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La actuación de Colombia en el mundial de Brasil la llevaremos por siempre en nustros corazones. Cómo también el dolor de ser eliminados cuando estábamos para más. Pero lo mejor está por venir.

La escena era realmente conmovedora. Apenas ‘Maxi’ Rodríguez convirtió su penal, todas las personas que estaban a mi lado se abrazaban emocionadas, la pareja de la mesa que estaba paralela a la mía se dio un tierno un beso y los meseros revoleaban sus trapos entonando viejos himnos de guerra («soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar») o el hit de moda («Brasil, decime que se siente tener en tu casa a tu papá…»). Todo el bar explotaba de la emoción y de la euforia. Todos menos yo. Yo, que me vine a la Argentina enceguecido por tantas leyendas futbolísticas. Yo, que lloré al igual que Maradona en la final de Italia 90. Yo, que no tengo más bibliotecas para guardar tantos «Gráficos». Por primera vez el destino de la Selección del país que me acogió y me dio una gran mujer, me era indiferente. Casi lloro, ante tanta locura: es que sentí, casi al borde de la angustia que ahí tendría que estar mi Selección: Colombia.

Ya casi pasó una semana de la eliminación de Colombia contra Brasil y el Mundial dejó de tener sentido para mí y sólo pienso en tachar los casi 1485 días que faltan para que llegue Rusia 2018. Si, yo también me emocione al ver por televisión al país recibiendo a nuestros héroes. Si, yo también me emocione con las palabras de Yepes, con el pequeño homenaje de James a Falcao, Amaranto y los demás ausentes y con el baile de José con mujeres hermosas. Sin embargo y a pesar de ser los quintos del Mundo, de batir el record de longevidad con Mondragón y de tener a un posible Botín de Oro del Mundial, siento la misma sensación que sentí en Italia 90: que estábamos para más y que nos robaron (o dejamos que nos robaran) la ilusión.

Ahora entiendo a los argentinos cuando quedan eliminados en cuartos por más que hayan ganado los cuatro partidos anteriores. Cuando uno llegó hasta acá de esta manera, reinvindicó su historia y se posicionó como potencia emergente en el mundo futbolístico duele salir cuando se viene lo mejor del baile. Y duele por las formas: el marco del público, el himno de Brasil cantado a ‘capella’, la moneda de Velasco Carballo que tenía la imagen de Xuxa en cara y la de Pelé en Sello y las quejas de los brasileños por la lesión de Neymar cuando ellos agarraron a patadas a los nuestros como han hecho con el «jogo bonito» que inmortalizaron en el 58, 62, 70 y 82. Pero duele sobre todo al ver la otra midad del vaso: Colombia sufrió el primer tiempo del partido, le volvió a tener miedo al gigante, se salvó de que le metieran tres en los primeros 45 minutos y sólo sacó su rebeldía y su jerarquía cuando las «papas quemaban».

Es un avance que por primera vez archivemos las camisetas de Brasil y Argentina que siempre usábamos en los mundiales. Porque Colombia a los mundiales los disfrutaba poco cómo en Italia 90, los sufría cómo en el 94 o simplemente no los jugaba. Sin embargo, en Brasil 2014, Colombia jugó para ganarlo, dejando huella, rompiendo con el pasado para posicionarse en la élite. Reconforta saber que Yepes haya dicho que «este es el comienzo de una nueva era para el fútbol colombiano» y que nuestro objetivo ya no sea ir a un mundial, ni pasar la primera ronda. Emociona que Pekerman diga en plural «que debemos mantener esto y que Colombia debe seguir en la élite«. Cualquiera que leyera entre líneas estas palabras sospechará que quiere seguir. Sólo el tiempo dirá.

anto le costó a Colombia llegar hasta donde llegó que desde Luis Bedoya, Álvaro Gónzález (enemigo de la llegada de un extranjero a la Selección) y hasta Juan Manuel Santos quieren que Pekerman siga para mejorar lo logrado en este mundial, porque este equipo está lejos de tocar su techo. Emociona estar en la élite, en ser cabezas de serie, en ser quintos en un mundial y por eso no queremos perder ese lugar por nada del mundo. Es por eso que no disfrute el triunfo de Argentina y hasta se me pasó por la cabeza que perdiera. Ya no es mi segundo equipo. Es un rival a vencer que me está quitando lo mío. Es por eso que no me causa gracia que me digan siempre por la calle «que lindo mundial jugó Colombia», mirándome desde su status de finalista y de «papá de Brasil». En silencio les sonrió, los ignoro y no les celebro su clasificación a la final. Estoy en otra. Estoy orgulloso. Estoy de luto.
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