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Junior logra una
clasificación a la final contra La Equidad para vivirla con la crítica, con la
alegría sopesada y con la posibilidad para el festejo que como obsequio, sirve
para creer en el poder anhelante de una región que necesita de victorias.
Triunfo que sirve para analizarlo con la visión del marketing estratégico aplicado al fútbol, el lenguaje de Umaña.

Junior logra su
derecho a jugar la final del 2010 gracias al planteamiento de un lenguaje futbolero
de profesionales que supieron jugar al estilo de un equipo de visitante que no
se dejó vencer connotativa ni semánticamente.

Un «triunfo»
acosta de un Rojo impotente, de un bravo Rojo que no demostró categoría ni en
Barranquilla ni en su sede; sólo mostrando signos de angustia y de apuro
futbolístico. El DIM atacó por donde quería, casi con pataletas, sin encontrar
un claro rumbo hacia las redes. Así no era Rojo, así no era, ya que el Junior
fue un diseñador actoral que supo montarle al DIM un escenario de frenesí
desesperante; un Junior que le montó una futbolfrenia
al Montañero, con una estructura de juego que no supo descifrar el paisa. Los
volvió locos cuando atacaban, en sus toques, y por momentos, lució el Rojo
descoordinado. El Junior así, como este de hoy en Medallo, sabe manejar la
conciencia y «mente» de los equipos contrarios, los vuelve enfermizos en los
juegos y los confunde tanto que no saben ganar en sus sedes. De sólo ganas, le
dijo el Junior al DIM, no se gana.

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Es una derrota para
Junior que significa triunfo y un triunfo que deja rigores para las prospectivas
de marketing de Umaña. ¡Claro! Umaña
sabía, y los jugadores también, que este partido había sacarle el gatillo después
del brillante triunfo en el Metro por 3-1.

El de hoy, fue un
primer tiempo para olvidar, a punta de especulación y de manejos débiles en
momentos, sólo Ruíz contra el mundo que demostró una sapiencia de delantero sin
miedos. Contrariamente, Junior jugó un segundo tiempo bien trabajado para
sostener sus business. Negocios que
dejaron créditos como para comprenderlos como signos de esperanza para
campeonar de visitante y obtener resultados positivos como el de hoy.

Junior mostró un
trabajo que Umaña diseñó, y que demuestra que él, necesita mucho apoyo de los
jugadores para acceder a la gloria de campeonar de nuevo, de bajar esa estrella
coronada, para perfeccionar a una ciudad que de sed, palpita la utopía insaciable
de un Carnaval que se avecina prematuramente.

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Pobre tribuna
callada.

Inmensa Medallo
que se abarrotó de tristeza por la pérdida de un hijo que no se pudo graduar
este año; una fallida sustentación que, en su caso, buscará en otra historia. Y
un costeño fútbol que se edifica con las entrañas de otro fútbol, esa que
pedagogiza una herencia brillante, una fábula al estilo de Umaña, el volante gerente
y regente de los sentidos pacíficos y que busca renacer en un Caribe que ahora ríe
con la dignidad que brinda la felicidad.

¡Estamos
contentos porque Junior se sostuvo en su ley! En esa gramática del contragolpe
y en la manivela de la movilidad creativa y rápida de conocer las venas Rojas
para no hacerlas circular hacia el marco del Peto -envidia de Muñoz ahora-.

Una complicidad
entre dirección técnica y lucha aguerrida fue este Junior de hoy.

Brillante su
papel en esta dupla de juegos.

Vámonos, vamos,
vengan… a la fría bogotana para seguir apoyando y de-mostrando el desequilibrio rolo contemporáneo del
fútbol.

Vencer en Bogotá
no es un delirio absurdo.

Se puede. Será
racional y emocionante.

Y en
Barranquilla ya saben qué pasará.

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Chulespe
volverá.

Saludos a la
Bruja Verón.

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