Después de nueve fechas de la Liga colombiana y del debut de Neymar con el Paris Saint Germain, una vez concluyó la novela de su traspaso desde el Barcelona, quedó otra vez sobre el tapete el debate acerca de la preponderancia de los jugadores desequilibrantes sobre los esquemas tácticos adoptados por los directores técnicos.

En Colombia todas las luces apuntan hacia Yimmi Chará, repatriado por el Junior de Barranquilla y razón para muchos del maravilloso comienzo de los tiburones en el torneo local. Desparramando talento por todas las canchas en las que ha jugado, especialmente en el Metropolitano de Barranquilla donde juega de local, Chara le ha reventado la cintura a todos los defensores que han intentado contener sus endiabladas gambetas, gracias a las cuales el Junior está al tope de la tabla y su nuevo ídolo es el goleador.

Mientras tanto, al otro lado del océano, después de unos días tormentosos llenos de desasosiego, tristeza e impotencia, los seguidores del Barcelona tuvieron que aceptar la pérdida de Neymar ante la estratosférica oferta del PSG, equipo que pagó 222 millones de euros por su salida del club catalán.

El brasilero, con su juego desenfadado y a veces chocante para los rivales, en más de una ocasión fue literalmente “cazado” por sus marcadores que interpretaron su estilo de juego como un exceso de cara a los códigos del respeto dentro de la cancha. Lo cierto es que logró enloquecer a las férreas defensas que intentaban detenerlo.

Vale decir que en el “tridente culé” tuvo a su lado a Messi, el mejor jugador del mundo para muchos y al “pistolero” Suárez. Demasiada munición para cualquier ataque, pero Neymar en su interior sabía que solo también podía brillar y sus ganas de ser el balón de oro, lo llevaron a probar suerte lejos de Messi, en un proyecto en el que Ney es el rey.

En nuestras tierras Chará mostró su talento en el Tolima y en el Nacional; sin embargo, su paso por México no fue el más exitoso. Ahora en el Junior, acompañado por Teo Gutiérrez, capitán del barco tiburón, Yimmi, quien era inicialmente el copiloto del proyecto, ha venido ganando galones hasta un punto tal que ya muchos se preguntan si el buen funcionamiento del Junior depende más de Teo o de esta saeta endiablada que con su velocidad, picardía y potencia enloquece a sus rivales.

Neymar ya brilla en su equipo y el PSG inicia su cabalgata en la punta del torneo francés. Chará, por su parte, ocupa todos los titulares de prensa y Junior está en el tope de la tabla del torneo colombiano. No obstante, PSG y Junior comparten la punta con equipos que no pueden competir con la calidad de Neymar y Chará. Mónaco y Saint Étienne en Francia y Santa Fe en Colombia, no les pierden el paso, gracias al buen trabajo colectivo de los grupos.

El fútbol moderno, lleno de luminarias por las que los clubes pagan exorbitantes sumas de dinero para asegurar triunfos y, por supuesto, ingresos derivados del negocio alrededor de la imagen de sus estrellas, se ha maravillado con equipos que, sin tanto talento en el campo, han logrado campañas espectaculares y triunfos impensados. Triunfos basados en la aplicación de esquemas tácticos impuestos por estudiosos técnicos que mecanizan movimientos exactos de todo el colectivo para minimizar esfuerzos, copar espacios y explotar las virtudes de sus mejores valores. Leicester, Atlético de Madrid y algunas versiones del Chelsea, son ejemplos recientes.

Ganan entonces importancia los técnicos por su capacidad para transmitir a sus dirigidos un estilo de juego, un compromiso con el grupo, un patrón de movimientos de los jugadores en el campo que haga inexpugnable su zona defensiva y se especialice en dar certeros golpes a los rivales, explotando adecuadamente las características de sus jugadores.

Leonardo Jardim y Oscar García, (de quien dicen que algún día se sentará en el banquillo del Barcelona), al frente del Mónaco y el Saint Étienne y Gregorio Pérez al frente del Santa Fe encarnan por ahora el reto de detener el talento de Neymar y Chará. ¿Lo lograrán? Eso está por verse.

Pero la obsesión por la táctica, los esquemas novedosos y la mecanización de movimientos por parte de técnicos y equipos parece que no se detiene. David Sumpter, profesor de matemáticas aplicadas en la Universidad de Upsala, Suecia, en su libro “Fútbol y matemáticas:  Aventuras matemáticas del deporte rey”, cuenta, entre otras cosas, cómo algunos de los grandes equipos del mundo como el Bayern Munich, el Liverpool y el Manchester City acopian millones de datos de los entrenamientos y partidos a través de sensores que utilizan los jugadores y los balones. Con esa información y poderosos equipos computacionales estudian y transmiten a los jugadores las ventajas y desventajas que obtienen por moverse de determinada manera en una u otra zona del campo. Incluso algunos equipos empiezan a incorporar dentro de sus temas de análisis el comportamiento de las hormigas, de un banco de peces esquivando un tiburón, de las langostas, de los pájaros en bandada.

No sé a dónde llevará esta obsesión al fútbol moderno ni cómo lo impactará en lo táctico y estratégico. Porque al campo de juego siempre entrarán los jugadores y mientras lo jueguen seres humanos, siempre Chará y Neymar, los actuales reyes de la gambeta, intentarán una vez más divertirse con el balón y engañar con un nuevo quiebre de cintura a aquel rival que toda la semana memorizó cómo gambetean los Neymar y los Chará. Creo que el fútbol seguirá siendo de los talentosos, de los fuera de serie, por encima de la táctica.

Ojalá Pékerman y Tite, los estudiosos técnicos de Colombia y Brasil nos regalen el próximo 5 de septiembre la posibilidad de comparar las gambetas de este par de virtuosos en la cita mundialista pactada para jugar en el Metropolitano de Barranquilla.