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Cada cuatro años, el álbum de Panini se convierte en una pasión que atrapa a grandes y chicos. Llenarlo se ha vuelto en una obsesión individualista que no conoce límites.

Para muchos el mundial de fútbol no arrancó cuando Colombia clasificó en aquel angustioso partido contra Chile, ni cuando el sorteo nos deparó que nuestro destino es enfrentarnos a Kagawa, Gervinho, Drogba y Vyntras. Para todos nosotros, el Mundial, nuestro Mundial, arranca cuando sale a la venta o llega a través de El Tiempo, el albúm de Panini.

El álbum Panini del Mundial de Fútbol es el único álbum que la gente llena. Los otros, así sean de la marca italiana -cómo el de la Champions, el fútbol colombiano o Pocahontas- son para un público específico que vive una moda pasajera. Ni siquiera el álbum de la serie de Escobar, ni el de Millos, ni el de Nacional generan el fervor de un álbum que ya es una tradición comparable a las novenas de aguinaldos.

Hace veinte años o más, el álbum de Panini no era «el álbum» sino uno de tantos. Competía a la par del de Fútbol Colombiano, del de Ciclismo 87 y hasta con el de los Simpsons. Laudelino Cubino de Kelme, Álvaro Pino del BCH y Oscar de J. Vargas no sólo eran conocidos por sus gestas ciclísticas sino porque salían sonrientes en los álbumes que llenábamos en esa época. Sin embargo, en la actualidad, las nuevas generaciones confunden a Lucho Herrera con Sergio, ex delantero del América, Caldas y la Selección Colombia.

Sin embargo, Panini no sólo nos impuso comprar su producto sino produjo unos hábitos y unas costumbres que incorporamos como nuestras: Ceska Republika, Hellas, Norge, Sverige, Margyarorszag, Ukrajine, no son palabras extrañas ni desconocidas, los escudos, los estadios y los equipos valen más que las láminas normales, en las calles y en los diarios salen réplicas de los álbumes de los mundiales anteriores y los equipos más débiles deben salir de dos en dos (norma que fue levantada a partir de 2006).

Por ser un álbum que uno espera cada cuatro años, llenarlo se nos vuelve en una obsesión y a veces muestra lo peor de nosotros mismos. Durante el pasado mes de marzo, ni siquiera había salido el álbum al mercado y ya habían muchos que habían comprado 3 o 4 cajas a la espera de pegarlas. Es decir, habían llenado el álbum sin comprarlo.

Realmente considero que comprar una caja para llenar el álbum es cómo levantarse una vieja buena con carro, plata para después hablarle y contarle uno quien es. Es un fascilismo comparable al hacer una tesis recopilando varias citas de autores para luego para rellenar los espacios que quedan con nuestro propio pensamiento.

¿Para que el afán si todos los caminos conducen a Roma? ¿Llenar el álbum en marzo, a tres meses del pitazo inicial nos hace acreedor de un título honorario?. Cómo dice Serrat, cada uno sube las escaleras cómo quiere pero ¿no hay nada más lindo que comenzar un proceso de la nada y luego ver que esa semilla que comenzó con dos o tres sobrecitos termina convirtiéndose en un árbol fuerte y firme?

Pero lo peor de todo, es que muchos llenan el álbum con un individualismo impropio de un deporte colectivo y en el que no se puede triunfar sin la ayuda de los demás (por más que sea Maradona). A la semana de comprarlo, hay que llenarlo. El otro no te ayuda, compite contigo y por eso hay que aplastarlo, llenándolo primero que él. Hay que exhibir ese logro pírrico en redes sociales, para sentirse alguien.

Esas actitudes propias de un mundo en el que si uno no está en la red y no tiene iphone, no existe y en la que si nadie comenta lo que escribo, es frustrante, poco aportan. ¿Porque hay que actuar con los demás cómo hacía Kiko al restregarle los juguetes al Chavo y no hacerlo cómo hacía el mismo Chavo cuando compartía lo que se llevó del cumpleaños de Kiko con Don Ramón?

El furor del intercambio -así haya dinero de por medio-, de la igualad, de la solidaridad que genera el álbum en las oficinas, los colegios y las universidades, no se debe perder. Importa llenarlo, pero también importa ayudar a otros a llenarlo. ¿Qué ganamos mostrando a los cuatro vientos que tenemos todos los álbumes desde el 70 si podemos confundir al ex senador Juan Carlos Martínez con el camerunés Samuel Eto´o a Pirlo con un hippie cualquiera?

Quizá suene demasiado romántico, nostálgico y me cueste aceptar esa libre competencia por llegar o llenar primero. Cada cuál es libre de llenar el álbum como quiera, nadie lo impide. Ya pueden comenzar con el de Rusia. Pero más adelante, cuando lo vuelvan a tocar, se verán reflejados y recordaran como lo hicieron. Igual no importa, porque según Bilardo, lo único que importa es el resultado.

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