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Durante las seis primeras fechas, vimos a un Junior que mostraba pinceladas de buen fútbol, que en veinte o treinta minutos liquidaba los partidos (jugaba cuando quería, como decía en mi anterior columna), quizás eso nos ilusionaba un poco, muchos creíamos que de a poco Junior iba a aumentar el tiempo en el que sometía a su rival, haciendo partidos más agradables de principio a fin. Sin embargo, un gol anotado en los últimos tres encuentros (dos de ellos en casa), donde tan sólo consiguió un punto, hablan mucho del rendimiento que ha tenido en estas fechas.
Empatar en Barranquilla es lo mismo que una derrota, por eso frente a Cúcuta -uno de los coleros del campeonato-, Junior no sumó un punto, si no que perdió dos, y aunque gracias a la irregularidad de la Liga colombiana y a los partidos aplazados, el equipo currambero sigue metido entre los ocho, el tiburón debe asegurar su clasificación lo más anticipadamente posible. Para un equipo como Junior, clasificar no es una opción, es una obligación.
Lo preocupante no son sólo los últimos resultados conseguidos, si no también la forma en la que Junior ha jugado en esos partidos. En Bogotá, inquietó el arco santafereño, generó opciones de gol, pero no las concretó y en el fútbol hay que ser efectivos. Frente a Nacional en el Metropolitano, Junior jugó como los equipos chicos cuando vienen a Barranquilla: metido atrás y esperando para contragolpear, algo inaceptable en un club tan grande. Ante los cucuteños, pensé que el parón del campeonato por los partidos de eliminatorias le caería bien al equipo, pero no, el conjunto rojiblanco fue lento, sin ideas y dejó escapar más puntos en condición de local, donde usualmente es casi invencible.
Ahora bien, ¿la culpa es del técnico o de los jugadores? En mi opinión es de ambas partes. El entrenador del equipo no lee bien los partidos, modificaciones inentendibles y demasiado tarde, además de  las declaraciones en ruedas de prensa donde su asistente pareciera haber visto encuentros totalmente diferentes, son muestra clara de ello.
En cuanto a los jugadores, es claro que muchos de ellos no están en el nivel esperado. Samuel Vanegas -que empezó bien-, se ha vuelto a ver como un jugador pesado y lento, que pierde casi siempre en el uno contra uno y le toca corregir sus errores con faltas. Tressor Moreno aún no justifica su contratación. Vladimir Hernández es intermitente. Narváez, que parecía que por fin volvía al nivel que le conocimos en el 2011, volvió a decaer en su fútbol. Édison Toloza sigue demostrando que no es delantero para un equipo como Junior, la rojiblanca pesa y bastante.
Con respecto a la contratación más rimbombante del club: Michael Ortega, veo que el jugador ha mejorado notablemente en lo físico, se le ve cada vez más completo. No obstante, el rendimiento de algunos de sus compañeros, desluce al creativo de Junior. Frente a los motilones, se notaba que una vez tomaba el balón, era difícil encontrar un socio, por lo que le tocaba (más por obligación que por egoísmo), recurrir a la individualidad. Los volantes ’10’ también necesitan socios en la delantera, El ‘Pibe’ tenía a Valenciano,  al ‘Niche’ Guerrero y a Oswaldo Mackenzie, Ómar Pérez tenía a Martín Arzuaga y al ‘Piojo’ Acuña, Giovanni Hernández a Teófilo y después a Bacca, pero ¿a quién tiene Michael? 
Afortunadamente, el panorama no es tan oscuro como lo era a estas alturas el semestre pasado, aún queda medio campeonato por jugar y para que el equipo del ‘Zurdo’ mejore y vuelva a la senda del triunfo. Junior es un equipo grande y los hinchas barranquilleros no son conformaremos con algo inferior a un título en diciembre.
Muchas gracias a todos por leer.
Hasta pronto.
 
Miguel Elías Pumarejo Sánchez
En Twitter: @MiguePumarejo
Correo electrónico: migueleliaspuma@gmail.com
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