregunta es cómo se las arreglará en una fase más definitiva contra uno de los pesos pesados que escalan en otros grupos.
¿Y el Tri? Estuvo fan-tás-ti-co. En la suya. Llegó a la Copa casi desahuciado y le falta un saltito para meterse a octavos. Los mariachis son como su técnico Miguel Herrera: apasionados, dramáticos y hasta insensatos. Sobre el epílogo, en vez de cerrar el partido negociando el empate, se lanzaron al ataque y por poco roban el fuego sagrado de Prometeo.
Termino con esto ¿Por qué Brasil canta de segundo el himno si es el local de la Copa? Ya se ve forzado el cántico desgarrado de jugadores. Artificial. La forma como los futbolistas cantaron en el protocolo de la Copa de las Confederaciones y en el primer juego de este Mundial fue auténtico; esto de hoy ya es pura creación mediática.
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Delantero frustrado que sólo resultó goleador jugando con los niños pequeños de la cuadra. Lector de sección de deportes de los periódicos y oyente de radio futbolera. Coleccionista de cuentos que tengan como protagonistas a la pelota y a quienes luchan por conquistarla. Llanero de cuna, pero feligrés del equipo rojo de Cali. Radicado en Brasil dónde vive una segunda luna de miel con el balompié: el matrimonio con el Flamengo (“O mais querido do Brasil”). Sociólogo por necesidad y Magister en antropología por vocación. Actualmente estudiando un doctorado en Rio de Janeiro; argumento que es pretexto para devorar fútbol por montones y estar en la fiesta de la Copa Mundo de Brasil 2014. Puedes seguirme en @quitiman
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