JUNIOR 1, CALDAS 2

Sí, Quintabani nos sigue robando. Nos roba nuestras ilusiones e inclusive nuestra historia tradicional pues ver a este Junior es cómo ver una fotocopia que jamás se ha copiado; ¡claro! Junior jamás ha jugado así como lo viene haciendo. Una fotocopia simulando a una burla.

Quintabani es un ladrón de ilusiones.

Ver a este Junior es ver a un remedo de equipo plagado de «estrellados» que sin rumbo decoran una alineación sin sentido y sin brújula debido a su falta de postura futbolística y a su aburrido juego sin sentido y sin estructura futbolística.

Ante el Caldas, independientemente que nos haya ganado estos últimos encuentros incluyendo títulos, Junior jugó a nada; fue triste ver a un Junior atacar sin conocimientos ni alternativas, ver a un Ruíz que nunca tocó la pelota en el primer tiempo, a un Sherman (pobrecito) haciendo las veces de un maguito incansable moviendo su varita mágica que nunca funcionó. Sherman necesita un guía porque por más que tenga talento requiere visión de juego, puntería y saber patear balones… no le salió nada, fue un crazy toy… en manos de un técnico igual de loco y confundido.

Se vio un solitario Bacca moviéndose por una sala de una fiesta buscando pareja para bailar y como si nunca lo hubieran invitado los dueños de casa que tampoco lucían coordinados. Una improvisada fiesta que jamás debió organizarse pues a este Junior le falta categoría, así de sencillo; su historia se está revolviendo en el confín de los relatos falsos: puros textos simulacros mediocres.

Es detestable ver como se muere el hincha (de Junior) por culpa de un hombre que como Quintabani, no sabe ni siquiera transmitir una idea… es muy triste sentir cómo las hinchadas se alejan de los estadios y cómo las instituciones se agobian económicamente por culpa de hombres que como Quintabani no saben hablar ni hacer, ni mucho menos ser ante lo que se supone, jugadores de valía, útiles en otras formaciones y válidos hombres que han construido gestas inigualables en otras escuadras.

¿Cómo es posible intentar armar defensas con un Viáfara -súper improvisado-, y con un Valencia cansado -casi que un héroe- y un manizalita tan bajito ante ellos ganarle de un cabezazo y marcar un gol? Un Páez perdido y sin compañía, solitario como una lechuza maltratada.

Las improvisaciones le están costando dinero, amor, afecto y resultados a un equipo que es de la ciudad pues como patrimonio simbólico construye identidad, conciencia y orgullo, valores que mueven el desarrollo tanto familiar como empresarial de una región. Es el fut asociado a la economía y a la cultura social.

¿Cómo es posible que aceptemos que un Quintabani revuelva una habitación en busca de su hombre salvador y ensaye con chécheres viejos o nuevos mal ubicados y ponga la estufa en la sala y los muebles en los baños?
Es sencillamente un Quintabani desconocido y desconocedor de armas y alineaciones fijas, un técnico que mucho menos sabe manejar la espontaneidad ni sabe usar sus artistas en este fútbol contemporáneo.

¡Qué pobre teatro es Junior!

Así como hay hombres que se van alejando de los blogs con sus participaciones escritas y lectoras, que huyen de las tribunas por la violencia de los propios hinchas o por el fut mal jugado, que huyen de las charlas en los bares y en las esquinas ya que se van agotando los diálogos en la verborrea y los ghettos y los dialectos urbanos van desapareciendo porque no hay encanto constructivo sino desencanto destructivo pues los símbolos de la ciudad no tienen la fuerza de agradable del triunfo… y los pelaos, el futuro sujeto de los eventos y de los escenarios futboleros ya no hablarán de un Junior delicioso, aguerrido que nunca perdía en Barranquilla, que siempre era un peligro en cualquier cancha colombiana, que se sentía orgullo pues constituía una escuadra elegante, complicada y tremendamente futbolística llena de orgullo para una región, y una ciudad igual a ese Junior, alegre y pujante.

Yo me acuerdo de un signo que estuvo de niño en mi mente: Junior era sinónimo de Barranquilla, una ciudad colorida, alegre, movible, metropolitana, fiestera, echá pa´ lante… así como era Junior. Veía una ciudad que se materializaba y se idealizaba a través de un equipo de fútbol.

Ahora estas insignias simbólicas no juegan el mismo papel. Ya Junior en manos de Quintabani y de estos directivos apendejados está demostrando un desamor, un signo de mortandad, orfandad y nunca un desarrollo sostenible…

¡Qué lástima sentir el Metro así!

¿Qué tristeza en los rostros!

Afortunadamente el hincha barranquillero está aprendiendo a protestar y anoche no fue la excepción; a Quintabani  se le gritó y se le dijeron en coro muchas verdades, hasta la tribuna le sugirió en versos que sacara y que entrara a jugadores.

¡Que se fuera!

Qué maravilla escuchar la tribuna como sinónimo de imperatividad.

Sí, Quintabani está muy confundido.

Se le vio anoche como un torpedero de la felicidad barranquillera.

Señores Char piensen qué van a hacer con nuestra insignia. Ya estamos eliminados de los ochos y de la Libertadores de pronto, es muy posible que el Chiapaneco Jaguares ya haya descubierto la fórmula para golearnos en Barranquilla.

Chulespe volverá… sin embargo.