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Llegó a Santa fe con la difícil tarea de reemplazar al fogoso Gustavo Costas, artífice de la octava estrella cardenal. La afición roja, una vez se enteró de la salida del técnico argentino, supo que Gerardo Pelusso dirigiría al equipo que tenía como retos inmediatos la participación en tres torneos: la Copa Águila, la Liga Águila y la Copa Suramericana.

No había terminado de aterrizar en Bogotá cuando enfrentó la primera dificultad: Daniel Torres y Luis Carlos Arias, titulares indiscutibles y bastiones del andamiaje cardenal, se despedían de la capital de la república y empezaban su aventura en el Medellín, equipo que hizo una muy tentadora oferta por sus derechos deportivos, de esas que dicen, son imposibles de rechazar.

Se notó que este movimiento lo tomó por sorpresa, que posiblemente le desbarataba el equipo que tenía en mente, pero en ese momento mostró por primera vez ese talante que a lo largo del semestre lo ha caracterizado. “No es lo ideal que partan Torres y Arias, pero ya no puedo hacer nada. Trabajaré con los jugadores que tenga a disposición”. Llegó Gordillo desde el Boyacá Chicó, le dio continuidad a Salazar, el joven canterano que tuvo sus primeros minutos con Costas y empezó a moldear su Santa fe. Y como los equipos se parecen a quien los dirige, el rojo de Bogotá mutó hacia un conjunto con más pausa, pero con el temple de quien conoce sus virtudes y defectos.

La calidad de Omar Pérez, Anchico, Meza, Morelo, Seijas, se vio complementada por el despliegue físico de Dairon Mosquera, Roa, Mina. Lentamente Santa fe fue devorando rivales, goleando en Bogotá a quienes lo visitaron en El Campín y sacando resultados positivos en sus visitas a domicilio.

Que juega feo, que no convence, que perdió identidad, fueron algunos de los comentarios de los detractores en los medios de comunicación. Y Pelusso, con tranquilidad y respeto les dio la razón muchas veces, cuando a pesar de ganar los partidos, en las ruedas de prensa reconocía los defectos del equipo y manifestaba que no se dejaba deslumbrar por los resultados.

Y aparecieron los problemas: a medida que avanzaba con éxito en las tres competiciones, las lesiones y las sanciones no lo dejaron consolidar un equipo titular. Omar Pérez, Robinson Zapata, Sergio Otálvaro, Dairon Mosquera, lesionados, abrieron grandes boquetes en el onceno titular. Pero Pelusso encontró en este problema una oportunidad. Convenció a los que entraron que su aporte también era importante y cuando el equipo los necesitó, cumplieron con solvencia. Balanta, Borja, Soto, Arrechea, Perlaza, Arboleda han contribuido con goles y destacadas actuaciones al momento actual del equipo del León.

Quiero destacar acá un hecho que a mi juicio pinta de cuerpo entero al técnico y la mística y compromiso que llevó al camerino albirrojo. Luis Quiñonez, talentoso jugador pero con problemas de comportamiento, por segunda vez en el año prefirió la noche a la disciplina cardenal y en una etapa crucial de las competiciones privó a Santa fe de sus goles y talento. Se creyó más importante que el grupo. Cuando terminó su semana de rumba, regreso a entrenar con el equipo y ante su solicitud de perdón, recibió un portazo que lo dejó por fuera. Todos, presidente, cuerpo técnico y jugadores valoraron más la fuerza y la unidad del grupo que el talento del díscolo jugador. “No me hablen más de ese jugador. No existe para nosotros”, respondió Pelusso a quienes indagaban si podía existir un perdón para quien, mientras estuvo concentrado en el fútbol, aportó mucho a la causa cardenal.

Para Pelusso el orden, el compromiso, el esfuerzo y el comportamiento profesional dentro y fuera de la cancha son principios innegociables con los que sedujo a un grupo de jugadores, único en Suramérica que este semestre  llegó a las últimas instancias en los tres torneos que jugaron.

El fin de esta historia la conocemos bien. Santafé ya fue subcampeón de la Copa Águila, derrotó el sábado al Junior en el juego de ida que lo puede instalar en la semifinal de la Liga Águila y jugará este miércoles el primer partido de la final de la Copa Suramericana ante el Huracán, combativo equipo argentino. Santa fe es el primer equipo colombiano que tiene la posibilidad de ganar este torneo continental.

No sé si Santa fe logre un título, dos o ninguno. Eso será resultado del juego. De la inteligencia con la que el técnico plantee los partidos, de cómo los enfrenten los jugadores y de los arrestos físicos que los acompañen. El cansancio hace mella. Pero Santa fe ya ganó. La temporada que termina sirvió para consolidar un exitoso proyecto deportivo que le ha dado espacio a nuevos talentos colombianos. Ya se va Meza a jugar en México. Posiblemente se vayan más al finalizar el año. Pero viene una generación de jugadores que han tenido la oportunidad de formarse de la mano de un señor. Un técnico que privilegia el trabajo y el esfuerzo del grupo a los caprichos, las pataletas y la indisciplina de los díscolos.

Técnicos como Pelusso deben seguir llegando al fútbol colombiano. Más allá del estilo de juego que practiquen, dirigen grupos con principios que premian el trabajo serio, el trabajo en equipo. Menuda ganancia, o no?

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