Hace 24 años la selección Colombia encabezada por Valderrama, Asprilla, Rincón y “El Tren” Valencia, se preparaba para competir en el mundial de los Estados Unidos y era calificada por algunos observadores como una de las favoritas para alzar la Copa.

¿De dónde surgía ese favoritismo que tal vez no merecíamos? Simple: el grupo y el país entero perdió el foco y “ensilló las bestias sin haberlas traído”. Clasificar en el grupo de la eliminatoria ante Paraguay, Perú y Argentina, goleando a este último por 5 a 0 en el estadio Monumental de River y derrotar en los partidos preparatorios previos al torneo a cuanto rival se enfrentó, fue el origen de tan nocivo favoritismo.

El peso de esa responsabilidad se convirtió en una carga insuperable y la historia, la triste historia que todos conocemos cuenta que volvimos a casa muy pronto, frustrados y sin entender muy bien lo que ocurrió.

Ayer cuando el arbitro decretó la finalización del partido ante Francia, en medio de la emoción por el buen triunfo de Colombia ante uno de los favoritos para alzar la Copa en Moscú este verano, se me vino a la memoria esa dolorosa experiencia.

Con contundencia, la  selección nacional que dirige José Pékerman, el mismo que ha sido criticado sin piedad por muchos por lo que consideran una mediocre gestión al frente del equipo después del mundial de Brasil, derrotó en su casa,  al equipo de los Mbapé, Pogba, Dembelé Griezmann, Umtiti, Varane y demás estrellas de la constelación de superestrellas del fútbol mundial.

La grandeza del triunfo de ayer radica, a mi juicio, en que además de remontar un marcador adverso de dos por cero, se pudo ver a un grupo de profesionales vestidos de amarillo, comprometidos, valientes, conscientes de sus capacidades y que pusieron todo su talento al servicio del juego colectivo. Es verdad que la primera media hora fue muy mala, que los franceses jugaron con nosotros como el gato lo hace con el ratón, y que la prematura ventaja era un fiel reflejo de lo que sucedía en el campo. Pero, precisamente, la manera como se dio el juego nos permitió ver que el técnico tiene evidentes habilidades para analizar las fallas y corregirlas en el medio tiempo. También pudimos constatar que los jugadores llamados en esta convocatoria tienen pergaminos suficientes para estar allí, y algunos como Muriel y Uribe, posiblemente se ganaron un cupo entre los que irán definitivamente a Rusia.

Duván Zapata, Quintero, Lerma e Izquierdo llenaron la retina del público y tal vez del cuerpo técnico.  Ayer no desentonaron y siguen pidiendo cupo. Problemas para el cuerpo técnico, pero de los agradables: tener mucho de dónde escoger.

Falcao, James, Sánchez y Arias estuvieron en muy buen nivel y los centrales, Mina y Dávinson tuvieron grandes dificultades en la primera media hora, pero después de asentaron y trabajaron bien.

Comentario aparte merece David Ospina. Si bien, se vio comprometido en la jugada del primer gol francés, sigue demostrando que es un portero extraordinario y garantía para defender el arco nacional. Ayer el equipo ganó porque los compañeros de Ospina, los atacantes, lograron hacer un gol más que los que recibió Colombia.

Y esa es la esencia del juego: anotar al menos un gol más que el rival. Ayer fue necesario hacer tres tantos porque recibimos dos en contra. A veces, con solo hacer uno se ha ganado gracias a que los defensas y el arquero han impedido todas las oportunidades de gol de los adversarios.

Escucho comentaristas que, en vez de reconocer el triunfo del equipo, el buen juego que se vio después de la primera media hora, se han dedicado a subrayar errores individuales y a focalizar su análisis en la primera media hora, evidentemente mala para Colombia. Parecería que nuestra idiosincrasia nos invita, la mayoría de las veces, al fatalismo, a remarcar los errores individuales, a no reconocer los aciertos, y a minimizar la capacidad de corregir los errores y enderezar el camino.

Lo cierto es que Pékerman conoce a los convocados. Ha transmitido a los jugadores una idea de juego y, lo más importante, los hechos permiten inferir que el grupo cree en su líder: lo acata, lo respeta y comparte las metas trazadas.

Colombia como equipo tiene un gran potencial y la suficiente capacidad para hacer una muy buena presentación en el Mundial que se nos vino encima. El triunfo del viernes fue importante y meritorio, pero no es el objetivo final, como lo afirmaron los jugadores que ayer fueron voceros del grupo. Por ahora no somos campeones mundiales. No pensemos todavía en cómo vamos a celebrar la consecución del título, ni planeemos aun “en la casa de quién vamos a ver a Colombia jugando la final”.

Tampoco crucifiquemos a quienes ayer no tuvieron una buena presentación. El equipo, en últimas, se encargó de superar las consecuencias de los errores que se cometieron. Se le ganó a Francia con todas sus estrellas y eso nos permite creer en el equipo nacional y en que podremos gozar con una buena participación de Colombia en el mundial.

Entonces que opina, amable lector: ¿campeones mundiales o qué?