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Se veía venir. El rumor crecía a medida que corrían los días. Para algunos era una luz de esperanza y para otros, en cambio, una señal de la crisis y el retroceso. Y finalmente el viernes, una vez Pékerman dio a conocer la lista de elegidos para los juegos de la eliminatoria contra Chile y Argentina, el país conoció oficialmente la convocatoria de Falcao.

Los comentarios a favor y en contra no se hicieron esperar. Lo que hace solo un puñado de meses era una decisión esperada y compartida por todo el país, hoy es otro elemento de fractura y división.

Los que están por el No a su convocatoria, aducen que ya su tiempo pasó. Que viene sin ritmo por las continuas y prolongadas lesiones que convirtieron al Tigre en una tenue expresión de ese tremendo goleador que rompió todas las redes de los encopetados rivales que enfrentó con el River Plate, el Porto, el Atlético de Madrid.

Por el contrario, quienes están por el Sí a su convocatoria, minimizan la mala racha que vivió el ariete colombiano una vez marchó al Mónaco, decisión de la que se derivaron, entre otras cosas, la lesión que lo dejó por fuera del mundial de 2014 y su lánguido paso por el Manchester United y el Chelsea, ambos en Inglaterra.

Pero sucede con frecuencia que los goleadores de raza, como lo es el samario, muchas veces regresan recargados y por su rendimiento reciente, ese parece ser el caso que nos ocupa. En los últimos juegos con el Mónaco, Falcao se ha reportado en las redes, anotando valiosos goles para su equipo, que justificaron su llamado a la selección.

¿Pero será solamente por tales goles que Falcao se hizo merecedor a la convocatoria, por encima de otros jugadores que semana a semana anotan en ligas y equipos iguales o más importantes que el Mónaco?

Desde esta Platea celebramos la convocatoria de Falcao. Su ascendencia dentro del equipo radica no solamente en su aporte goleador, sino que también entrega cosas muy importantes al grupo gracias a su experiencia como jugador de élite. Radamel ha vivido en su carrera muchos momentos difíciles que sorteó gracias a su madurez o a la de los grupos de jugadores con los que compartió en los equipos en los que jugó.

Cuentan que en el famoso “Maracanazo” de 1950, en aquella final de la Copa Mundo que se jugó en Brasil y en las que se daba como favorito al local, fue determinante en el resultado final la actitud del uruguayo Obdulio Varela. Una vez los anfitriones abrieron el marcador, mientras el público rugía frenético de dicha y sus cánticos bajaban por las graderías del Maracaná apabullando emocionalmente a los charrúas, Varela tomó el balón en sus manos, se dirigió al árbitro para pedirle algunas explicaciones sobre la jugada, que recibió con paciencia. Luego , lentamente  se fue caminando hacia el centro del campo para reiniciar el juego, ganando así valiosos segundos para sus compañeros que, ante la actitud de su líder, lograron estabilizarse emocionalmente para continuar el partido sin que hiciera mella en ellos el gol en contra del favorito equipo local.

El final de la historia es conocida: Uruguay volteó el marcador, ganó el título mundial e infringió a Brasil, que se sentía ganador, una de las derrotas más dolorosas de su historia futbolística.

Las presentaciones de la selección Colombia en esta eliminatoria han mostrado, entre otras cosas, que el equipo no ha contado con un líder que se crezca en los momentos difíciles y tenga la capacidad de reorientar el esfuerzo de sus compañeros cuando los partidos se enredan. Ni James, Ospina o Sánchez han podido demostrar que tienen esa ascendencia sobre el grupo que sí demostraron Yepes y Mondragón en el Mundial o Falcao en la eliminatoria anterior.

Las grandes batallas futbolísticas se ganan desde la preparación de los juegos: en los entrenamientos, en los momentos de descanso, en el viaje al estadio en el bus, horas antes del partido, cuando se entra en contacto con la afición rival. Allí los más experimentados pueden ayudar a los más jóvenes con sus consejos, relatando anécdotas sobre situaciones similares, con sentido del humor y con esa desfachatez que pueden mostrar ante las dificultades quienes ya las vivieron y las sortearon con éxito o no, pues de las derrotas también se aprende.

Ni hablar de la seguridad que puede transmitir un referente de esa trayectoria al grupo de jóvenes que entran al campo de juego silbados por 50.000 almas rivales, como muy seguramente pasará el día que enfrentemos a la Argentina.

Que importante es esa paz que baja las pulsaciones y la adrenalina cuando no son posibles las palabras debido al bullicio del público y el líder mira a sus compañeros a los ojos en medio del fragor de la batalla, para alentarlos ante una buena acción o para brindarles confianza y seguridad, pese a que se puedan estar cometiendo errores.

Nada más reconfortante para quienes entran a un campo de juego que contar con la tranquilidad que les transmite un compañero líder, solidario y referente, que antes del pitazo inicial, mira a los suyos y con los puños cerrados grita a todo pulmón, ¡“vamos Colombia, este juego lo ganamos”!

Falcao tiene todo a su favor para jugar ese rol.

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