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No puedo creer lo que
vi. No lo puedo creer porque la regularidad, esa que Junior había recuperado en
Medellín y que venía untada de esperanza y coherencia, hoy, en la tarde
barranquillera, fresca, sonorada por los árboles de mataratón, y por la
algarabía pujante de una afición también creyente, rezandera de oraciones
mamadoras de gallos, de cánticos tropicales y de voces gastronómicas variadas
del Caribe, hoy, no se vio, sí, hoy 28 de noviembre, no se vio porque se derrumbó
cayendo al submundo de los lamentos para untarse de atosigues preocupantes.

Otra vez, Junior dio
muestra de generosidad. Sí, de generosidad porque le dejó todo servido en el Metro,
al Pereira.  Se lo puso en bandeja para
que le jugara, ni siquiera de tú a tú, porque Pereira fue más, no digo futbolísticamente,
pero si con actitud de hacer las vainas «decentes» eso que llaman juego limpio.

En el terreno de
juego, con honestidad carajo, el Matecaña salió airoso y casi que se lleva los
tres puntos. Con ganas de salir adelante y de montársela a Junior, el Pereira
lució coordinado, bravo, atacador y con ganas de hacerle daño a Junior, de una
manera silenciosa, porque sus volantes y defensas actuaron con verraquera y con
sudor.

Me merezco un elipsis
reveladora de una verdad que vi hoy, de una verdad que siento fueron los jugadores
que confundidos, llenaron los vacíos de los corazones en las gradas y
desperdiciaron goles cantados tres o cuatro veces. Comesaña se la pasó de pie
en los pliegues de la cancha, dirigiendo la orquesta con sus dedos en los
labios gritando marcajes, estrategias y quizá, balbuceando sus inoperancias de
hoy.

La reaparición de
Cortés muy irregular, Valencia loquito en el área y preocupante su nivel y
creemos como otros hinchas, que Junior no es de su «mediocridad», Romero
trabajó poco en las puntas cuando ameritaban ataque, Teo muy flojo y caminando,
Giova despistado y pensando en qué carajadas, Grisales con una alegría desordenada
y la gente en las gradas deseaba a Bacca -que lleva ya sus semanas desaparecido-
y también, deseando a un Ruíz y deseando también, la cabellera de Casanova que si
la tuviera copiosa, de pronto, sí de pronto, hubiese provocado un vuelo chueco
de la pelota hacia un lado vecino de Muñoz y no que entrara por toda la puerta
de la casa y sin pedir permiso, sin ni siquiera tocar la puerta…  

Contrariamente, creo
que El Piojo, en medio de su zurda amelcochada, supo enfrentar con verraquera
una defensa férrea y el bloqueo intenso del Pereira, me parece que fue el mejor
del Junior y no por su notable «performance» escénico, sino porque corrió,
abrió, rompió y puso pelotas.

 No sé si fue penalti, pero en eso el árbitro
tiene la responsabilidad y la decisión de pitar algo que él vio como falta
cuando es agarrado por la camiseta y de ver que Acuña sintiera, de repente, una
«patadita» para que le diera el pasaporte y entrara a la fama del partido y
cayera como guayaba madura en el patio de las yardas temblorosas. Piojo se las
sabe, pero ese saber, ¿es parte del fútbol? ¿es la picardía la nueva retórica de
la trampa para sacar ventajas?

Un partido para
analizar con prosperidad y ajá, no pensar que se ha perdido todo, que estos
juegos resultan ser pruebas de una irregularidad porque los equipos hoy son verracos
y mañana unas liebres inocentes.

Que Junior necesita
recuperarse, ¡Sí!

Que Junior estudie
sus errores y que alce las campanas emocionales, es una consigna. Todos ellos
son humanos y necesitan reflexión. Pero también, autocrítica y autoestímulo.
Toca respetarlos porque los queremos y deseamos ver -a través de su
representación-, a una región campeonar, sea con Junior o con Real.

Hay que seguir
confiando en el equipo y luchar contra la antiregión, contra los que nos desean
estar eliminados… pero sobre todo los jugadores, son los que necesitan
evaluarse, juzgarse y presentarse siempre como actores creativos y ganadores.

… no estuvo tan mal
haber ganado un punto. Sé que hay incredulidad pero sigamos creyendo en este equipo fascinante que es Junior. Porque no hay sentimiento más firme que ser hincha en las buenas y en las malas, y siempre como a un hijo veremos aestos tiburones, o  como  un padre que se equivoca pero que le reforzamos los errores como actos positivos, como actos creativos para crecer y no para castigar.

Sigamos con la paciencia y la esperanza crecerá de nuevo.

Chulespe volverá.

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