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«Si salimos de esta, es la consagración para mí y para los jugadores. Y para eso necesitamos que el jugador se banque puteadas, gritos y aliento los noventa minutos»  Ricardo Caruso Lombardi – Director técnico Argentino

América volvió al Francisco Rivera Escobar de Palmira después de 6 años, cuando el equipo que dirigía Álvaro Aponte en aquel entonces, se quedó ad portas de una clasificación a Cuadrangulares tras perder 3 a 2 con el Tolima en la última fecha del Apertura de 2011.

Claro está que el ambiente, el rival, y hasta el mismo resultado fueron distintos. En dicha tarde de mayo, América oficiaba de local, ayer lo hizo como “Visitante”, (y lo pongo entre comillas porque casi la totalidad de los asistentes al encuentro eran Escarlatas). El adversario también era diferente; de ese Tolima, ferro, luchador, con un gran portero como Ánthony Silva que estuvo siempre metido en las primeras posiciones del campeonato, se cambió por el endeble, dócil y poco estructurado Orsomarso, el nuevo inquilino de la B que, por esas paradojas de la vida, tiene la sangre de la familia Sangiovanni en sus orígenes, sí, de los mismos Sangiovannis que hoy presiden al Rojo, en cabeza de Oreste.

El ambiente distaba mucho del último enfrentamiento que sostuvo La Mecha en su último juego en la “Señorial”. En esa ocasión, sólo unos pocos pudieron observar el partido desde las afueras del estadio, debido a que se jugó a puertas cerradas, mientras que en la noche anterior, casi 8 mil hinchas Americanos colmaron las graderías del Rivera, no sé si por necedad, terquedad, masoquismo, o simplemente porque la camiseta Roja mueve más la intención que cualquier dolor en el alma después de 5 años en la B.

Y el resultado ni se diga, totalmente distante. 3 a 2 en el enfrentamiento contra el “Pijao” para perder toda posibilidad de meterse en los 8 clasificados, dejar la localía en Palmira y volver al Pascual aun estando en Primera; ayer, de visita, en segunda división, y con el torneo recién comenzando, se vapuleó 5 a 1 a ese Orsomarso que no pudo plantarle cara a la embestida que ayer los dirigidos por Alberto Suarez salieron a buscar con enjundia, con deseo de victoria, y con pinceladas de fútbol, de esas que la platea extrañaba y que supieron salir de los pies de David Ferreira y Aníbal Hernández.

Pero en algo se unen esos dos partidos, en los dos, simplemente, había que ganar. En 2011 no se logró, y las consecuencias se pagaron en diciembre del mismo año, ya saben de qué manera, el 1 de marzo de 2016, también se debía triunfar, y se triunfó como se esperaba, jugando bien, arroyando a un rival que por momentos quiso mostrar algo, pero en el conjunto de los 90 minutos lució endeble y falto de identidad futbolística.

No es momento para sacar carros de bomberos, ni de decir que éste América es el del Médico Gabriel Ochoa, ni que tenemos un pie y el juanete del otro en la A, simplemente, y a pesar de todo el morbo que suscitó enfrentar al equipo con el nombre de un pequeño poblado al sur de Italia, del cual los Sangiovanni emigraron rumbo al Valle del Cauca, había que ganarlo, porque si bien el rótulo o la historia del rival no son tan grandes como los de otras épocas, los 3 puntos siguen valiendo igual, y hoy, esos tres puntos, con todo y lo que se reniega, lo que se discute, e incluso lo que se insulta a costa de cada juego del cuadro Escarlata, lo tienen en la parte alta del Torneo Águila 2016.

Cualquier sugerencia, queja, o lo que quieran manifestarme, pueden hacerla a través de mi cuenta de Twitter @ElTurcoPuertas, un abrazo a todos, y nos leemos en una próxima oportunidad en este “Rincón del Turco”, que estén muy bien.

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