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La noticia de la salida del América de la Lista Clinton fue bien recibida no sólo por los hinchas rojos sino por todo el ambiente del fútbol. Están dadas las condiciones para que ‘la mechita’ recupere su lugar de grande.

El nombre del América de Cali volvió a ocupar grandes páginas en los medios internacionales por su salida de la Lista Clinton tras 16 años de espera. El hecho fue celebrado con optimismo. Muchos lo hicimos no sólo porque se ha cerrado una etapa en la que el narcotráfico permeo todas las estructuras del fútbol colombiano sino también porque están dadas las condiciones de que un grande recupere un lugar que se ganó con base a jerarquía y chequera.

Hasta 1979, el América era el segundo equipo de la ciudad de Cali y vivía a la sombra de un rival de patio que acababa de llegar -hecho inédito en nuestro fútbol- a la final de la Libertadores. No ganaba nada y era apodado con cariño como la «mechita». En tan sólo 23 años, ganó 12 de 22 campeonatos colombianos, llego a cuatro finales de Copa Libertadores y plasmó una hegemonía en base a jerarquía y hambre de títulos.

El equipo de Cali se llenó de hinchas por toda Colombia ya que dos generaciones lo vieron ganar no sólo en el país sino en el continente. Se dio un fenómeno parecido al que se vive con el Barcelona ya que los triunfos seducen más que las derrotas para incorporarlos en las identidades individuales. Si bien Nacional vivió un fenómeno similar, no es comparable al del cuadro «escarlata» ya que los verdes empezaron a ganar en 1989, cuando ya América era la referencia de nuestro fútbol en el continente.

Afirmar que esa grandeza sólo se debió a los dineros del narcotráfico es inexacto. Si bien, es cierto que el club no estuvo de denuncias por sobornar árbitros y compras de partidos, los directivos de la época le apostaron a un proyecto hegemónico en el que por 12 años, Gabriel Ochoa Uribe fue el gran timonel. La fórmula chequera, hambre de triunfos y jerarquía fue la que sedujo a Ricardo Gareca para que dejara a River por el cuadro «escarlata». Esta decisión le pudo costar no ir a México 86.

Los hinchas de Nacional, a comienzos de los 90, veíamos al América como los madridistas ven hoy al Barcelona. Un rival superior al que hay que vencer. Durante tres años los dos equipos ocuparon los dos primeros puestos del campeonato colombiano en una rivalidad que hoy extrañamos. Pero casi siempre se imponía la jerarquía de un equipo que no tenía límites, salvo la mala suerte copera. Jamás pensé que esa grandeza se iba a diluir por arte de magia y menos cuando sin patrocinios y con Kilian Virviescas jugando como Roberto Carlos, América eliminaba a River en la Libertadores del 2003.

Como si el destino se cobrara ciertos excesos, América ha vivido diez años de terror sólo mitigados por el título de la Copa Mustang II de 2008: las innumerables huelgas por falta de pago, la final perdida contra Chicó en Tunja, tener que exhumar al ‘Pipa’ de Ávila a los 47 años para recaudar dinero, el famoso «va la madre, si no van al estadio» de Umaña en una cartulina rosada, ser el primer equipo grande en descender -y por promoción- a la Primera B y no volver al año siguiente a la primera división tras tener tres de cuatro posibilidades para subir.

Sin embargo, apareció la luz al final del túnel. Salir de la lista Clinton no le va a solucionar al América todos sus problemas pero es la cuota inicial para reinventarse. No entiendo a aquellos que se alegraron con su descenso, obviando que siempre es bueno ganar un campeonato compitiendo con los mejores. Muchos hinchas de Boca, extrañaron a River cuando se fue a la B y yo extraño al América como gran rival. Porque cuanta falta hace un Nacional-América, un Millos América o un Santa Fe-América a todo trapo. No me conformo con un Equidad-Petrolera un viernes a las 7 de la noche.

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