La noticia se regó como pólvora. Un año después de su partida, inentendible para la mayoría de seguidores del Santa fe, se anunció el regreso de Gustavo Costas a la dirección técnica del equipo.

Después de haber estado frente a la institución en la conquista de la octava estrella, partió dejando tras de sí una huella muy grande por su carisma, entrega y compromiso con el sentimiento cardenal.

Después vino Pelusso y este uruguayo logró construir un sólido equipo, pesé a la  salida de importantes baluartes con los que Santa fe cosió a su camiseta la última estrella, como lo fueron Camilo Vargas, Daniel Torres y Luis Carlos Arias.

Llega ahora Costas a dirigir un equipo muy diferente al anterior. Santa fe  durante estos últimos doce meses sufrió la salida aparatosa de Pelusso en medio de una crisis institucional, a nuestro juicio mal manejada, que trajo como consecuencia la llegada de Alexis García al banquillo cardenal. Sin más preámbulos, tomó las riendas del equipo para afrontar los importantes compromisos que significaban la Copa Libertadores y, por supuesto, la liga nacional.

Los resultados de la gestión de Alexis bien los conocemos. No queremos en esta nota hacer un balance de su gestión al frente del equipo: que fue buena, que no tuvo tiempo para moldear el equipo, que la hinchada no lo quiso, que no hubo comunión con jugadores, en fin. Eso sería tema para otra nota. Lo cierto es que su paso por el equipo cardenal trajo dos frustraciones más a la colección histórica de tragos amargos para la parcialidad albirroja.

Alexis dio un paso al costado después del partido contra el Sevilla en Orlando y rápidamente se concretó el regreso de Costas quien también recibió ofertas para reemplazar, vaya paradoja, a otro Alexis, (Mendoza), que a su vez dejaba la dirección técnica del Junior.

Pero, ¿qué es lo que tanto emociona del regreso de Costas? ¿Por qué razón la fanaticada cardenal celebra alborozada el regreso del director técnico? ¿Acaso el técnico va a jugar de nueve? ¿Viene a ocupar la posición de zaguero central? De volante de armado?

Costas no juega, como tampoco jugaban Pelusso ni Alexis. Pero el argentino ya demostró en Bogotá que puede interpretar ese fútbol que tanto gusta la tribuna albirroja. Gustavo  Costas contagia con su estilo aguerrido, frentero y agresivo a sus jugadores, para que luchen cada balón como si allí se fuera la vida. Este técnico  no concibe que los rivales vengan a Bogotá, su casa, a poner condiciones y a esperarlos para contra-atacar.

La fanaticada albirroja espera que en este retorno se pueda desmitificar aquello de que segundas partes nunca son buenas. El gran reto consiste en lograr que la plantilla se contagie de su espíritu, asimile su visión del fútbol y recupere esa garra tradicional que ha caracterizado históricamente a quienes han vestido la camiseta roja y han dejado huella en el santoral cardenal.

¿Que esta nómina es inferior a la que tuvo Costas en su primera pasantía por Santa fe? Puede ser cierto. Pero también lo es que plantillas sin estrellas rutilantes, pero comprometidas con una idea de juego, se pueden imponer a otros equipos con jugadores más costosos. Ejemplos recientes los hemos vistos con el Leicester en Inglaterra e incluso con Independiente del Valle en la Copa Libertadores.

Hoy por hoy nadie gana de camiseta y las falencias técnicas se suplen con compromiso y un buen diseño táctico.

Pero también es bueno advertir que la moneda tiene dos caras: éxito y fracaso. La presencia del buen técnico argentino no garantiza nada. No es infalible; su campaña en México no fue buena, contrario a su exitoso palmarés dirigiendo en varios países de Suramérica. Tampoco es un superhéroe o un mago. Su llegada a Santa fe no garantiza el éxito, pero pone la cuota inicial para soñar con un equipo como el que le gusta a los santafereños: comprometido hasta la médula con la causa cardenal. ¡Bienvenido Costas, Santa fe es su casa!