Colombia está en Rusia. Esta frase resume lo importante de hoy. Nada más. Ese era el objetivo de un grupo humano, la selección Colombia, que hace tres años se embarcó en esta larga travesía que hoy nos deja como invitados al Mundial de Rusia.
Cuando Pékerman y sus muchachos tomaron las banderas para representar a esta convulsionada nación e inscribirla como invitada a la máxima fiesta del fútbol, tal vez no dimensionaron lo que eso significaba. Tal vez pensaron que sería la continuación de esa bella luna de miel que se vivió con los resultados en Brasil, cuando una nación entera se entregó en cuerpo y alma a ese grupo que nos regaló la mejor actuación de selección nacional alguna.
Tal vez no imaginaron que unos meses más tarde desde todas las tribunas y redes sociales serían crucificados el técnico y sus colaboradores, así como todos los gladiadores que se enfundaron la casaca nacional a lo largo y ancho de Suramérica.
Pero tuvieron la suficiente entrega, pundonor y profesionalismo para dejar el alma por ese objetivo: la clasificación a Rusia. Que el equipo tuvo altibajos, que nunca encontró una línea de juego, que las convocatorias fueron equivocadas, que al técnico se le olvidó dirigir, que esto y que lo otro. Todo esto se puede discutir.
Nada de eso importa ahora. Ya habrá tiempo para corregir, trabajar y diseñar un equipo competitivo para el Mundial.
Desde acá, desde esta Platea, va un agradecimiento para todos. Porque nos hicieron sonreír, soñar y creer en un proyecto, tal vez el único que en los últimos años ha producido orgullo y cohesión en Colombia, dividida por algunos temas de manera casi que irremediable.
Dicen que nadie se va de este mundo debiendo algo, y parece que esta creencia se puede aplicar a lo que fue la eliminatoria para Colombia. Si bien en varios juegos la fortuna jugó para Colombia y para Ospina, en esta última jornada doble, la suerte se hizo presente para decir “Colombia no clasificó por mí”. Se hizo presente en forma de errores increíbles, que incidieron en los marcadores contra Paraguay y Perú.
Colombia clasificó porque después de tres años cuajó una actuación que la hace merecedora de ese premio. No queremos señalar acá a responsables individuales de los momentos difíciles. En esta Platea nos quedamos con todo el grupo y con su esfuerzo. Con el manejo de Pékerman, minimizado por algún sector de la prensa que desconoce sus galones en el fútbol mundial, su capacidad para manejar el grupo y para ser el pararrayos que impidió que las feroces críticas afectaran al grupo. Fue el blanco obligado de aquellos que utilizando “la inteligencia de para atrás” lo fustigaron por todo. Al mismo técnico, que, con el mismo método, dirigió a Colombia en la gesta que cerró en Brasil.
Colombia está en Rusia, representada no solamente por la selección nacional, sino por Juan Carlos Osorio al frente de México, del “Bolillo” Gómez al frente de Panamá y con la posibilidad de que Jorge Luis Pinto también llegue a la cita de junio, si clasifica en la repesca con Honduras.
Celebremos. Hay razones para hacerlo y por qué no, para soñar con una grata participación en el próximo mundial. A veces perdemos las proporciones de las cosas. Nos parece apenas obvio que debemos estar en el mundial y olvidamos que allí se llega por méritos. Si no lo creemos, podemos vernos en el espejo de otras naciones con mucha más historia mundialista que Colombia, Holanda y Chile, por ejemplo, que se quedaron por fuera y que como dicen los cánticos de las tribunas, “y ya lo ve y ya lo ve, en junio nos verán por la TV”.