Contaba un amigo que una vez un hombre, con recursos económicos limitados, se devanaba los sesos por cumplir los sueños de sus dos hijos para navidad. El mayor, era un pesimista irredimible, experto en ver siempre los negros nubarrones frente a cualquier situación que enfrentara. El menor, era más práctico y sobre todo, un muchacho optimista.
¿Cómo dejarlos contentos en navidad, cuando no tenía el dinero suficiente para colmarlos de regalos? Conociendo el temperamento de sus hijos, decidió regalarle al mayor una bicicleta y como al menor no pudo comprarle nada, ya de afán y sin opciones, le empacó en una linda caja, con un gran moño, un montón de boñiga de caballo que recogió en un potrero cercano.
El hombre de la historia, atento a la reacción de sus hijos frente a los regalos vio cómo el mayor, frente a la bicicleta, renegaba por su mala suerte. “Qué voy a hacer yo con esta bicicleta: ahora solo falta que me caiga, me parta los huesos y nunca más pueda volver a caminar”. Con mucho temor, el hombre se acercó a su hijo menor, quien abrió la caja y regó la boñiga en el piso. Estaba contento y con cara de felicidad. Al ver a su padre le dijo: “papá, he recibido de regalo un caballo”. “¿Un caballo?”, le preguntó el padre sorprendido. “Si”, dijo el muchacho. “Acá está la boñiga, pero debe estar por ahí pastando”.
Esta historia nos sirve para revisar qué le quedó a Colombia después de esta fecha de la eliminatoria. El duelo de la triste derrota frente a Brasil ya se hizo. Quienes insisten en ver el fútbol para resaltar ante la adversidad los errores individuales, en su análisis particular de lo sucedido ya señalaron y masacraron a un par de muchachos que, con toda certeza, intentaron dar lo mejor de sí en el campo pero sin éxito.
Aun con tristeza por la derrota, trataremos de hacer un balance de lo que dejó para Colombia la jornada doble que pasó, convencidos de que los resultados en el fútbol se deben al esfuerzo de un equipo y que no dependen de la actuación de un héroe, o en este caso, de un par de villanos.
Es cierto que el desempeño de los nuestros frente a Brasil fue malo. Al menos durante los primeros 45 minutos dimos ventajas y ese empate parcial era mucho premio para Colombia. También es verdad que se cometieron errores en el planteamiento y que el gol de camerino llenó de miedo e incertidumbre a los muchachos que tardaron mucho tiempo para sentirse de nuevo capaces de pelear el resultado ante Brasil.
Debemos mejorar en lo colectivo. Eso será posible en la medida en que los jugadores convocados cuenten con más minutos en sus equipos. Pékerman podrá evaluar si realmente tiene en un “momento de gracia” a sus muchachos para intentar la búsqueda del triunfo en todos los campos de Suramérica. Pero el argentino también ha sido objeto de tremendas críticas cuando ha planteado partidos con el objetivo de defenderse y esperar a los rivales. Es que claro, con “inteligencia de para atrás”, si el resultado es adverso, el técnico y demás actores siempre podrán ser juzgados con excesiva severidad.
Ahora bien, produce satisfacción ver que transcurridas ocho jornadas estamos en zona de clasificación directa, después de visitar a Chile, Uruguay y Brasil, con resultados adversos frente a los dos últimos. ¿Entonces cómo justificamos el puntaje? Pues muy sencillo: ganando los partidos que debíamos ganar: Bolivia en La Paz, Venezuela en Barranquilla, Perú y Ecuador. ¿Que son los rivales más débiles? Puede ser verdad; pero en esta fecha Venezuela y Bolivia le robaron puntos importantes a Argentina y Chile. La clasificación está tan apretada que entre el flamante líder de la clasificación, Uruguay, y el sexto lugar, solamente hay 4 puntos de diferencia.
A los ojos del muchacho pesimista que recibió la bicicleta, lo logrado es poca cosa puesto que no tiene mucha gracia vencer a los rivales chicos, si seguimos perdiendo con los grandes.
Pero ser cuartos es un muy valioso regalo y eso nos debe alegrar: el botín obtenido hasta ahora es muy importante, puesto que estamos parcialmente clasificados de manera directa a la cita mundialista del 2018.
Revisemos con cuidado los partidos que vienen para Colombia en la próxima fecha. En menos de un mes, a principios de octubre, Colombia visitará a Paraguay en Asunción y recibirá en Barranquilla al líder de la eliminatoria, el poderoso Uruguay. Son dos juegos dificilísimos ante rivales de muy alto nivel. Para quienes gustan de las cuentas, Colombia necesita al menos cuatro puntos en las dos confrontaciones para mantenerse en el cuarto puesto. Ecuador que es quinto, con el mismo puntaje nuestro y menor gol diferencia, recibirá a Chile y subirá a La Paz para enfrentar a Bolivia. No debería hacer más de cuatro puntos.
Pesará entonces el gol diferencia y lamentaremos haber desperdiciado tantas opciones frente a Venezuela. Si nos dejáramos contagiar del optimismo del muchacho que recibió la boñiga, podríamos decir que no debemos temer por lo que viene, puesto que los uruguayos siempre se funden en Barranquilla y que en las dos últimas visitas a Paraguay, hemos vencido a los guaraníes.
Sin embargo, las cosas no son así de simples. Los partidos no se ganan con la historia ni desde la víspera. Hay que jugarlos. Esta verdad del fútbol, escrita en piedra, se olvida a veces a la hora de valorar los logros y calificar los desafíos.
No es momento de salir a acabar con todo, ni de calificar de inepto a Pékerman y sus asesores, ni de señalar como “del montón” a nuestros jugadores. Tampoco creamos que todo está ganado y que lo que viene es pan comido. Cambiemos esa manera de calificar, o más bien de descalificar todo en este país. Dejemos de crucificar a quien se equivoca intentándolo. Arropemos a los nuestros y coincidamos en que aunque el camino es difícil, es un objetivo de todos. Creo que podemos tener la certeza de que en la selección el grupo quiere triunfar, pues Moscú es el destino soñado.
El cuerpo técnico del equipo colombiano tiene un reto enorme por resolver antes de un mes, después de haber girado una fuerte suma contra los fondos de su popularidad por la manera como se dio el juego contra Brasil. Debe convencernos de que montar en bicicleta tiene sus riesgos, pero que hacerlo es posible y divertido. Pero no todo debe ser optimismo: también deberá alertarnos para que, si estamos rodeados de boñiga, nos aseguremos de que haya un caballo cerca.