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A 8 meses de comenzar el mundial, la pasión por el fútbol nos desborda a todos. La ocasión ideal para unir razas, culturas y sobre todo a los dos géneros, en un deporte masculino y hasta machista.

Hace dos meses cuando me presente cómo expositor en las XVII Jornadas Nacionales de Investigación en Comunicación que organizo la Universidad General Sarmiento de Buenos Aires, asistí como invitado a la presentación de dos ponencias en el que dos compañeras -Natalia Mondella y Lourdes Oroda- iban a hablar de fútbol, comunicación y sociedad. Antes de que comenzaran a hablar y sin que nadie les dijera nada comenzaron sus charlas diciendo: «vamos a demostrar que las mujeres si podemos hablar de fútbol«.

La segunda de ellas, Lourdes, hizo un trabajo interesante de campo en el que analizó las prácticas y representaciones de las hinchas en el fútbol argentino, llegando como conclusión que las mujeres se sienten excluídas por el hombre y por los medios ya que para ser visibilizadas dentro del mundo del fútbol tienen que ser Larissa Riquelme o asumir ciertas conductas masculinas. No pueden ser ellas. Además, muchas, según esa investigación, se sienten no sólo excluidas por los hombres sino por muchas mujeres que piensan que el fútbol es idiota, aburrido, masculino y sin gracia.

Cabe indicar, que el fondo de las charlas pasó a un segundo plano y terminamos concluyendo que pase lo que pase, la mujer, al hablar de fútbol tendrá que tener presente la posición del hombre, que cree que el fútbol le pertenece. El fútbol, el deporte rey por excelencia, que ha podido cohesionar razas y culturas diversas todavía le cuesta abrirle un espacio real a la mujer que supere la visión hegemónica masculina, más allá que desde 1991 la FIFA organiza el Mundial Femenino, le otorga un Balón de Oro a la mejor jugadora del año (en las mismas condiciones que el ganador del Balón de Oro masculino) y que las faldas ya no son un raro objeto en las salas de redacción de los medios de comunicación.

No es un secreto que el fútbol es un deporte tradicionalmente masculino, por no decir machista. El hombre que no practicaba fútbol cuando niño terminaba catalogado como afeminado. Es un deporte en el cuál muchos no están dispuestos a compartir su pasión con algunas mujeres que les cuesta asimilar las prácticas rituales de un deporte que en la mayoría de los casos, no fue practicado por ellas. En el único país en el que el fútbol es más popular en mujeres que en varones es en Estados Unidos, ya que los padres llevan a los chicos a jugar beisbol y fútbol americano. La mujer que práctica fútbol se le sigue considerando como rara por más femenina que se presente ya que históricamente se considera que no tiene la versatilidad para practicar fútbol.

Esa exclusión no sólo se remite a la práctica de la actividad física sino está presente en las relaciones sociales de hombres y mujeres. Sucede muy frecuentemente en los grupos de amigos cuando sale a colación el tema fútbol y las mujeres son dejadas, tal cual «paseo bugueño», de lado, por más que tengan una opinión. Se parte del prejuicio de que no saben, de que no les gusta y que los comentarios no trascenderán lo táctico y lo técnico y se quedarán en lo superficial.

Estos prejuicios no sólo suceden en las relaciones cotidianas sino en el ambiente de los medios de comunicación. En noviembre de 2009, en el programa de televisión más popular de fútbol en España, Punto Pelota, la hermosa presentadora Irene Junquera iba a dar una opinión muy coherente sobre la mano de Henry contra Irlanda y el ex arquero argentino, Hugo Orlando Gatti la corto diciendo: «andá a lavar los platos«. Cabe indicar que Irene se defendió, diciéndole «a ti te sacan del fútbol y no podes hablar de nada más. ¿Qué gen nos falta para entender del fútbol?»

Poco a poco varias mujeres han abierto un espacio en el periodismo deportivo, superando unos prejuicios que parecían insuperables: «está ahí por ser bonita» o «por ser la novia de tal persona«. Liliana Salazar, Claudia Helena Hernández, Andrea Guerrero, Johanna Polanco en Colombia, Margarita Waiss, Ángela Lerena, Viviana Semienchuk, Luciana Rubinska y Alina Moine en Argentina y Cristina Cubero y Carme Barceló en España, han demostrado no sólo conocimientos y capacidades para hablar de fútbol sino valentía para enfrentar prejuicios históricos y obsoletos.

«Hablar de fútbol, habla cualquiera, pero una cosa es hablar y otra entender y las mujeres no entienden«, le dijo Gatti a Irene como si el fútbol fuera exclusivo de quien tiene un programa radial hace más de treinta años o de aquel que se encierra 14 horas al día viendo partidos. En este mundo diverso cabe la opinión más preparada, cómo la más insignificante. Y también cabe el que le gusta o no le gusta el fútbol. Este deporte nos trasciende a todos, no es una isla, no se remite a un juego de 22 idiotas detrás de un balón, como dice Borges. Rige la sociedad contemporánea. Toda opinión debe ser aceptada y más cuando a veces el fútbol se confunde con la patria.

Ahora que viene el Mundial volverán a aparecer en escena el cuento de Fontanarrosa en la que la mujer espera un gol, para por fin abrazar a su marido. También aparecerán estudios sobre la infidelidad debido a que los hombres nos vamos a desvivir por un balón. La mujer en un rol pasivo y de acompañante. Ojalá esta sea la oportunidad de demostrar, que el fútbol si es el deporte de todos, que puede transformar sociedades y que hombres y mujeres compartan la misma pasión. Yo no voy a repetir los errores de hace cuatro años, en el que deje de lado a mi actual mujer, por ver el Mundial. Lo veremos juntos. No quiero ser el Gatti de la relación.

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