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Algo ha cambiado en Nacional desde 1989 hacia acá menos la costumbre de ganar títulos. El técnico más ganador de su historia es Juan Carlos Osorio y no Maturana. Es cómo si el más ganador del Barsa fuera Van Gaal y no Guardiola.

Cuando decidí volver a escribir columnas de opinión sobre fútbol partía de la premisa que quería ofrecerle al lector algo diferente. Sin dejar de ser el que soy, sin dejar de pensar, ni de sentir, me propuse romper con los sesgos y fanatismos que impiden crecer, que limitan el conocimiento y el acercamiento con el otro. Criticar con altura a mi equipo (Nacional) y respetar a Millonarios debe ser un primer paso para intentar lo que me propongo.

Ahora cuando la hazaña de la estrella 12 está consumada me preguntó que ha cambiado en Nacional desde 1989 hasta ahora , que se convirtió en una máquina de ganar. Hace 24 años, era el quinto equipo con títulos en Colombia, un producto autóctono, local, cuyos hinchas -bien representados por Luis Eduardo Argango en el papel de William Guillermo en «Romeo y Buseta»- eran locos dicharacheros bien aceptados por todos.

Con la Libertadores de 1989, Francisco Maturana culminó un exitoso proceso de 2 años y medio en el que se aplicaron tres premisas que fueron piedra ángular de los éxitos que hoy vivimos: primero está la persona que el jugador, hay que hacer un equipo de puros colombianos y hay que practicar un fútbol que enamore a propios y extraños. Más allá de las polémicas con Pimentel, Vanemerak y otros personajes de la época, ese equipo fue adorado por todo el país, a tal punto que 6 de los 11 jugadores que le empataron a Alemania en el 90 eran del cuadro antioqueño. ¿Casualidad o Causalidad? Las dos.

Los entrenadores que reemplazaron a Maturana -‘Bolillo’, Peláez, Suárez, ‘Barrabás’ mantuvieron su legado, llevando el buen fútbol a todos los campos de Colombia y el continente. No siempre Nacional ganaba, pero la admiración del mundo del fútbol era moneda corriente. Las nuevas generaciones crecieron a la par de esa fama aunque los títulos colombianos se los quedaban América y Millonarios (en los ochenta). Soñar con alcanzarlos, en ese momento, era algo imposible.

Cuando Reynaldo Merlo llegó a Nacional en 1999, parecía un sacrilegio cómo ver a Alejandro Ordoñez en la Marcha Patriotica. Si bien, el mismo público promovió su salida pese a sus buenos resultados, los directivos de Nacional se dieron cuenta que se podían romper ciertos paradigmas y verdades absolutas. El equipo fue comprado por uno de los grupos económicos más importantes del país y en el 2004, con la llegada de los extranjeros Jorge Rojas y Hugo Morales, Nacional dejó de ser una especie de Athletic de Bilbao en el país.

Rotos esos mitos, Nacional siguió ganando y ganando con técnicos tan disimiles como Osorio, Quintabani y Santiago Escobar. Pronto se empezó a ser fuerte en el medio local y desde el fatídico 19 de diciembre de 2004, toda final que disputa en Colombia la gana. No obstante, lleva 10 años sin figurar en el fútbol sudamericano y equipos como Once Caldas, Cúcuta y Tolima han ocupado su lugar. En la Argentina lo comprobé: cuando hablo de Nacional toca nombrarles el apellido Higuita para que lo registren completamente.

El campeón de 2013, es un equipo que en muchos pasajes del torneo fue a contramano del fútbol que quiso imponer Maturana. Eran constantes las rotaciones, la inestabilidad en la nómina, el tacticismo, el pelotazo, el hermetismo del técnico y las bajas asistencias, exceptuando la final (para el partido decisivo contra Pasto, fueron 20.000 personas). Sin embargo, en un partido, en un solo, Nacional y Osorio demostraron su grandeza, su jerarquía y borraron de un plumazo todo lo negativo. Tanto que millones de hinchas -y no sólo William Guillermo- estamos saltando en una pata. Desde el Cabo de la Vela a Leticia.

Mucho ha cambiado en Nacional desde 1989, menos el hambre de títulos. Ganar se volvió no sólo en una exigencia sino una obligación. Pero esa grandeza se construyó con un estilo y unos principios que a veces se diluyen en el modernismo táctico. Porque si bien me gusta celebrar, nunca en mi vida he sentido tanto orgullo de Nacional como cuando quedo eliminado por Sao Paulo en el 93 por penales y perdió el título con Junior en 2004. Esos días tanto mi papá como yo estábamos vacíos de logros pero llenos de fútbol y orgullo. Nunca es tarde para volver a las fuentes y más si se sigue ganando seguido. De Osorio, los jugadores, la dirigencia y los hinchas depende que suceda.

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