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Será difícil no recordarlo. Acabó la fiesta en la patria del
fútbol con un sabor agridulce para los sudamericanos: Ecuador no apareció, Chile
ilusionó, Colombia sorprendió, Uruguay decepcionó y Brasil avergonzó. Argentina
logró más de lo que esperaba y casi consigue reeditar el sueño que ya disfrutó
en 1986. Cayó la albiceleste con su escollo más repetido: el equipo de los
panzer que suman su cuarta eliminación a «los gauchos» y contabilizan dos
finales exitosas ante los compatriotas de Gardel.
Alemania hizo un Mundial casi
perfecto: despachó al «coco» del balompié ¡en su propia casa! y después se ganó
la hinchada que le agradecía «desenmascarar la farsa de la CBF (Confederación
Brasilera de Fútbol)» y le encomendó la misión de derrotar a los archirrivales
de la región: los argentinos. Increíble pero cierto: los «brazucas» prefirieron
apoyar a sus verdugos inmediatos, que resignarse a ver celebrar a los
albicelestes en el legendario Maracaná. Es tanta la rivalidad entre «macacos» y
«catimberos» (rótulos que se dedican unos y otros) que los cánticos y las
respuestas de las hinchadas, ilustradas en las portadas de periódicos, fueron
el deleite de este remate de Mundial. El trofeo entregado por Dilma Rouseff al
capitán Philip Lahm contiene un bono adicional: el prestigio de vencer en
tierra del Penta y romper de esa manera el hechizo que impedía a europeos
levantar coronas en suelo americano. Con ese triunfo los bávaros empatan a los
de la bota itálica y se ubica a una estrella del Scratch contribuyendo al aumento
de la diferencia entre las regiones que se disputan la supremacía en torneos
Fifa: el viejo continente y América del sur.         

 

Canarinho.jpg

 Cumbia villera vs el Funk carioca

La prensa de Buenos Aires hizo eco de las arengas entonadas por
los «forofos» argentinos por los estadios donde pasaron: «Decíme que se sie7e»
tituló el Diario Deportivo OLE al día siguiente del 1 x 7 de Alemania sobre
Brasil. Eso, sumado al estribillo reformado de la visita del Papa Francisco el
año pasado (en el encuentro mundial de juventudes) a Rio de Janeiro maximizó la
rivalidad entre los locales y sus vecinos rioplatenses. El cántico cargado con
veneno porteño era este: «Brasil decime que se siente, tener en casa a tu papá/
Maradona gambeteó, Caniggia vacunó/ Maradona es más grande que Pelé». Esa
suerte de himno burlón se podía oír por todos lados: su ritmo contagioso y la
oportunidad de hacer bromas de los que nunca pierden fue el combustible de su
éxito. Obviamente los anfitriones lucían irritados y rogaron para que Holanda
dejase, en semifinales, por fuera al equipo de Sabella. Cientos de estrofas de
Funk (una melodía popular de fuerte tono sexista) se compusieron respondiendo
los dardos de los representados por Messi, pero Argentina avanzó a la final y
por ello toda la imaginería popular, el mal de ojo del candomblé se centraron
en hinchar en  contra de quienes ellos llaman
«los hermanos». Con el gol de Goetze y el título para los teutones, los
brasileros recompusieron y compartieron por las redes sociales, la letra del
ritmo argentino que quedó así: «Argentina, decíme que se siente, siete copas
sin ganar/ Te juro que aunque pasen los años, nunca nos vamos a olvidar/ Müller
gambeteó, Gotze vacunó/ Están llorando hoy hasta nunca más/ Maradona nunca fue
más grande que Pelé…». En resumen, el fútbol da para todo: hasta para el
ingenio popular.   

 

FUNK gaucho.jpg

 

Buenos
Aires queda en Rio de Janeiro

Fue impresionante: los carros rodantes inundaron el paisaje.
Las autoridades locales tuvieron que autorizar que el sambódromo y las bahías
de estacionamiento de Flamengo, Botafogo, Ipanema y Leblón (sectores de playas)
fueran centros provisionales de alojamiento. Miles de carpas se izaron en esos
barrios que fungieron como campamentos de los cerca de 100 mil argentinos que
llegaron a los dos partidos finales de su selección. La cercanía geográfica
(dos días por carretera y tres horas por avión) fueron factores decisivos para
la tomada gaucha de la capital carioca. El alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo
Paes, dispuso de facilidades sanitarias y redobló el número de efectivos
policiales (valiéndose de apoyo del ejército) para acompañar los contingentes
de turistas albicelestes que inundaron las playas y las inmediaciones del
Maracaná. Según la página de la Fifa, 4.000 gauchos y 2.000 alemanes compraron
boletas para el partido final, pero la reventa fue tal que cerca de 30.000
argentinos y 7.000 bávaros hicieron presencia en el máximo recinto del fútbol
mundial. Los del cono sur fueron locales y opacaron la hinchada germana. Sólo
los brasileros hicieron frente en rugido a la pasión, hecha canto, de las
gargantas rioplatenses. Ese fue el otro partido, la otra final que se vivió en
calles, playas y graderías. No sólo de goles vive el balompié, también de la
expresión de las pasiones.  

 

Haciendo política con el
fútbol  

La presidenta Dilma Rouseff (confesa hincha del Cruzeiro),
aprendió la lección de la Copa de las Confederaciones de 2013: no dio discurso
inaugural de la Copa «Brasil 2014» para no ser abucheada. Sin embargo, no pudo
contener la tentación de entregar el cetro al equipo campeón en la Clausura del
pasado domingo: eso le ocasionó rechiflas de la tribuna. Definitivamente la
eliminación de Brasil -de forma humillante- afectó el balance que la mandataria
quiso hacer de la Copa: ella siempre estuvo cerca del presidente de la CBF
(José María Marín) y del DT Scolari, por lo que las personas asocian el fiasco
y fracaso deportivo de la Selección con la gestión de la jefe del ejecutivo. En
carta dirigida al grupo de jugadores, ella resalta la labor del equipo; su
entrega y valentía. Al hacer publica esa misiva, ella intenta desmarcarse del
vínculo con la directiva y los futbolistas amarelos. Todo de cara a las
elecciones presidenciales de octubre, donde los resultados del Mundial podrán
jugar un papel determinante en la decisin de los electores. La gran paradoja
de toda esta movida es que el Mundial (y los Juegos Olímpicos de RIO en 2016)
fueron apuestas políticas de Lula da Silva (predecesor de Dilma) y del Partido
de los Trabajadores (PT) que ahora no sacan tanto pecho de su realización por
el costo político que ello puede generar.

 

Dilma.jpg

 

BRICS en campo de
juego

Son las economías emergentes más potentes. Ellas constituyen
las bolsas financieras que amenazan la supremacía de las grandes potencias
(Estados Unidos, Alemania, Japón, Inglaterra). Son el grupo de países
agremiados bajo la sigla BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica cuyos
mandatarios llegaron a la final del Mundial aprovechando para hacer una cumbre
en suelo brasilero. Como dato significativo está la presencia de tres jefes de
Estado de un trio de sedes mundialistas (Sudáfrica en 2010, Brasil en 2014 y
Rusia que lo hará en 2018). También es de anotar que otro de los integrantes de
la alianza, China, ya hizo un megaevento deportivo (los Olímpicos en 2008) y
por tal razón se aprovecha esta cita para compartir experiencias y tecnologías
entre los equipos técnicos de uno y otro país, de cara a los justas olímpicas
de Rio de Janeiro en 2016. De hecho, el comité organizador de la Copa Mundo
Fifa que recién se acaba, hace una especie de empalme con sus similares rusos a
quienes les entregan del programa ejecutivo, logístico y organizativo de
«Brasil 2014». Esa transición de información es presidida por los mandatarios
Dilma Rouseff y su par europeo Vladimir Putin.

 

La reconquista alemana  

Regresan los europeos a las américas. Lo hacen sobre la
cabalgadura del deporte y en este caso del fútbol: por fin un equipo oriundo
del viejo continente se impone en tierras del nuevo mundo. Regresa la avanzada
alemana que no sólo reinventa su fútbol, sino que cambia también su estilo: ahora
lucen simpáticos, amables y sin ese corazón frio que los etiquetó durante
cuatro siglos. Los germanos le deben al balompié mucho: a través de él lograron
mudar la imagen negativa que Occidente (y el planeta en general) tenía de ellos
por causas de las dos guerras mundiales, como consecuencia del nazismo y el
genocidio judío en la infamia de los campos de concentración. Desde la época
del descubrimiento y la conquista nunca antes hubo tantos alemanes juntos en
suelo sudamericano: la pelota logró ese milagro y ellos consiguieron que la
prensa local, la brasilera, resaltara sus detalles amistosos y que el pueblo
«brazuca» aplaudiera sus actuaciones: la delegación bávara construyó su propia
sede en Santo André, se integró con la comunidad indígena allí asentada y hasta
hizo una donación de 30.000 euros para los moradores de esa villa. Esos gestos,
sumado a la ya tradicional planeación y disciplina de la cultura teutona,
fueron claves del éxito del tetracampeonato que recién estrenan. 

 

Amarela alemana.jpg

Flamengo + Alemania:
Flalemannha

Creativa. La campaña de la multinacional alemana de
equipamientos deportivos, Adidas, acertó en el diseño de su estrategia para
vender camisetas de la selección germana y del club de fútbol Flamengo en
tiempos del Mundial. La confección de la camiseta integra los colores
«rubro-preto» (rojo y negro) del equipo de balompié más popular del Brasil y
-por números- del mundo entero: el «Fla» suma 44 millones de ‘torcedores’
(hinchas). La similitud de las dos blusas (y del segundo uniforme, que fue el empleado
por Alemania en la final) movió las registradoras de los almacenes que
registraron un inusitado incremento del 40% en sus ventas. Así mismo, las
bromas no se hicieron esperar, en la goleada del 7 x 1: «Brasil se asustó
porque al frente tenía los colores del Flamengo» es uno de los chistes más
repetidos por redes sociales. Por ello no fue extraño ver al atacante teutón,
Lukas Podolski, vistiendo la casaca del «mengao» luego de la victoria ante
Argentina. La prensa aprovechó el ingenio popular y bautizó a los dirigidos por
Joachim Low como «Flalemanha» (Flalemania).

 

Flalemania 1.jpg

El desaire al rey Pelé 

Si bien es cierto que la figura de Edson Arantes do
Nascimento, Pelé, causa división en la población brasilera, ello no justifica
que la Fifa y el comité organizador (en el que tiene asiento el gobierno del
Brasil) no hayan rendido un homenaje -en la final- al considerado «el mejor
atleta del siglo XX». No se explica cómo no le hicieron un tributo en vida al
único futbolista de la historia que tiene la categoría de «rey» que -en su
momento- fue declarado patrimonio nacional del país de la samba. Pelé ganó tres
copas mundo e hizo más de 1000 goles y es un embajador simpar de la cultura
‘verdeamarela’ ¿por qué no lo hicieron entrar en campo? Cosa que sí hicieron
Kaká, Puyol (por razones de protocolo) y otras celebridades que poco merecían,
hablando estrictamente de fútbol. Así como Mandela ingresó a la cancha en la
partida definitiva de Sudáfrica 2010 «o rei» debió hacerlo en esta de Brasil
2014. Se desconoció a un grande, se hizo un desplante del tamaño del estadio
mismo dónde se jugó la final. Se desperdició la oportunidad de decirle gracias
al mejor y se dilapidó en su propia tierra y en el Maracaná que se merecía
presenciar ese noble gesto.  

 

El Dato

30 vuelos
chárter, 300 autobuses, 500 casas rodantes y 1000 autos particulares llegaron
desde Argentina a Brasil para la final en el Maracaná.    

 

El Dato

15 copas
completa el argentino «Macaya» Márquez cubriendo Mundiales. Igualó al uruguayo
Diego Lucero que ya murió.

 

La frase

«No
hicimos nada mal. Si tuviera que repetir la historia, haría exactamente lo
mismo»m (Luiz Felipe Scolari)
    

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