Cuando
salí del estadio sentí un frío muy intenso, muy parecido al que hacía en la
tribuna general donde me encontraba con varios colegas y amigos nariñenses,
presenciando el juego Junior-Pasto, en esta hermosa y limpia ciudad del sur
colombiano. El frío compaginaba con el de mis sentimientos: maltrecho, sinsabor,
despelucado, confundido, triste y sobre todo -como ya lo he dicho siempre-, muy
preocupado y lastimado por este Junior de mis amores, que no luce de visitante
tal cual juega en el Metro.
La
ciudad de Pasto es una ciudad colonial y cortés; su gente es amable y
tranquila, tienen un aire a ser colombianos transnacionales en razón de que se
comportan como si fueran unos auténticos colombianos internacionales: viven en
el borde internacional de una frontera (acusada de conflictiva), son frescos y
pausados, tienen una fonética cuasi peruana, pero me dicen que es más
ecuatoriana, se les nota una gran cultura sobre el paisaje y son
definitivamente hinchas del buen fútbol. Además, consumen una gastronomía sin
igual que consignan identidades, colombianas, ecuatorianas, porteña-marítima y
Andina.
Volverme
hacer la pregunta del por qué Junior juega distinto de visitante con respecto a
su juego de local, es improcedente. Amigos me han dicho que ya para qué… que
inclusive piden la cabeza de Comesaña quien no los sabe dirigir ni acompañar en
las victorias y juegos trascendentales como éste, frente al Pasto; Junior se
está dejando tomar ventaja -me dicen-, y ya son la mitad de puntos que tiene ganados
comparados a la que el Huila ha avanzado en la punta con juego y rendimiento -que
envidiamos porque juega de local y visitante con el mismo lenguaje-, que no
poseen el resto de equipos del rentado colombiano.
Decían
en la tribuna que Bernal acostumbra a que los equipos de visitante que juegan
en Pasto, se sientan dominadores en el inicio para que en el segundo tiempo,
matarlos a punta de velocidad y alto desgaste físico. Y me parece que Bernal ya
sabe su táctica y que Comesaña no leyó juegos pasados del Pasto como local, y
cayó como cual inocente paloma en el gramado de La Libertad de Pasto. Y cayó
ante un juego táctico que Junior creyó ganarlo porque en el primer tiempo Pasto
no hizo nada importante y sin embargo, Hernández fue el más incisivo que puso
su olfato futbolístico por sobre los demás jugadores del campo. Escaramuzas de
Hernández valiosas y latentes de buen fútbol pero una golondrina no hace
verano. En otro momento, Ruíz, pillado en fuera de lugar, ahogó mi alegría de
gol.
Y
junior cayó con la cal y con la arena que nunca apareció. Hidalgo se infiltra
ante tres, no mejor, ante cuatro sí, cuatro defensas que lo dejaron pasar como desfilándole
invitación, y ya en la puerta, en el antejardín, le sacó un disparo a la
lateral izquierda de Berbia, y ahí, se acabó el partido porque Junior no hizo
nada más, me refiero destacable como para empatar.
Bernal
abrió la nevera táctica de enfriamiento y Junior sacó chispazos altaneros que
no le sirvieron, sino para quejarse y salir cabizbajos de una cancha que había
sudado como sus actores.
Mis
amigos me preguntan y me preguntan y conversamos de este Junior de visitante.
No encontramos respuestas lógicas o por lo menos que entendamos qué ocurre en
la mente de Comesaña que cambia cuando juega de visitante, y de este estilo defensivo con cuatro y un enganche «en
el aire» que no hace conexiones coherentes.
Ojo,
el DeporCali viene embalado y se ve como ordenadito.
Chulespe
lamenta que esta vez, Junior no voló tan alto como la nave donde estoy escribiendo
este blog.
Chulespe
volverá.