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Con el fin del tedioso enero terminó la abominable sequía de fútbol que cada año debemos soportar quienes disfrutamos del fútbol nacional y nos encontramos de nuevo expectantes ante los retos del año. Y tal vez el más importante de todos, es el de clasificar al Mundial de Rusia. Podríamos decir que para los muchachos de Pékerman comienza la última marcha, la que nos debe entregar el tiquete a la añorada cita del 2018.

Son seis juegos, tres en Barranquilla y tres a domicilio en los que debemos obtener los puntos necesarios para lograr esa clasificación. La última marcha para la selección Colombia no tiene mucho margen de error. Hoy estamos por fuera del mundial y no podemos darnos el lujo de pestañear. Acá, en esta marcha con seis estaciones Colombia se juega la ilusión de una nación entera por ver a su equipo de nuevo compitiendo con los mejores del mundo.

Colombia, este país que pasa con velocidad vertiginosa de las más grandes alegrías a las más horrendas decepciones, difícilmente expresa sus emociones con mesura. Rápidamente gradúa de héroe a sus representantes y de igual manera corta cabezas sin contemplaciones.

El próximo 23 de marzo en El Metropolitano de Barranquilla debe sumar tres puntos contra Bolivia, para no bajarse del tren mundialista. El triunfo será fundamental para encarrilar la campaña que nos espera. Y para ello, además del buen desempeño de los jugadores que convoque don José, jugarán un papel importante el público, la prensa, los patrocinadores y todos aquellos que están embarcados en este asunto.

Quiero recordar acá que la muy exitosa participación colombiana en el mundial de Brasil, con Pékerman como líder, es el único proyecto nacional que en los últimos años logró juntar a su alrededor a todos los habitantes de este país. La selección Colombia que clasificó al Mundial de Brasil y luego deslumbró a los aficionados en el campeonato de 2014, nos llenó de orgullo por haber nacido en esta tierra.

Ni hablar de lo que significó para las nuevas generaciones. Los niños de hoy, creen y confían en sus jugadores, que son ídolos no solamente en el país sino más allá de las fronteras. Para ellos, Neymar, Pogba, Iniesta, Messi, James, Falcao, Cuadrado y compañía están al mismo nivel. En su imaginario, son tan valiosos los unos como los otros valiosos y susceptibles de ser cambiados mano a mano. Ese sentimiento de orgullo nacional, es un elemento fundamental a la hora de construir sociedades con más vínculos, con más proyectos comunes, sin tantas fracturas.

La continuidad del técnico argentino y su colaboradores en su momento también fue un asunto de máximo interés en el país, pues todos estuvimos pendientes de que le dieran finalmente el sí a Colombia; siempre se vio esto como un elemento clave para emprender de nuevo el reto de clasificar al mundial. Pese a todo, los resultados obtenidos hasta ahora no han sido satisfactorios. Un equipo renovándose por la salida de jugadores cuya edad no les da para jugar el Mundial, algunos de los jugadores claves con problemas en sus clubes, bajo rendimiento en otros y hasta decisiones administrativas como la pérdida de los puntos que obtuvo en la cancha Bolivia ante Chile y Perú, complicaron el panorama del equipo nacional.

Pero para esta última marcha del equipo tricolor, aparecen en el horizonte noticias alentadoras: el gran momento goleador de Falcao, las buenas presentaciones de Cuadrado, el buen nivel de Muriel Mina, Murillo y la regularidad de los jugadores que forman parte del Nacional, son razones para pensar que es posible lograr lo soñado. Preocupa eso sí, que aún no sabemos cuál es nivel real de James, sufre un bajón Bacca, y por no tener ritmo, pues no son titulares, desconocemos como está Ospina, pieza fundamental del equipo, y otros como Cardona, Marlos, Santiago Arias, jugadores que cuando han venido a la selección han aportado goles, entrega y experiencia.

Esperemos que Pékerman acierte en la convocatoria, que los jugadores lleguen en buen momento y que con el aliento del público obtengamos esos tres puntos el próximo 23 de marzo. El estadio Metropolitano debe ser de nuevo esa caldera rugiente en la que se han cocinado en el pasado los rivales que nos han visitado. Sin tibiezas, sin escepticismo. Esta última marcha nos debe conducir a ese destino soñado: Rusia 2018.

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