Quedaron definidos los dos equipos que pelearán, en medio de la pandemia, la Liga BetPlay del 2020, un año en el que ha pasado de todo con nuestro fútbol y, sin embargo, no ha pasado nada.
De todo, sí, la salida de Vélez de la Dimayor con la generosa indemnización por ello sin haber cumplido ni una sola de las promesas, ni ejecutar el 30% del plan. No cerró lo de la TV internacional, no convirtió nuestro FPC en algo más atractivo y a la maldita sea logró sacar el campeonato femenino.
Al nuevo presidente le tocó bailar con la más fea, no solo llena de COVID, sino que también con una hinchada distante, equipos con mil problemas financieros, patrocinadores con miedo, una Comisión arbitral con más fallas que aciertos (a pesar del VAR) y el asqueroso tufillo de tener una Liga aparentemente amañada. Eso sí, a menos de $30.000 por mes en “el canal que todos queremos”. Buena suerte presidente. ¡Feliz año!
Pasó de todo y sigue sin pasar nada, porque también hubo temas con la reventa de las boletas, el cambio del DT, su staff y otras cosas en el seno de la Federación. Esa es otra historia, ojalá con final feliz, ojalá.
Por si fuera poco, nuestro balompié no ha saldado con buen balance su participación en los torneos Conmebol, incluida por supuesto la de nuestro equipo amado, pues tanto la Libertadores como la Suramericana, las presentaciones de los afiliados a Dimayor ha sido más con pena que con gloria.
Hablando de eso, de nuestro Deportivo Cali, ya el equipo regresó a entrenamientos tras un periodo corto de vacaciones en donde, no sé si se lo propusieron así o salió “casual” a varios de los referentes del club, incluido el capitán, se les vio más la cara en ese tiempo que cuando salimos eliminados de todo por el Quindío, La Equidad y tras una bochornosa goleada en casa. Hombre, uno no le resta méritos a los rivales que, con más ganas, orden, despliegue físico y sí, también suerte, lograron cumplir con sus objetivos frente a un plantel que, aunque quiso correr, no pudo, lástima, no era el final para lo propuesto por Alfredo Arias.
Queda el partido ese del 30, mirarlo como una oportunidad de volver a la Sudamericana y disputarlo como lo que es, un partido clasificatorio frente al ganador de aquellos que perdieron. No es más.
La hinchada del Cali es particular tenemos tantas cosas en qué pensar para darle manejo a lo bueno que hemos alcanzado este año y tanto más por corregir para voltear aquello que no funciona y salir del momento en el que estamos, pero no, nos hemos, la gran mayoría, quedado en lamentar el jugador que no llegó, el que se fue, los que llegaron y, lo que es aun peor, obsesionados con la posible estrella de otros.
No debemos, pienso yo con suma humildad y respeto, enfocarnos en lo que dijo una periodista, en lo que sale en un VAR, en lo que nos joden (porque lo pueden hacer y lo harán) los hinchas rivales sin detenernos a mirar lo que somos, lo que tenemos y lo que debemos hacer. No podemos seguir nublados entre favores por pagar, vanidades o ego. Somos el Deportivo Cali, somos referentes sí, en muchos aspectos, pero de un tiempo para acá es importante que aceptemos que tenemos varios inconvenientes al interior de nuestra organización que nos impide demostrar con hechos todo aquello que decimos y sentimos.
Insisto, más que pensar en los que se van, debemos concentrarnos en valorar lo que dejan, aprender de lo que dejan y revisar lo que queda. Gran parte de los hinchas llevan llorando a Dinenno todo el año en vez de revisar por qué en la cantera no hay uno solo que, la oportunidad de gol que tenga, lo meta, ¿Dónde están los que pintaban para llegar y no lo han hecho?; ¿Por qué nos llega una “promesa” de 28 años o por qué le atinamos más a los postes que a la red?
Ahora vienen las salidas. Deiber, Johan, Agustín, John Vasquez, se irían pagados y se sumarían a los que no se les renovó contrato. Algunos dejaron huella, otros solo la firma en la liquidación. En fin, que se vaya el que se tenga que ir, agradecer lo que dejan (así sea solo $$) y ya, seguir con foco en reconstruir con lo que hay, reforzar eso que hay y seguir, viejo, no podemos estar toda la vida llorando al Mago Loayza o al Tigre Benitez sin, mejor, “llorar” porque de donde salió Borré hoy no sale ni un Miguel Murillo.
Y eso es solo uno de los escenarios que debemos reevaluar en la Asociación Deportivo Cali. Recordemos que también están las sedes sociales, el estadio, el staff administrativo con todos sus proyectos de transformación y reingeniería cuyos objetivos se vienen cumpliendo en algunos y en otros no tanto.
Hablando del staff. Viene la asamblea, rendirán cuentas. Veremos lo bueno hecho por mercadeo, las alianzas y reconocimientos internacionales que, como club alimentan la imagen y sostienen el posicionamiento, pero no da estrellas, no suma en la lista de los trofeos o logros por los que se recuerda verdaderamente una gestión, eso sí, lo hecho es muy meritorio y notable, si fuera fácil todos lo tendrían y no es el caso, los logros han sido reconocimientos exclusivos del Deportivo Cali, nuestro modelo, nuestra gestión y nada más
Volvamos a los ejes, al que obvio, es el más importante: el plantel profesional.
Nosotros no merecimos la eliminación como se dio, no. El equipo hizo un mejor fútbol que el de los últimos años, real. Se valora y agradece el espíritu, pero tampoco merecemos canteranos que creen que están al nivel y no dan la talla al recibir la oportunidad, ¿falta de confianza del DT o falencias en la formación? ¿Quién responde?
No merecíamos tampoco el resistir la elección de un presidente que llegó con una plataforma llena de promesas y se fue cumpliendo solo la suya. ¿Cuál fue su legado? ¿Cuál es el legado de los miembros del comité que llevan dos o tres periodos ahí? El 2021 viene con elecciones, vale la pena preguntarse, antes de ir a asados, baños turcos, estrenar sillas o recibir atenciones si lo que hay ha sido útil para todos o solo para algunos.
Estaba pensando en mi viejo, papá vio al Deportivo Cali que se hacía matar por la camiseta, que se reponía de las limitaciones y trampas con fútbol, con ganas, con pundonor y orgullo. Un Cali que se le paraba al que fuera, que no tenía excusas ni antes de jugar ni después de los partidos sin importar el resultado. En esa época el hincha acompañaba, alentaba y el asociado respondía, daba la cara, le importaba la grandeza del club.
Pienso en aquellos que el Deportivo Cali les significa un poco más que un simple club de fútbol, quienes palpitan por el verdiblanco, hinchas que de verdad sacrifican tiempo e invierten dinero en alimentar su pasión, ¿Cuál fue su retorno además de la ilusión? ¿Cómo se les responde?
No debemos permitirlo, no. Cada año es igual y llevamos varios años así, un tumbo, dos, una serie de partidos ganados, otros perdidos. Gente hablando de lo que fue y pudo ser en vez de admitir que mucho de lo que hay hoy es su responsabilidad. Otros en silencio viendo como se cae todo, otros esperando que se caiga todo para levantar solo lo que les conviene y otros más viendo a ver qué recogen de lo que cae… al final pareciera que el Cali solo le duele a los de siempre y, desafortunadamente ellos no deciden por más voluntad que tengan.
Urge ajustar, cambiar, movernos y aplicar el “pensar, decir… ¡hacer!” con fuerza, sin ego, sin vanidad, sin caer en intereses personales, pensando en el hoy, conociendo muy bien el hoy y proyectar con responsabilidad el mañana sin alentar a la falsa promesa, la expectativa desmedida y mucho menos llamarse a mentiras.
Quedaron definidos los dos equipos que pelearan, en medio de la pandemia, la Liga BetPlay del 2020, uno es un equipo que hasta hace menos de un año no pasaba del puesto 12 de la tabla, pero cuya hinchada decidió arropar los cambios en la dirección administrativa, exigir construyendo y unirse alrededor de jugadores llenos de compromiso y garra.
El otro uno que estuvo cinco años en la segunda división, liderado por quien, aún ahora, se le discute su conocimiento en fútbol, pero abocado a responderle a una hinchada multitudinaria que alimenta la pasión de los jugadores por una camiseta más allá de las limitaciones logísticas que puedan tener.
Nos dieron y nos dan, una gran lección. Tenemos todo para ser mucho más de lo que somos, pero hemos optado por dejarnos caer en un discurso lastimero y contagioso de adversidades sobredimensionadas, alcahuetería y mucha falta de pertenencia.
Esto, el ser hincha y asociado al Deportivo Cali, es para disfrutarlo, por supuesto, pero en algún momento, como ahora, tiene que doler y no por el pasado, no, sino por el presente y un futuro que no pinta bien, salvo que aceptemos lo que no funciona, nos unamos para corregirlo, exijamos construyendo y alimentemos, como hinchada, al jugador para que si no siente la camiseta, vaya y ejerza su profesión en otro lado porque aquí, a nosotros, no nos importa nada diferente a eso, hacer respetar la camiseta y todo lo que representa. No estamos para hacerle favores a nadie, no estamos para ser centro de rehabilitación o vitrina, no, acá estamos es para validar porqué nos hicimos llamara Amenaza Verde y por qué se dice que hemos tenido el mejor fútbol de Colombia.
Hora de dejar de sacar el pecho por lo que fuimos y de ponerlo por lo que seremos entendiendo que el objetivo institucional va, por mucho, más allá de los intereses particulares. Lo he escrito antes, Deportivo Cali no vive de apellidos, por notables o nobles que sean, vive de los títulos, de las gestas deportivas, de su modelo democrático, de sus formas y del orgullo de su hinchada, ya no podemos seguirlo golpeando sin que pase nada, ¿o sí?
Nos vemos en el estadio, cuando se pueda, mientras nos leemos por acá.
Cuídense mucho.