Se acabó la aventura colombiana en la Copa América. En un extraño juego, cayó derrotada por 2 goles a 0, en el partido semifinal en el que enfrentó a Chile.

El equipo austral hizo valer sus pergaminos como Campeón de América, la mayor experiencia de sus jugadores y el estelar momento por el que pasa un formidable grupo de jugadores, cuya riqueza técnica es incuestionable. Además quedó claro que el cambio de Sampaoli, su técnico anterior, por el debutante Juan Antonio Pizzi, no alteró el patrón de juego del combinado chileno.

Colombia cayó derrotada porque no pudo concretar en el marcador las opciones que creó después del mazazo que significaron los dos goles del rival antes de los 12 minutos de juego. En seis minutos de pesadilla, entre el minuto 4 y el 10 del primer tiempo, la tormenta que se pronosticaba sobre Chicago, representada por los diablos rojos de Chile, cayó con todo su poderío sobre Pékerman y sus muchachos, haciéndolos papilla.

A Colombia le queda todavía el juego por el tercer lugar frente al anfitrión, Estados Unidos, que si se juega con seriedad y se gana, dará al combinado patrio el tercer lugar de esta Copa América. No sería despreciable ser tercero en un torneo del que se bajaron antes equipos con la tradición e historia de Brasil, Uruguay, Paraguay y México.

En esta Platea  no vamos  a hacer leña del árbol caído. No vamos a masacrar acá a los jugadores o al técnico porque se equivocaron en una decisión, en una acción de juego. Esto es fútbol y perder es una opción posible, más cuando se enfrenta a un señor equipo como lo es Chile.

Me queda la sensación de que el equipo colombiano está jugando con mucha ansiedad, con muchas ganas de agradar a los aficionados y a los críticos, como si en cada presentación se estuvieran jugando la vida entera. El equipo perdió esa capacidad de sufrir los partidos, trabajarlos y sentir confianza en las armas que posee.

Es cierto que jugamos un gran mundial en Brasil y que siempre queremos estar a ese nivel. Pero no siempre es posible. La transición, remodelación y consolidación de un grupo que tome la posta por los que se fueron no es un proceso fácil ni breve. ¿Cuánto le costó a Chile, al que todos miramos hoy con envidia, consolidar el proceso que hoy nos maravilla?  Varios años.

La mezcla de jugadores experimentados y otros no tanto, requiere  un trabajo de acoplamiento que se irá dando con el tiempo. El equipo colombiano se ha debatido entre presentaciones con muy buenos pasajes de juego y otras con un rendimiento colectivo e individual, confuso y errático. Aun no llegamos al punto de caramelo, como es el caso chileno, que sin la presencia de jugadores como Arturo Vidal, Matías Fernández y el Mago Valdivia, pilares del equipo, consolida presentaciones de altísimo nivel.

La convocatoria de Pékerman para enfrentar este torneo dejó pocos reparos. En líneas generales podemos afirmar que vinieron los mejores jugadores disponibles en el momento. Siempre será posible pedir a uno, dos o tres jugadores de los que se quedaron por fuera. Pero el encargado de elegir será el cuerpo técnico. Sus razones tendrán  para llamar a unos y no a otros, como consecuencia de su momento futbolístico, su comportamiento fuera del campo de juego, su manera de vivir con el grupo en un torneo como éste y de su gusto futbolístico.

El valor real del crecimiento como equipo de este grupo de muchachos solo se verá a medida que avance la eliminatoria mundialista. Allí veremos cómo van a capitalizar los jóvenes que estuvieron acá las vivencias que tuvieron como integrantes del combinado patrio en esta justa que convocó a los mejores jugadores de América. La clasificación a Rusia 2018 está a la mano. Estamos en zona de repechaje y nos esperan en septiembre Venezuela, Brasil y Paraguay. Serán tres juegos definitivos para encauzar la clasificación a Rusia.

Tenemos la tendencia a ver solamente lo negativo del proceso del fútbol colombiano. Con trabajo y perseverancia Colombia ha llegado a ocupar el tercer lugar del escalafón Fifa. ¿Inmerecido? ¿Producto de una metodología que no tiene lógica? No lo sé. Puede que sí. Pero con ese rasero se mide el desempeño de todos los equipos y en ese cálculo Colombia es tercera.

Caímos derrotados porque enfrentamos a un equipo mejor que nosotros. Así de simple. Pero no es hora de tirar todo al trasto. Seguimos apoyando a Pékerman, a su manera de ver el fútbol, de conducir a los jóvenes, a su interés por alargar en el tiempo esta buena racha de fútbol para Colombia. Perdurar en el tiempo y permanecer ente los mejores equipos del mundo debe ser la consigna. Pero eso requiere trabajo, esfuerzo, compromiso, unión de visiones.

Cerremos con dignidad la participación en esta Copa América del Centenario. Son más los sinsabores que los logros del equipo nacional a lo largo de este torneo. Para nuestras estadísticas, ser terceros no es nada despreciable. Sigamos haciendo historia.