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Esto que digo no es nuevo, todo el mundo lo sabe.

Pero lo muy importante es que fue una noche de regalos pues Junior recibió dos prendas invaluables que se tradujeron en goles de parte de un arquero nervioso, malito, y  desubicado.

Sin embargo y apesar de ello, Junior no supo marcar y tampoco sostener una defensa arreglada, decente y firme, como la que siempre se le pidió durante todo este año corrido,
eso nunca jamás ya que ni en el Local ni en esta Copa, Quintabani
supo armar.

Pero no fueron dos regalos, fueron tres pues el penalti a favor tampoco fue.

Otro regalo de Junior (y van cuatro), fue el obsequiar las marcas a Jaguares que le permitió al Tiburón  deslucirse para que el visitante empatara y así durante todo el partido, el equipo mexicano llegó a Barranquilla a enseñarnos actitud y berraquera, optimismo y valentía.

Un equipo medio pelo, el último del campeonato «manito» sacó su manota y le indujo a Junior armar las petacas.

Fue una fe que que se vino abajo y que por momentos, a pesar del regalo del árbitro cuando el penalti a favor del Junior, esa esperanza de creer que podríamos avanzar, los chiapanecos otra vez, se aferraron a una cancha como cuales locales y sin pena ni gloria, demostraron por qué Quintabani y su banda habían estado equivocados durante tanto tiempo en este partido y los demás, y en los anteriores.

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Y nosotros como afición creyendo en un poderío que como simulacro nos retorizó creyéndonos el discurso de que clasificamos a la Copa con poderío y buen juego cuando veíamos los partidos de Junior ante los peruanos y brasileños y nos quedaba en la retina una duda de estructura en su juego pero como ganaba a punta de «chiripazos» pues nos callaba la boca pero sabíamos en nuestro más fondo sincero que había una «cosita» que no nos convencía.

El Junior guerrió y hay que abonarle la berraquera que tuvieron los muchachos pero sin conducción coherente pues nada se consigue.

Un desfalco entró a la Ciudad de Barranquilla y entró para quedarse pues no se avisan cambios y parece que Quintabani sigue en su trono.

Excepto que se hable con franqueza y claridad pues la ciudad y el país juniorista están deseosos, sedientos, de que Quintabani termine su entrenamiento hoy para enfrentar al Medellín y se lleve una goleada y por fin empaque su maletas.

Jaguares demostró también el por qué Junior es débil, sin contundencia y desarmado de estructura y funcionamiento coordinado, armado a punta de trazos largos y sin armonía.

Ahora, las maletas saldrán de Barranquilla repletas de goles, de malos resultados y por supuesto
de billetes; Junior tendrá que gastar más plata para escoltar a Quintabani pues los chulos o goleros
rondarán las terminales de salidas hacia el exterior de nuestra ciudad.

Se hablan de goleros que se avecinan como Pinto, otros hablan de Retat, los más locos, sí más locos
que Quintabani dicen que viene un entrenador argentino que trabaja en Venezuela, la verdad,
otro viene de Costa Rica y hasta los más osados hablan de un entrenador despedido recientemente de
un equipo bogotano, blanco es gallina lo pone.

Lo cierto es que las maletas de Quinta hay que entenderlas como de doble sentido.

No se sabe si un jugador que ha sido brillante durante todo su vida y ahora, él y los demás,
resulten ser estrellitas maletas de un discurso futbolero avergonzante.

Eso fueron los jugadores de Junior, ayer brillantes, hoy pésimos, por los cuales la ciudad y la afición
barranquillera sienten hoy verguenza, sienten dolor.

Son maletas.

Chulespe anticipó este debacle al igual que todo el país.

Chulespe lamenta también que si bien el dolor y la decepción existen, no hay que violentarse en contra de nadie,
hay que llevarla al mundo de la reflexión interna o compartida pero en buena onda.

Ojo a la seguridad en el Metro, pues el aficionado que entró anoche
dejó entrever lo débil de su sistema: no puede repetirse semejante violentización del espectáculo.

Ya me imagino el Junior jugando a rescatar sus puntos perdidos para tratar de posicionarse entre los ocho, ya
con sus patadas de ahogados, ya con una neurosis anunciada y un susto de jugar a solas en el Metro.

Chulespe volverá con su corazón adolorido pero siempre esperanzado de que Junior levante cabeza.

 

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