La leyenda de Sant Jordi cuenta la historia de un heroico caballero, un monstruoso dragón y una princesa. El dragón que aterrorizaba a los vecinos, ya se había devorado todas las ovejas, vacas, bueyes y demás animales de los habitantes de la región. Para evitar la ira del dragón, decidieron darle una persona cada día para que saciara su hambre.
El día que debían entregarle a la hija del rey, apareció el caballero Sant Jordi, quien con su lanza mató al dragón, salvando así a la princesa.
Quiso el calendario de la Liga española que hoy, 23 de abril, día de Sant Jordi, se enfrentaran en el Santiago Bernabeu el Barcelona y el Madrid para jugar el clásico que podía definir el campeonato. El Barcelona, haciendo el papel del legendario caballero, debía derrotar al Real Madrid, el dragón, para poder seguir soñando con la Liga, su amada princesa.
Después de la jornada de Champions de mitad de la semana, que dejó por fuera de competencia al equipo catalán y le dio el pase a semifinales al Real Madrid, el juego de hoy tenía cara de ser el entierro del equipo de Luis Enrique y la estocada final a una época dominada por el exquisito juego del Barcelona.
Pocos apostaban por una victoria de los muchachos de Luis Enrique. Al bajo desempeño reciente y el bajón anímico que significó la eliminación ante Juventus, se sumó la ausencia obligada de Neymar, quien, por su expulsión y sanción, no podía ser de la partida. La importancia reciente de Neymar en el desempeño del equipo es tal, que los directivos del Barca en una acción desesperada intentaron desempolvar artilugios jurídicos, a todas luces mal vistas, para poder contar con el jugador más desequilibrante de la plantilla en los últimos juegos.
Así pintaba la cosa. Ni el empate servía para sus intereses y el palo no estaba para cucharas. Pero como siempre ocurre en el fútbol, nadie gana de camiseta, ni desde la víspera: los partidos se deben jugar hasta el último minuto.
¡Y vaya si hubo partido! Los dos equipos se trenzaron en un electrizante choque que se vino a definir en los segundos finales del tiempo de reposición, gracias a una galopada sensacional de Sergi Roberto que no atinó a detener Marcelo y que culminó con un remate de Messi con la pierna izquierda, pegada al palo derecho del Keylor Navas. Era el 2-3 con el que Barcelona ganó el juego, alcanzó en el liderato al Madrid, que aún tiene un partido menos, y le puso emoción a un torneo que de haber sido otro el marcador, hubiera sentenciado la Liga a favor del equipo blanco.
Aunque la parcialidad local confiaba plenamente en un buen resultado frente a los catalanes, por el momento anímico y futbolístico que atraviesan el uno y el otro, conocen también lo que significa enfrentar a su bestia negra: Leonel Messi. Si en otras ocasiones “La Pulga” fue enorme en partidos entre estos dos eternos rivales, lo que hizo hoy fue descomunal. Lideró al Barcelona con su talento, entrega y sacrificio a la consecución de tres puntos vitales. Se encargó de amargarle la tarde a Casemiro, quien para contenerlo lo tuvo que detener con una falta que le valió la tarjeta amarilla. Lo siguió buscando y provocando con sus regates para forzar una segunda amarilla, que si no se dio fue gracias a la complacencia del árbitro que, como su colega del juego del Madrid contra el Bayern, le regaló minutos extras en el campo de juego. Jugó casi una hora con la boca rota, como consecuencia del codazo involuntario que recibió de Marcelo en una acción fortuita de juego. Envió a las duchas antes de tiempo a Sergio Ramos con roja directa, cuando fue una centésima de segundo más veloz que el español y el árbitro juzgó que esta vez no debía haber perdón para el infractor.
Y como si fuera poco, anotó dos goles, el primero y el tercero para el delirio de los hinchas catalanes y la incredulidad de la parcialidad local.
A Messi lo secundaron en esta tarea contra el dragón un descomunal Ter Stegen, quien a pesar de verse comprometido en el primer gol del Madrid, pues dudó en la salida a cortar el centro de Marcelo y se quedó a mitad de camino, atoró en las gargantas Madridistas no menos de siete gritos de gol. También jugó un partido perfecto Busquets y ya sabemos lo que eso significa cada vez que se adueña de tiempos y movimientos en el engranaje catalán. Suárez, Umtiti Sergi Roberto y Piqué, quien estuvo dos veces a punto de anotar un gol, cumplieron una destacada labor.
Por los lados del Madrid también hubo jugadores muy destacados. Quienes acudieron al Bernabeu para ver la coronación de Cristiano Ronaldo después de su sensacional actuación en Liga de Campeones en los dos enfrentamientos contra el Bayern Munich, tuvieron que conformarse con una actuación discreta del portugués. Vieron, eso sí, a un sensacional Navas, acompañado por un formidable Carvajal y una muy buena actuación de Kroos, Modric y Benzema. Asensio en el tiempo que actuó generó algún peligro.
Zidane hoy, que contaba con Isco y James en el banquillo, decidió esta vez enviar a James al campo en los últimos diez minutos para que le sacara las castañas del fuego, cuando el Barca, con superioridad numérica iba arriba en el marcador por dos goles a uno. Y el colombiano no se amilanó. Entró con personalidad y en el minuto 86, en una jugada que él mismo inició, se adelantó a Busquets que no atinó a seguirlo y puso el empate temporal a dos goles. En su celebración del gol, ante un abarrotado estadio rendido a sus pies, repetidas veces se llevó la mano a su sien derecha y luego señaló la gramilla del estadio, como diciendo, “aquí estoy señores, pese a todo, mi mente está acá”. Ojalá Zidane, la prensa madridista y el público merengue no olvide esos momentos de éxtasis en los que aseguraban la Liga por el accionar del vilipendiado James. La gloria de la jornada era suya.
Lástima que ni él ni nadie contó con que seis minutos después, en los últimos segundos de descuento, aparecería Messi para recordarles a todos quién es el mejor jugador del planeta.
Puede que el Madrid gane la Liga. Es lo más posible. Pero mientras el Barca esté por ahí merodeando y con Messi el extraterrestre en sus filas, no se podrá descartar una sorpresa culé en la puntuación final. Los que iban hoy a presenciar un entierro, y el fin de una época, deben espera otro poco.
Messi, el genial líder del Barcelona, al igual que Sant Jordi, aplastó al dragón que prometía devorarse a la princesa. Deberá hacerlo nuevamente en lo que resta del torneo para finalmente salvar a su deseada Liga.