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Daba entusiasmo verlas. Ganaron, pasaron a octavos de final y por pasajes jugaron bonito. Su participación, en la Copa Mundo de Canadá 2015, debe verse como parte de un proceso de casi 10 años que ha llevado a que los equipos nacionales femeninos clasifiquen a prácticamente todos los torneos disponibles (mundiales, panamericanos, olímpicos) y se ubiquen en Sudamérica apenas detrás de Brasil ¿Cómo entender el fútbol femenino en Colombia? A continuación, sugiero unas rutas:
1. Ya es hora de reconocerlo: el fútbol practicado por mujeres (se sugiere llamarlo así porque el fútbol es uno sólo y decir “femenino” en vez de “practicado por mujeres” connota carga política subalternizada) va camino de ser universal y ya es global. El que haya torneos del tamaño del que se está realizando en Canadá es más que elocuente.

Declaradas la revelación del torneo, pero su consistente actuación no es producto de la casualidad

Declaradas la revelación del torneo, pero su consistente actuación no es producto de la casualidad

2. Esa globalidad se alimenta de (y a su vez contribuye) su progresiva práctica social: las escenas de mujeres jugando entre ellas y con hombres; así como la oferta de escuelas, clubes y campeonatos femeninos de fútbol van en aumento, lo que nos hace pensar que dentro de poco serán consideradas como “normales”.
3. Eso no significa que el prejuicio y el estigma hayan desaparecido: aún se ven estereotipos, generalizaciones, visiones reduccionistas, machistas, homofóbicas y discriminatorias para las niñas, adolescentes y jóvenes que se atreven a practicar –más allá de lo recreativo- el fútbol; luego el camino andado no ha sido fácil y sus frutos se han cosechado a pesar del establecimiento patriarcal dominante.
4. El éxito relativo de la selección nacional de mujeres se ha erigido en ese contexto paradojal: de estigma social en la base, en el plano aficionado y de admiración incompleta en la cúspide del alto rendimiento; todavía el equipo femenino no es tomado en serio ni por el gran público que consume fútbol y se entrega fervorosamente a la selección masculina, ni por la Federación que tiene tratos asimétricos entre las dos selecciones, ni por el Estado, en cabeza del presidente, que no las despide como hizo con la de Pékerman, ni por la prensa especializada que apenas si las presenta y cuando lo hace tiñe de excesivo folclor sus actuaciones.
5. Ese folclor se expresa en motes como el de “Súper-poderosas” que infantiliza y lleva al plano de la caricatura de dibujos animados sus actuaciones. Quizá ese tratamiento se relacione con los extremos lingüísticos, cargados de sexismo, que los colombianos empleamos al referirnos a las mujeres. Aquí o las llamamos “niñas” (o chicas) o “viejas”, nunca mujeres.
6. De esa manera, el campo en construcción del fútbol de mujeres en Colombia, debe comprenderse dentro de las tensiones de género del país. También, debe entenderse dentro del contexto internacional que tiene sociedades que lo han abrazado (en el que las mujeres lo han conseguido) hasta el nivel de su popularización expresada, en casi todos los casos, en la supremacía deportiva de naciones que no brillan igual en el fútbol masculino como Japón, China, Noruega, Suecia y Estados Unidos.
7. Eso sin desconocer que otros países como Alemania, Holanda y Brasil han logrado tener equipos competitivos sin distingo de género. El caso más notable de esa continuidad en la calidad es el de la brasilera Marta Vieira da Silva, goleadora histórica de los mundiales y la más elegida como mejor del mundo. Situación que todavía no logra que se consiga, en el mercado de prendas deportivas, una camiseta verdeamarela con el nombre de “Marta” en las espaldas como se lamentaba con razón una amiga carioca.
8. Ese ambiente internacional ha propiciado que varias de nuestras mejores jugadoras lo sean por su fogueo en el exterior, gracias a las becas que universidades –sobre todo estadounidenses- les siguen brindando por sus capacidades. Ese escenario es positivo siempre y cuando tenga un complemento local/nacional: que a la creciente oferta social se sume la posibilidad de la competencia regular que supere los pocos torneos –de escasos presupuestos e incentivos- que hoy día existen.
9. Pensar la opción de un torneo de pretensión nacional, que busque la profesionalización a mediano plazo del fútbol practicado por mujeres, es una idea que ha sido ventilada y que ya merece una materialización. Ese mérito está más que ganado por ellas. Cualquier excusa es pretexto machista que no reconoce la fuerza en ascenso de esa expresión social y -si hiciera falta- ahí están los triunfos de estas mujeres que, visto en perspectiva histórica, han logrado más y en menos tiempo, que las selecciones masculinas.
10. El número de Yoreli nos invita a ver y apreciar el fútbol de mujeres en clave femenina, sin comparaciones masculinas que establecen jerarquías y reproducen subordinaciones. No como una concesión, sino como un fruto que ha implicado además del talento, el tesón y el orgullo de ser mujer, mujer futbolista.

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