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Mayo
13 de 2012 

 

Por
Azzurro

 

Le
he dedicado tanto tiempo a escribir entradas amargas, que ya ni sé cuantas
llevo. Recuerdo titulares de entradas pasadas: «Una hinchada sin equipo», «Sin
equipo», «De Millos ni el recuerdo», «Caras-duras»… Qué pereza. Qué amargura.
Un verdadero acto de masoquismo escribirlas, y un acto de masoquismo mayor
leerlas. Realmente, me costó mucho trabajo titular esta entrada. No me gusta
repasar lo ya pasado…

 

Conocí
de cerca el proceso del Millonarios de López, García, Rendón, DNE. Tras la
brisa de ilusión que nos regaló Osorio, y el espejismo de la Sudamericana,
pasamos a una pesadilla detrás de otra… Tantas voces en la tribuna denunciaban
un cáncer al interior de Millonarios, de una dupla maldita, de un Gobierno
metido en una historia que no le incumbía.

 

Luego
vino un renacer lleno de ilusión. A la reforma administrativa de Millonarios,
se le sumó un 2011 de esperanza. Dos semifinales, una Copa Colombia, compra y
retención de jugadores que pintaban muy bien eran suficientes señales para
ilusionar a cualquier hincha que quisiera sumar la estrella 14 al escudo
Embajador. Pero no, por ahora no será. Lo que se vivió en 2011 no se parece en
nada a lo vivido en estos 5 meses del 2012. La ilusión se rompió y Millonarios
se parece demasiado al equipo de 3 o 4 años atrás.

 

Ayer
en occidental presencié una escena que resume el estado actual de Millonarios.
Al iniciar el segundo tiempo, una señora sentada a mi lado se paró y le dio un
beso extraño, poco genuino, a otra señora que caminaba por entre las graderías.
La caminante decía algo en voz alta, pero no me fijé en ella hasta que le dio
el beso a mi vecina. En ese momento noté que quien caminaba era Noemí Sanín,
quien sonriente, en actitud de campaña y con suma amabilidad, saludaba a los
hinchas mientras llegaba a un asiento muy cercano a donde yo me encontraba. Al
mirarla, la señora Sanín me sonrío y me saludó junto a mis amigos. Con tono
maternal nos dijo: «¿Cómo están? ¿Mucho sufrimiento?» Preferí ignorarla. Mi amigo
Pablo la saludó con un gesto amable pero sin entender qué era lo que pasaba.

 

En
ese momento Millonarios ganaba 1-0. A medida que el partido avanzaba, y se
configuraba la tragedia, empecé a mirar a Noemí. Me preguntaba si entendía lo
que estaba pasando. Me costó trabajo entender por qué esta señora se metía en
un cuento tan complejo, difícil y pasional como el fútbol. Y ¿por qué lo hace
en Millonarios? Cuando el Pasto empató, le dije a mi amigo que alguien debía
decirle a Noemí que no era conveniente que permaneciera en el estadio. Cuando
vino el segundo gol, esa temor fue mucho más evidente.

 

Sin
embargo, Noemí continuó sentada ahí. Quieta. Contrariado la miré varias veces y
volví a pensar: ¿Esta señora entenderá lo que está pasando? Creo que no y esto resume
lo que pasa al interior no solo de la dirigencia azul, sino también en los
jugadores y el cuerpo técnico. Decidí abandonar el estadio cuando los jugadores
y Páez se metieron al túnel. Al irme, Noemí seguía ahí, sentada. Sin entender.

 

Ya
hoy, en calma, siento cosas parecidas a cuando escribí esas entradas con esos
titulares tan amargos. En Twitter varios hinchas señalaron que el cáncer seguía
vivo en Millonarios. Que se sentían viendo al mismo equipo que nos amargó la
vida unos años atrás. Varios rogábamos que Páez tuviera vergüenza y renunciara.
La Blue Rain tildó de «ladrón» a Álvarez con una pancarta en la tribuna sur.
Demasiados elementos muy parecidos al oscuro pasado inmediato de nuestro
equipo.

 

Algunos
me dirán que este Millonarios es distinto. Que sus dueños son limpios, que
ahora los hinchas son dueños, que se está manejando al equipo como un negocio
responsable y que hay que confiar en su saneamiento y que eso toma tiempo.
También me dirán que el éxito de 2011 fue demasiado rápido y que trajo
esperanza demasiado rápido. Y pues sí, tienen razón.

 

Pero
como el hincha vive de goles y amor por la camiseta, debo decir que la
sensación hoy no es muy diferente a la de años atrás. Al ver la cara de Noemí
en la tribuna sentí que nuestros dirigentes están confundidos, engolosinados, y
sin claridad sobre cómo proceder. A ningún jugador de la plantilla se le
termina el contrato en junio. Inclusive, Ithurralde tiene contrato por dos
años. ¡Dos años! Castro, Otálvaro, Britez y compañía no se irán por su propia
iniciativa. Mientras otros equipos cambian su DT antes de que termine el torneo
para darles minutos de juego al frente de sus escuadras, Millonarios juega a la
Guerra Fría con Páez y prefiere ver cómo se le acaba su contrato, en vez de
sacarlo y traer a su reemplazo para que inicie su ciclo lo antes posible. Tanta
confusión, tanta inocencia…

 

El
miércoles Millonarios jugará contra el Atlético de Madrid. No iré. Ese partido
será -en mi cabeza- un monumento a la desconexión actual entre equipo e
hinchada. Desconexión entre Noemí y nosotros. Ese partido resumirá lo lejos que
está el sentimiento del hincha de los planes de los directivos. Chévere jugar
con el Atlético. Buenísimo tener acuerdos con el Real. Maravilloso volver a
tener a los Merengues como rivales. Sin embargo, la eliminación de Millonarios
borra de un plumazo las buenas intenciones, la amabilidad maternal de Noemí y
la falta de agresividad y reacción que nuestros dirigentes han mostrado ante la
catástrofe que fue el proceso de contratación de este Millonarios versión 2012.
La eliminación revive esos amargos años que todos pensábamos no iban a volver,
pero que siguen presentes. Me siento repasando el pasado.

 

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Azzurro

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