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El segundo semestre de 2012 estuvo
lleno de contrastes para mí. Viví cosas difíciles por su vacío y otras increíbles
por su belleza. No hay que ser genio para saber que la vida se nivela, vive
buscando el equilibrio. Lo que quita luego lo pone, lo que se va es para que
otro pueda llegar.

 

Hace 25 años conocí a Millonarios. Yo
era un niño. Sabía que me gustaba el fútbol, pero tuve dificultades para
decidir cuál iba a ser el equipo de mis amores. En ese momento apareció mi Tía
Carmenza. Ella fue monja y luego profesora universitaria. Yo tenía solo 8 años
y ella se lanzó a pedirles a mis papás que la dejaran llevarme al estadio. Mi
tía iba a El Campín acompañada de un grupo grande de sus estudiantes. Casi
todos hombres. Ella les prometió a mis papás que sus estudiantes me cuidarían
como si yo fuera el presidente de Estados Unidos. Mis papás accedieron y desde
ese año, 1987, me volví azul y efectivamente fui el niño más custodiado en la calle
57.

 

Recuerdo que en el 87 y en 88, dos estrellas
seguidas, mi tía me compró varias camisetas, cornetas y banderas. Banderas que
me dejaba sacar por la ventana de su Mazda mientras ella pitaba muerta de la
risa al verme ya con el alma azul. Recuerdo a Vanemerack, a la Gambeta, Pimentel,
Iguarán, Franco, Prince, en fin. Todos ellos me recuerdan esos años mágicos.

 

El tiempo pasó y Millos no volvió a
salir campeón. Fueron años duros, largos, vergonzosos, difíciles… Un par de
veces estuvimos cerca, pero la ilusión igual se nos deshizo en las manos. Pasé
de ir al estadio con mi tía a ir con mis amigos del colegio y del barrio. No
recuerdo cuándo fue la última vez que estuve en El Campín con mi tía.

 

Este segundo semestre de 2012 mi tía
murió. Murió el 24 de noviembre. Estaba muy enferma y por fin pudo descansar.
Hasta cuando tuvo conciencia siempre estuvo detrás del azul. Su amor jamás se
le olvidó. Ni a mí se me ha olvidado que ella me dio este regalo que estará
conmigo toda mi vida.

 

El 16 de diciembre la estrella volvió
al cielo azul. Sé que mi tía empujó a Delgado a su izquierda para que tapara
ese último penal.  En las graderías de El
Campín, ese domingo glorioso, cerré los ojos y me encontré con ella. Me sonrío,
sin decirme nada. Le di las gracias y no la vi más.

 

La vida siempre da equilibrios.  Siempre busca el balance. A veces es  difícil de entender o de aceptar. La gloria
que recuperamos hace un mes es un homenaje a todos aquellos que nos dieron este
regalo maravilloso de hacernos hinchas de Millonarios. A las tías Carmenza que
todos tenemos o tuvimos en nuestras vidas. Gracias a ellos podemos volver a
gritar que somos el equipo más veces campeón de Colombia.

 

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Azzurro

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