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Por:
Azzurro

 

Diciembre
11 de 2011

 

Hoy,
mientras Millonarios jugaba uno de sus mejores partidos del torneo (tal vez el
mejor porque fueron 90 y no 45 minutos de buen fútbol) y goleaba 3-0 al equipo
que terminó primero en la fase de todos contra todos, se veía a lo lejos un espectáculo
de juegos pirotécnicos en los cerros orientales y la luna llena, inmensa,
saludaba a la tribuna occidental de El Campín. Hoy todo fue a pedir de boca.

 

Es
extraño ver a los hinchas de Millonarios felices, completos, satisfechos. Han
sido tantos los años, tantos los dolores, las desilusiones y las rabias, que
hoy no sabemos qué esperar al ver todos los astros alineados, todas las fuerzas
juntas a favor de nuestro equipo. Siempre he evitado escribir con la cabeza
caliente luego de un partido, pero hoy es inevitable. Lo que se ve en la cancha
hace pensar a cualquier que estamos cerca de volver la ilusión en realidad.

 

La
demostración futbolística que el Millonarios de Richard Páez nos regaló hoy fue
notable. Los jugadores se ven coordinados, metidos en el partido, sin miedo de
sudar la camiseta. El talento de varios se mezcla con el sacrificio y vergüenza
de otros. Para mi, la gran diferencia entre el Millonarios desteñido que cerró la
fase de todos contra todos, y el Millonarios brillante que gozamos contra
Envigado y Junior es que Páez decidió volver a ser fiel a su estilo, a su
filosofía. Con la entrada de Vásquez, y la decisión de poner a Mosquera de
lateral, Páez volvió a plantear partidos de ataque, de vértigo y ambición. El
Millonarios de Richard Páez va a buscar los partidos siempre; cuando ha salido
a especular, a esperar nos ha arrebatado gritos de ira, bostezos amplios y
preocupación. ¡No la cambies, venezolano!

 

Es
difícil -MUY difícil- no ilusionarse. La meta está más cerca que nunca, pero el
camino solo se pone más complicado con cada paso que damos. Es un momento de
felicidad, goce y también de mucha humildad y paciencia. Lo exhibido por este
equipo ha sido emocionante. Siempre he criticado a Páez cuando ha cometido
errores; esto me obliga a elogiarlo cuando acierta. A Páez lo que es de Páez.
Dos semifinales y una Copa Colombia en el mismo año es motivo de orgullo.

 

Hoy,
de regreso a mi casa, comentaba con mis amigos cómo no estamos acostumbrados a
esta sensación; a esta plenitud. Alguno me decía que temía que el despertador
sonara en cualquier momento; otro que tenemos el pan listo en la puerta del
horno; y otro que no sentía esta felicidad desde el 87. Parece que todas las
estrellas se están alineando. Parece que lo que tanto hemos esperado puede
volverse realidad. Sería un premio justo para tantos hinchas, tantos amigos y
tantas familias que han esperado más de dos décadas por la estrella 14. Como lo
dije hace 6 meses: no tengo miedo, solo ilusión.

 

¡Vamos
Millos!

 

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Azzurro

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