Pero qué va, nada natilla.

Con la rapidez de un rayo, Cheché Hernández, haciendo su esfuerzo más notable después de no se qué tanto años de no volver al fútbol programado en la cartelera del rentado colombiano, llevó a Junior a su primer fracaso:
el no pase a una semifinal, casi final si se quiere ser tan objetivo como Richard Páez cuando dice que «ya es hora de que la hinchada de Millonarios aparezca», o la lapidaria frase: «Junior está golpeado pero no se ha muerto».
Sí, tan rápido como Superman. Tan veloz fue que no nos dimos cuenta cuando el equipo que puso en Bogotá cuando aquél doloroso e irrespetuoso -contra la fanaticada, claro-, 4 a 1, nos demolió la sensatez y nos metió en líos con la moral Caribeña por el piso y con la esperanza anhelada de un revolcón en el marcador en los predios sagrados del Metro de la Murillo.
Pero qué va, nada natilla, como decía un viejo amigo de Lorica, El Flechas.
Ojo Cheché, me refiero a ti porque eres el responsable de las alineaciones y de la dirección del juego en la cancha, sé reconocerte que estás haciendo bien las cosas en la LIGA, pero creo, que la final la abortase en Bogotá cuando presentaste un equipo de segunda y me parece con todo respeto que ahí te equivocaste.
Junior nos despertó anoche de un sueño que pudo ser con maracas alegres pero qué va, nada natilla, se vino el piedrón del cielo haciéndonos aterrizar pues este equipo, es de, unas de cal otras de arena.
Lo más chévere que tenemos los hinchas de nuestro amado equipo es que sabemos reconocer los ratos malos y los buenos, los actores pésimos y los escenarios desacertados y embellecedores del triunfo y los desgastados contextos en que se mueve el equipo.
Con razón generamos odios, pues nuestra falencia está en reconocernos también como lo que junior nos ha untado, su ambigüedad, a veces los hinchas somos como el equipo, unas de cal otra  de arena.
Somos como el dicho: El que anda con la m… algo se le pega. Sé que suena grosero pero mi intención, que es objetiva, no pretende desgastar la decencia de ser hinchas apasionados de nuestro equipo. Es sólo un recurso popular de tipo lingüístico para designar nuestro vaivén, si se quiere, nuestro retruécano y también, una manera que Junior nos ha heredado.
Es decir, como costeños que somos, bailamos también con nuestra manera cosmogónica.
Pero hablemos del Blue capitalino, el Embajador el equipo más diplomático de Colombia, y eso hay que reconocerlo. Anoche llegó a Quilla para representar en un escenario sagrado como el Metro, su mejor papel, y lo cumplió a cabales ¡nojoda!
Fue luchador, ordenado, no le dio miedo nada y se metió atrás a defender como una madre sus cuatro hijos que había parido en El Campín, en el frío templo de los cachas. Parecía un alacrán azul e hizo tan bien su papel que me hizo recordar a un furibundo escorpión mezclado con un venezolanismo arraigado extraído de los mismos Andes de Mérida pero revuelto con cognición histórica, casi que internacional.
Millos está en la final porque supo adivinar el secreto del Tiburón, ese ungüento que Cheché no supo esconder en el cerebro-pies de nuestros aguerridos Cárdenas, Bacca, Ruíz (el incansable desatinado pero bailador convincente de Pick ups del Barrio Abajo), Cortés, Amaya, Fawcett (el incansable desacertado de tiros al arco contrario, no le sale un disparo bueno desde hace 80 partidos), de julanito y sutanito, en fin…
Y qué bien que nos tocó con un equipo que desea levantarse después de caso 10 años de no llegar a una final, cuando hinchas de Millos me confiesan, que son mis amigos, mis vecinos, gentes de mi ex escuela cuando jugábamos bola e trapo en las calles recién construidas de El Prado o de la Linda, la tiendita del bacán de Soledad que se casó con monteriana e hijos cachacos que vendían el boli más sabroso de Barranquilla y que luego, después de su éxito exportan a Bogotá y aún se vende en el barrio Tabora y en Quirigua cuando los cachas asisten los domingos de paseo al parque La Florida en la Nevera City, como le llamamos a Taboga.
Millonarios tiene hinchada más en la Costa que en la misma Bogotá, y soy capaz de probarlo. Y no son cachacos, ni rolos, si no costeños de la más brava estirpe estética, de las mejores familias (que son todas) y de las provincias ribereñas del Magdalena, de las Sabanas verdes de Sucre y colinas hermosas de Córdoba, Bolívar y hasta en la altiva, petulante y hermosa Guajira de Padilla.
Sí hinchas de Millos, mis felicitaciones porque trabajaron para conseguir un pase digno, jugando futbol con el Junior, un equipo que juega bien regularmente, pero que, anoche en el Metro, Uds. superaron pues funcionaron mucho mejor en esta breve serie.
A nosotros los hinchas del Tiburón maltrecho nos preocupa que anoche, mínimo, debimos haberle ganado, pero el gol en los pies de nuestras saetas de Puerto Colombia, Santa Marta y Quilla y vecindades anexas, no funcionó nada, natilla. Un mínimo triunfo por un 1 a 0 podría haber sido una factura decorosa man, pero nada, natilla. O inclusive llegar a penales, pero no, el equipo hizo lo posible por llegar por todas las geometrías posibles, inclusive y no exagero le constaté -anoche-, en su alineación que aplicó la geometría Euclidiana… se la noté a la delantera de Junior aplicarla en el terreno defensivo de los Azules, pero qué va, nada, natilla, nada funcionó pues Millos estaba erguido como un diplomático presentando sus mejores credenciales pues traía en su bolsa un cuarteto tatuado apocalíptico que como un paquete de pasaportes futboleros mostró con lucha, con fúbol y dio una lección de cómo saberse defender es también un arte que resulta triunfo, una estrategia que bien pudo Junior en la Nevera aplicar, pero como el Chapulín Colorado, nunca sospechó.
Con eso y con, digamos sí, con estilo típico de los BLUS, y con berraquera futbolera, Millos pasó a la final.
Un pinche empate a cero goles demarcó un derrotero preocupante pues el equipo sí funciona en la LIGA pero que, este marcador ayer en Quilla en la serie con los BLUS demostró que puede ser contagioso si no se toman correctivos urgentes en las cancha de La Adelita pero ya, pues Junior, con semejante emblema a cuestas no puede malgastar el símbolo más preciado de nuestra condición identitaria del Caribe futbolístico colombiano.
Sin embargo, como el amor por Junior es tan grande, seguiremos ahí, como la tribuna de Norte del Metro, arengando brillantemente, alegrándonos cada vez que te vemos salir Junior, pues eres unos de los tesoros más grandes de nuestra vida.
Chulespe volverá.
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