Octubre 19 de
2010
Por Azzurro
Si algo hay que
abonarle al Millonarios de Páez y Arango es que en este último mes ha roto -y
de qué manera- la monotonía. La eterna y profunda monotonía embajadora. ¿Qué
hincha azul no se estaba ya acostumbrando a sufrir todos los partidos de local?
¿Quién se acordaba de lo que se sentía ganar de visitante? Estábamos aburridos
de las burlas de los rivales quienes se frotaban las manos soñando con el
descenso azul. ¿Qué pensarán ahora?
Millonarios
lleva 13 de los últimos 15 puntos disputados. Estuvo en la semifinal de la Copa
Postobón y mañana se juega buena parte de su clasificación contra un rival histórico
en patio ajeno. ¡Qué manera de salir de la modorra y volver a tener algo de
esperanza!
Debo decir que
falta mucho para cantar victoria y volver a jugar unos cuadrangulares finales,
pero también que se siente bien ver a un equipo más constante, más corajudo y
con vergüenza. Da gusto ver a Amaya (sí, Amaya) liderando al equipo, metido en
el cuento y tratando de unir a los 11 en la cancha. Me gusta que viva rezando
si eso sirve para cambiar la actitud de sus compañeros. Se siente mejor aún ver
a Robayo haciendo goles, a Delgado tapando de todo y a Franco teniendo de nuevo
una oportunidad en la cancha. ¡Y hasta Cichero hace goles! Qué manera
de salvar el puesto, profesor Páez…
No todo es
color de rosa. Aún los cambios de Páez confunden a más de uno. La defensa es un
interrogante mayúsculo y contra Nacional tendrá una prueba muy compleja. Pajoy
y del Castillo son algunos de los jugadores que aún no aportan lo que se espera
de ellos y la verdad es que perdimos tanto terreno al principio del torneo que
una clasificación a cuadrangulares sería una epopeya.
Pero, ¿por qué
no soñar? Llevamos tantos años en la más onda amargura y desilusión que
disfrutar el momento de Millos es un derecho que tenemos todos. Llámenme
mediocre, conformista, pero con solo hacer memoria de la situación de Millos en
los últimos años, siento felicidad de ver el descenso lejos y de abrazar la
posibilidad de ver el partido de mañana con ilusión y expectativa. Siento como
si me hubieran despertado de una monotonía infernal, eterna y densa para
disfrutar, así sea por unos instantes, del vértigo de la victoria.
Mañana
estaremos todos con el más veces campeón. La hinchada pide siempre lo mismo:
corazón, vergüenza y amor por la camiseta. Ganen o pierdan, a los azules
siempre los mediremos por estos factores. Ojala mañana Estrada se acuerde de
ese partido que se jugó en Medellín, cuando Millos era el Millos de Mario y que sirvió para
borrar la agonía que fue el paso de Lasarte para luego llegar a la semifinal de
la Copa Sudamericana. Ojala el Atanasio sea el escenario para construir el
renacer azul.
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Vamos Millos.
Azzurro