Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Aburrido. Desprovisto de interés. Un tributo al tedio.
Muchas veces me emocioné con triunfos diferentes al de mi equipo, pero este
Nacional es la mejor expresión de la burocracia del fútbol:
cero épica, gana
fácil y hace más ruido del debido con sus victorias previsibles. «El Verde» no
juega bonito, es un club sin alma que cumple su libreto de vencer sin
despeinarse
al no lograr -siquiera- posicionar un elenco base. A nadie se debe
el triunfo:
hasta el arquero, el más fijo de los jugadores, fue rotado.

 

Nacional campeón.jpg

Así, sin héroes, sin gesta, con autogol de por medio, el
título lo sentimos como esa fiesta desabrida de fin de año, de las empresas, a
las que somos obligados a asistir
; que todos sabemos cómo va a terminar y de la
que queremos huir velozmente. Y es que todo final anticipado pierde gracia y el
bostezo se prolonga cuando el personaje principal obedece el guion sin
permitirse espacio para la imaginación, el riesgo y la inventiva: a Juan Carlos
Osorio los hinchas del verde de la montaña sólo empezaron a aprobarlo en el
cuadrangular semifinal del primer semestre
. Desde allí el equipo encontró la
fórmula para ganar, pero jamás logró gustar y eso se comprueba con un ejercicio
simple: cuesta trabajo encontrar un partido, solo uno, del cual enorgullecerse.
El cuál recordar para la posteridad.

 

Se ganó, sí, pero Nacional con esa nómina tenía una
obligación adicional: jugar bonito, divertir a la tribuna. Encantar. Arrollar. No
renunciar a la oportunidad histórica de consagrarse como un conjunto inolvidable
.
De ingresar al panteón de los imborrables. Reeditando, de paso, ese mito del
team «de los puros criollos» que alcanzó su gloria en 1989, caracterizado por
el trato exquisito a la pelota dando espectáculo en las canchas de América. Al
final, los de Osorio, optaron por el camino de la eficiencia. «La eficacia es
cosa de románticos» -habrán dicho en el camerino.
  Por eso el del domingo fue un triunfo
anónimo. Sin rostro. O sí, con uno: el de la histriónica toma de apuntes del DT
en la raya. Esa escritura en su libreta fue la mayor emoción y también la más
grande afrenta al fútbol:
pura táctica. Prohibidas las libertades. Poco
juego.   

 

Ese apego a la obligación hace la diferencia entre los
grandes equipos y los que apenas ganan títulos ¿Quién, en 10 años, podrá
recitar de memoria la nómina del Nacional campeón?
Esa amnesia se explica de
una manera: la mixtura afortunada de chequera, gerencia deportiva y dirección
técnica podrán asegurar -como en este caso- éxitos deportivos, pero difícilmente
garantizarán ese incremento de la ansiedad en la antesala de la definición, esa
incertidumbre traducida en calambres del bajo vientre, ese olvido de sí a diez
minutos del final…
esa mística que brota de los triunfos agónicos, peleados,
disputados o ganados con suficiencia futbolística, sin apelar a ley del menor
esfuerzo de triunfar por la mínima cuando se puede hacer por goleada. Por eso
la desazón: levantó la copa el que se sabía, pero lo hizo con indolencia, sin
conmover ni enamorar a nadie. Real Madrid sólo hay uno.

 

Por eso esta final, cuyo único mérito es ser peor que la
del primer semestre, pronto será olvidada. No se requiere ser profeta para
advertirlo. Allá en Nacional tienen todo para volver a ser protagonistas en la
Libertadores; sin embargo para ganar por fuera hay que tener algo más que buena
nómina
. De camiseta no se obtiene la Copa. Esperemos que se haya aprendido la
lección con Sao Paulo.

 

¡Un brindis por el campeón! y al felicitarlo no puedo
reprimir un bostezo.

 

Compartir post