Terminó el torneo de futbol profesional colombiano e Independiente Santa fe cosió a sus escudo la novena estrella.

El equipo rojo de Bogotá, reconocido por sus hinchas como el  “santafecito lindo”, “el expreso rojo”, “los cardenales”, “el equipo del león”, fiel a su estilo y su historia, tuvo en ascuas a su parcialidad hasta el último minuto. Después del tempranero gol de Urrego, hizo un partido conservador, metiéndose atrás y tratando de contragolpear al Tolima que dejó en la cancha hasta la última gota de sudor en su intento por empatar el juego.

El onceno del profe Gamero fue un digno rival en una final que no se caracterizó por el buen juego, ni por el buen trato de la pelota.  Para los aficionados al fútbol, pero hinchas de equipos diferentes a los finalistas, los partidos de Ibagué y Bogotá fueron aburridos, tediosos. Y algo de razón los asiste. Realmente fueron duelos de esos que solo disfrutan y recordarán los hinchas del equipo ganador, es decir los santafereños.

Gustavo Costas, timonel del equipo cardenal, se las tuvo que ingeniar para modelar sobre el camino un equipo que él no había diseñado y con jugadores que quizás no eran de su total agrado. Es allí donde se conoce la capacidad de trabajo del técnico. Con la mística y dedicación que ya había mostrado en su primer paso por Bogotá,  convenció al grupo acerca de la importancia de mejorar su condición física, para hacer un fútbol de presión al rival, de veloces contragolpes, de entrega y coraje.

De esta forma, Santa fe se convirtió en un rival durísimo, que acumuló 15 fechas sin perder y que terminó el campeonato con una idea de juego fiel al pasado cardenal: sufrimiento, garra, tesón y compromiso.

El “Expreso Rojo” se fue pareciendo cada vez más a esas esforzadas familias de la clase media colombiana, que con coraje y dedicación logran al “sacar adelante” a sus hijos y llenas de orgullo, entregan al final unos buenos ciudadanos.

La campaña cardenal, pasó semanas de angustia en las que los resultados no se daban y se escapaban los puntos en los minutos finales de juego. Podríamos decir que fueron periodos en los que, como ocurre en muchos hogares, “solo había arroz y huevo frito” para el almuerzo.  Sin embargo, cuando hay conciencia de lo que se tiene y de las carencias, la realidad se enfrenta potencializando las fortalezas.

En este Santa fe campeón los goles fueron escasos. Sin dinamita adelante. Además de Anderson Plata (7 goles), Gómez y Osorio Botello (6 cada uno), también anotaron Balanta (2 goles), y con un gol se reportaron Gordillo, Tesillo, López, Moya, Anchico, Falcón, varios de ellos defensas y volantes de marca.

Pero esta debilidad ofensiva fue contrarrestada por una solvencia defensiva notable. Santa fe construyó un muro de contención que le valió ser el equipo con menos goles en contra. Castellanos y Zapata, en su momento, arqueros con experiencia y muchas batallas sobre sus hombros, lideraron una zona defensiva muy confiable para el plan ideado por Costas.

Y con el mismo esfuerzo con el que las familias de la clase media salen diariamente a ganarse la vida, este Santa fe, que en algún momento llegó incluso a perder la confianza de su parcialidad, “juntó todas las monedas” necesarias para sumar y sumar puntos, entrar con angustia a los ocho finalistas y alzarse con la estrella.

Los objetivos se cumplieron. Al final del año la familia cardenal llevó otra copa a sus vitrinas. Es cierto que se escaparon otros objetivos como la defensa de la Copa Sudamericana, la Supercopa y la Copa Águila. Pero no olvidemos que en agosto, ante el desconocido Kashima Antlers del Japón, Santa fe ganó la Suruga Bank Cup, con muy poco bombo mediático. Y al igual que en muchas familias de clase media, esta valiosa joya, refundida en un cajón, merece sacarse, exhibirse y lustrarse, más ahora cuando los japoneses brillaron con luz propia en el mundial de clubes.

Goza el Santa fe, sus jugadores, su cuerpo técnico, sus directivos. Goza la parcialidad roja que ve cómo durante los últimos cinco años la historia del club ha acumulado triunfos nacionales e internacionales que engrandecen la historia del “primer campeón del futbol colombiano”.