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Una ronda de penales siempre será angustiante. Los nervios, las cosquillas en el estómago, el sudor en las manos desde la tribuna o frente al televisor… pues bien, a mí la noche del miércoles todo eso se me convirtió en una mezcla de vergüenza e indignación.

Tres penaltis desperdiciados -horriblemente mal pateados-, contra dos desperdiciados por el Bucaramanga y uno muy bien atajado por Luis Delgado (de lo poco rescatable de Millonarios en el partido) constituyeron el epílogo de una vergonzosa clasificación a cuartos de final de la Copa Colombia.
Ya me imagino a los hinchas más críticos o a los de otros equipos comentando que parte de los jugadores que vistieron la camiseta de Millonarios el miércoles parecían estar jugando en un equipo de la B. Estoy muy de acuerdo. Pero aún así, pasar angustias ante un equipo como el Bucarmanga no es algo que le quepa en la cabeza a nadie.
Que sí, que son once contra once -bueno, contra diez, porque Cichero, el internacional y experimentado Cichero no le pudo perdonar a Herrera una falta contra Elvis Perlaza y se hizo echar-, que ellos también juegan, que Millonarios jugó mal. Sí, pero no. No lo acepto es uno de la A contra otro de la B, e indigna pasar una angustia como la del miércoles, con el fastidiosísimo «movete Millos, movete», a bordo.
No pude ir al estadio por cuestiones de trabajo. Pero no me costó mucho trabajo advertir por la televisión que en el Campín la gente terminó alterada y nerviosa.
Vi una hinchada angustiada porque no va y sea nos haga un gol el ‘café’ Mendoza -nueve partidos y ni un gol con Millonarios hace casi dos años-, o porque ojo que el ‘cabezón’ Rodríguez se fue por la banda y va a mandar un centro.
También vi un equipo al que su defensa lo pone nervioso. El ‘ringo’ Amaya, que podría aportar más hacia adelante, evita salir porque prefiere resguardar la línea de atrás, cada vez más floja con los papelones que hacen Elvis Perlaza y Luis Mosquera.
Súmenle a eso que José Mera, rendidor pero lento, no dio abasto para cubrir los espacios que dejaba Perlaza y los balones a los que no llegaba un lento y desconocido Cichero.
Y adelante hay líos también. Pajoy ya está entrando en la desesperación y Jonathan se desconecta ratos largos.
Las perspectivas no son alentadoras. Y el técnico parece no estar entendiendo que los jugadores que pone no están conectados o se dejan desconectar muy fácil.

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La convocatoria de Rafael Robayo a la Selección Colombia es un justo premio a su desempeño y entrega siempre en la cancha. En cinco minutos lo ves de defensa, volante de marca, de creación o delantero. Que la convocatoria le sirva para mostrarse internacionalmente. Y por qué no, para entrenar un poco los cobros desde el punto penal…

 

¡Sus comerntarios, como siempre, son bienvenidos!

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