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Humberto Osorio Botello y diez más, cada uno más displicente y despreocupado. Eso es, dolorosamente, Millonarios hoy.

¡No celebran ni los goles! ¿Qué puede pensar uno de unos futbolistas que no son capaces ni de celebrar los goles que anota el equipo en que juegan?

 

Por estos días, ni Franco u Ortíz se salvan. Tampoco un Candelo que parece que anda más preocupado por regresarse pronto a Perú que por el equipo con el que tiene contrato. Ni siquiera Ramos, a quien le llegó un bajón en el peor de los momentos.

 

Mucho menos Páez. Obvio, él pone en la cancha lo que tiene disponible, y eso es lo que hay. También es cierto que no es él quien pierde balones inexplicables (Blanco), juega con displicencia (Candelo, Ramírez) o apenas se empina para rechazar balones aéreos (Franco, Henríquez).

 

Pero es el DT quien en últimas responde por el equipo. Él avaló las contrataciones. Él hace los cambios, la mayoría perversos, como dejar el domingo al equipo sin quien les llevara la pelota a los delanteros. Él es también quien los trabaja durante la semana en -supondría uno-, juego aéreo, quitarle la pelotita al rival, centrar… ya saben, jugar al fútbol. Y, bueno, es también él quien reza con ellos…

 

Sobre este último punto… Creo que el asunto de la religión, que sirvió al principio como elemento de cohesión del grupo, terminó por convertirse en una excusa fácil para evadir las falencias futbolísticas. Qué feo ver a deportistas esconderse en su muy respetable fe para tapar sus fallos terrenales.

 

Solo Osorio Botello se salva. Llegó igual de cuestionado que el resto de contrataciones (no refuerzos) que trajo el estelar Javier Álvarez. Y ha demostrado ser un señor jugador. En serio. No solo por los goles. Basta ver las ganas que mete y la buena técnica que tiene.

 

¿Y el hincha? Bueno…. El hincha siempre acompaña. Con la camiseta y la fe maltrecha pero siempre presente. Es el hincha el que debe soportar ese espectáculo doloroso que nos brinda este grupo de jugadores, solo alegrado por los goles de Osorio. Ellos se van mañana a cualquier lado y no les va a importar dejar el nombre de Millonarios maltrecho.

 

A la dirigencia no parece importarle mucho. Lo que está pasando es, en buena medida, consecuencia de su gran idea de los topes salariales que, lejos de permitir la llegada de pocos pero buenos jugadores, plagó a Millonarios de futbolistas mediocres. Leonardo Castro, Orlando Berrío, Matías Urbano, Harrison Otálvaro, Ignacio Ithurralde, Ezequiel Brítez…

 

Pero el problema no es solo la política de topes. Ojo. A eso se suma una pésima gerencia deportiva. Si Páez debe irse, delante suyo debe también salir el señor Javier Álvarez.

 

Una prueba adicional de que la dirigencia anda en otro cuento es que Juan Carlos Osorio, el técnico que mejor se ajustaba al proceso que Millonarios debe afrontar de cara al segundo semestre (con Copa Suramericana a bordo), ya firmó con otro equipo. 

 

Pasto, Patriotas y Envigado son -cito a varios jugadores- las tres finales que faltan. Millonarios. Por tratarse de rivales directos, en teoría bastarían 7 puntos para lograr la entrada a los cuadrangulares.

 

¿Se podrá? Ojalá que sí. Que así sea. Pero habrá que cambiar muchas cosas en lo anímico y lo mental para lograrlo.

 

De verdad que duele ver a varios jugadores que nos han dado felicidad en este último tiempo convertidos en versiones grises de lo que han sido en lo futbolístico.

 

Pero duele más ver lo que están haciendo con Millonarios. Solo al hincha le duele.

 

Un caluroso saludo albiazul, muchachos.

 

***

 

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