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Un equipo sin alma, sin alegría, que juega en cámara lenta un fútbol pobre en el que unas pocas individualidades no alcanzan a salvar un colectivo frío e impotente. Un equipo que ofende a su hinchada y sus colores. Ese es el Millonarios de hoy.

Y, lamentablemente, ese seguirá siendo durante el presente torneo. Cada quién anda en su cuento. Páez, cada fecha más angustiado y presionado, pone a jugar lo mejor que tiene y hace los cambios de siempre. Mientras tanto, Mosquera, Ramírez, Ortíz, Ochoa y Vásquez siguen nadando en un mar de imprecisiones.

Por su parte, Ithurralde, Cosme, Berrío, Urbano y Blanco siguen mostrando un muy bajo nivel. Delante suyo, Candelo no logra posesionarse de su rol de líder ni en lo anímico ni en lo futbolístico.

Opacado por las carencias del equipo, el trabajo de Franco, Osorio Botello y Ramos no alcanza para sacar los partidos adelante.

A eso se suma que Páez ha comenzado a ‘vender’ ante la tribuna a los jugadores que cometen errores, sacándolos del campo. Otro factor más que rompe al equipo por dentro. 

El tiempo se agota para Páez. Podrá ser injusto, pero un técnico vive de los resultados y del trabajo que hacen en la cancha sus jugadores, los mismos a los que él dio su visto bueno a comienzo de este año.

Jorge Fossati, Juan Carlos Osorio y Hugo Tocalli (descartado) son algunos de los nombres que se han mencionado.

Personalmente aguardo por un repunte milagroso, una inyección anímica que levante a este grupo, pero no veo por dónde pueda venir. El tema religioso, que hace cerca de un año aplaudí por ser un elemento de unión de grupo, parece hoy más bien una imposición algo molesta para algunos jugadores.

La espiritualidad es clave, es sana, sin duda, pero, con todo respeto, el niño Jesús no cabecea para rechazar los balones ofensivos del rival. Eso hay que trabajarlo durante la semana.

La semana pinta difícil. Nada me molestaría más que fuera por una derrota ante Junior que terminara por estallar la crisis en el equipo.

De verdad que duele ver cómo cada domingo Millonarios es el plato favorito de tanto buitre que adora despotricar y celebrar los malos ratos del equipo.

Además, personalmente me duele que por cuenta de la angustia de hacer goles sobre la hora o de estar a menudo por debajo en el marcador, uno como hincha no pueda celebrar cada gol como se lo merece, como siempre. ¿No les pasa?

Eso, sin embargo, no opaca la buena actuación de Humberto Osorio Botello, un tipo honrado, que se suda el sueldo que gana. Paradójicamente, los últimos cuatro goles que ha anotado le han dejado al equipo solamente un punto.

Solo una cosa más: estoy cada vez más seguro de que jugadores como Robin Ramírez, Joselito Vaca y Felix Micolta, que la rompen en Tolima, Pasto y Cali, respectivamente, y quienes estuvieron en la carpeta azul, no están por encima de los fantásticos topes que se inventaron los directivos del equipo.

¿Por qué no están? Ni idea. Imagino, eso sí, que Leonardo Castro, Orlando Berrío y Ezequiel Britez siguen cobrando puntuales sus, respectivamente, quince, trece y ocho millones de pesos mensuales.

De Millos siempre y más orgulloso que nunca de estos colores, un saludo albiazul.

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