Uno de los regalos que vamos a recibir los aficionados para 2014 es un campeonato que mezcla equipos de tradición histórica con muchos nuevos. El descenso del América nos empezó a mostrar que nuestro fútbol va a la «peruanización».

Colombia fue uno de los últimos países en tener un Campeonato de Segunda División. Durante más de 40 años, sólo se jugó el campeonato de Primera división y su popular Torneo de Reservas, en el cuál jugaban los grandes «cracks» que no tenían lugar en el primer equipo. Por otra parte, los nuevos talentos surgían de los Campeonatos Departamentales y de las las Copas Castalia y Colombiana.

En 1991, el Torneo de la B, (Copa Concasa) para llevar el fútbol profesional a regiones cómo Huila, los Llanos Orientales, Boyacá, Nariño y el Magdalena Medio y para que surgieran nuevos talentos. Durante sus primeras ediciones, el torneo de la B refrescó un campeonato Profesional estático , con los mismos equipos y en la que los equipos que quedaban de últimos no eran exigidos con la amenaza del descenso.

Dinastía de Riosucio, el Cóndor, la Academia de Bogotá, el River Plate de Buga, Fiorentina de Florencia y Pumas de Casanare, entre otros, eran animadores de torneos que parecían federalizar nuestro fútbol. Por otra parte, jugadores cómo Iván Ramiro Córdoba, Mario Alberto Yepes-, y más recientemente Wason Rentería, James Rodríguez entro otros, han demostrado que el torneo de la B puede generar talentos que posteriormente brillarían en el fútbol internacional.

Sin embargo, a esos dos éxitos aparentes le empezaron a salir fisuras. Los nuevos talentos, tal vez un poco jóvenes, han tenido que convivir con jugadores de grandes pergaminos que llegan a la B a quemar sus últimos cartuchos. En la B, resurgió Higuita con Rionegro, se retiró Geovannis Cassiani, Edison Domínguez con unos kilos de más trato de llevar adelante a Real Sincelejo y más acá en el tiempo, Héctor Hurtado con toda su experiencia ha querido llevar adelante la causa del América.

De todos los equipos nuevos, nacidos en las regiones, salvo Pasto y un poco Cartagena y Huila han podido consolidar una hinchada permanente, ajena a la tradición de los equipos grandes. Cómo hacerlo si un habitante de Villavicencio tuvo que hacerse hincha de Alianza Llanos, luego de Centauros y ahora de Llaneros y uno de Tunja tuvo que dejar a un lado su camiseta de Lanceros para cambiarla por una de Chicó y luego por otra de Patriotas. Y eso que no hablo del cambio de Bogotá Chicó, a Boyacá Chicó, caso conocido por todos.

Por otro lado, para muchos la B podría ser el escenario para que equipos cómo Envigado e Itagüi, le quiten hinchada a Nacional y Medellín y para que el sueño de un tercer equipo de verdad en Bogotá sea una realidad. La realidad indica que las grandes campañas de Itagüi e Equidad en la última Sudamericana fueron seguidas por un puñado de hinchas que en el fondo querían ver a las figuras internacionales de los otros equipos.

El campeonato de la B aparte de federalizar en algo nuestro fútbol y de permitir el surgimiento de nuevas figuras se ha caracterizado por ser el torneo del pan y la gaseosa, por tener poca repercusión mediática -salvo en las finales- y por tener los estadios vacíos. La B se ha enfrentado con una dura realidad: en Colombia, los equipos tradicionales le sacaron a los nuevos 40 años de ventaja. Quien haya sido hincha de un equipo, muy difícilmente se pase a otro (salvo que se llame Antonio Navarro), por más que sea el de la patria chica.

Mientras pasaban los años, que llegaran equipos chicos al torneo profesional lo hacían interesante ya que los que descendían eran también chicos pero con algo de tradición. Sin embargo, el descenso del América trastocó los cimientos de nuestro fútbol cómo lo hizo el de River en la Argentina. Muchos se empezaron a dar cuenta que nuestro campeonato de Segunda División era un torneo semi-profesional, en la que sobresalían equipos que demostraban que con poco se podía llegar lejos.

No estoy en contra de los equipos chicos que han sido ejemplos de buena gestión administrativa, ni tampoco justificó a los Puente (América), a los Dávila (Unión), a los López (Pereira) y a los Rendón (Real Cartagena) que llevaron a equipos tradicionales a lo más profundos de los infiernos. Pero nuestro torneo que siempre quiso ser el tercero más competitivo del continente, ahora parece un campeonato peruano, en la que equipos sin hinchas cómo Inti Gas, Real Garcilazo y Universidad de San Martín tomaron el lugar de equipos tradicionales y que ya no existen cómo Defensor Lima y Municipal.

En el 2001, la Dimayor para ampliar el campeonato de 16 a 18 equipos se inventó un campeonato fantasma que terminó salvando al descendido Bucaramanga y permitió el ascenso inmerecido del Unión. Para mucha gente fue un despropósito. Ahora, no son pocos -lo insinuó Iván Mejía- que están esperando una medida urgente para evitar que nuestro torneo se llene con «equipos de garaje» que no tienen la culpa de jugar en un torneo que respeta mucho las tradiciones. Sería una alcaldada, cómo si no estuviéramos acostumbrados.

Puedo parecer injusto en algunas apreciaciones pero no son pocos los que dicen que el Torneo de la «A» se parecerá al de la «B» y el de la «B» al de la «A». Pero el fútbol es un negocio para los hinchas. Puede que no jueguen y su rol no sea principal sino secundario, pero sin ellos la pelota no dobla. Porque sin los jugadores y sin los hinchas el fútbol se muere. Y conseguirlos cuesta años y hasta siglos. ¿O no, Envigado?

PD: Desde este espacio les deseo un feliz 2014 y les doy gracias por perder un poco de su tiempo leyéndome para debatir sobre esta pasión que se llame fútbol. Que el fútbol no pare y la pelota no doble.