En el periodismo deportivo colombiano, el esperado recambio generacional se está dando. Aunque los periodistas consagrados siguen manteniendo su audiencia, la verdad ya no es de unos pocos.

A un año de su inauguración, El Canal Win Sports ha aprobado con creces el ser la apuesta más ambiciosa de los últimos años del periodismo deportivo colombiano. Ha terminado siendo una muy buena opción periodística no sólo por dedicar sus 24 horas a la información y al entretenimiento, sino por hacer popular a la liga Arcos de fútbol de salón. Pero considero que su gran aporte ha sido unir dos generaciones de periodistas deportivos que a su manera tratan de darle lo mejor al televidente. Sin embargo, es poco lo que tienen en común y lo que sigue existiendo en el periodismo deportivo es una lucha ideológica entre dos estilos diferentes de ver el fútbol.

La generación de Iván Mejía, Hernán Peláez, Carlos Antonio Vélez y Wbeimar Muñoz lleva 40 años acaparando las transmisiones deportivas en radio y televisión. Si bien muchos de ellos siguen anunciando que su retiro está cerca, no se hacen a un margen porque todavía se creen necesarios, considerando que las nuevas generaciones carecen del profesionalismo y los conocimientos tácticos para llevar a cabo el relevo generacional.

Por su parte, las periodistas de las nuevas generaciones afirman que la gente ya está cansada de los alaridos, de la táctica, del comentario ilustrado con poco contenido y sobre todo de las mismas caras y los mismos rostros. Daniel Samper Ospina afirmaba hace deos años que: «seguimos en manos de los de siempre. La locución deportiva colombiana es un asunto inmóvil, un charco de aguas quietas. Y las generaciones nuevas que han surgido terminan yéndose a canales argentinos, porque acá no les dan campo«.

En Colombia más que un choque de estilos también hay un choque de egos entre periodistas empíricos y las nuevas generaciones que gracias a la globalización e internet, tienen nuevas propuestas para contar lo mismo pero de manera diferente. No ha habido una transición y cada uno trabaja a su manera sin retroalimentarse del otro, a diferencia de Argentina, en la que muchos de los nuevos periodistas estudiaron en la escuela de Fernando Niembro y Marcelo Araujo, teniendo a los periodistas hegemónicos como maestros y antecesores.

Hasta mediados de los años ochenta, fue la radio quien hegemonizó las transmisiones deportivas. La historia del fútbol colombiana fue escrita a través del lenguaje oral. Sin embargo, los periodistas de la vieja guardia usaban el lenguaje oral para todo: prensa televisión, salvo algunas excepciones. Los periodistas de la vieja guardia, se graduaron como periodistas no en la Universidad sino en los campos de juego, son adictos al trabajo, no dicen de que equipos son hinchas, son reporteros de tiempo completo, amantes de la táctica y profesionales que investigan todo el tiempo.

Sin embargo, en los años noventa comenzó a transmitirse fútbol local por televisión y los televidentes podían contrastar con las imágenes las equivocaciones garrafales de los periodistas radiales que narraban de vez en cuando por la televisión. Por otra parte, la globalización permitió que los televidentes no sólo se interesaran por los campeonatos locales y los Mundiales de fútbol sino por las ligas europeas. La creación de los portales de internet cómo Futbolred y programas radiales como Rock and gol empezaron a recoger las demandas de un público más ávido de lo global que de lo local.

La nueva generación de periodistas deportivos -en la cual Antonio Casale es el principal abandaerado- no sólo nació cómo producto de la globalización sino cómo un acto de rebeldía a una generación que admiraban y rechazaban al mismo tiempo. Estos periodistas no son rigurosos estudiosos de la táctica, no tienen miedo de decir de que equipos son hinchas y desdramatizan el juego. Entienden que al oyente no cómo un ser pasivo al que hay que adoctrinar sino como un receptor al que hay que escuchar y del que se pueden retroalimentar.

Sin embargo la «vieja guardia» del periodismo deportivo no deja de subestimar a las nuevas generaciones. Iván Mejía afirma que «los que nos deberían reemplazar no han dado la talla. La radio deportiva sigue en manos de nosotros, tipos de más de 60 años. Hoy cualquiera grita, hace chistes y comenta fútbol como si fueran disc-jockeys«. Por otra parte Hernán Peláez dice que a los muchachos nuevos no les interesa leer y les propone a los directores de los noticieros que algún día quiten la luz de las redacciones «a ver que cuento echan sin el facilismo de internet»

Sin embargo, no todo es negativo. Hasta hace unos 10 años, el espacio editorial de Carlos Antonio Vélez, Palabras Mayores, tenía el mismo efecto que los editoriales de El Tiempo en el siglo XX: tumbaba a los poderosos, armaba la agenda de la sociedad y era verdad absoluta. Ahora su voz crítica ante Pekerman y Osorio es una más ante una diversidad de voces. La gente respeta su posición, pero no acata sus ordenes y escucha otras voces. Quizá porque porque también se puede criticar sin atacar.

No se puede decir que todo es nuevo y lo viejo no sirve y viceversa. En Colombia, pese a la modernidad, Carlos Antonio Vélez y William Vinasco siguen siendo escuchados. El fondo del asunto es que no hay periodismo deportivo viejo ni nuevo sino bueno y malo y el riesgo es que los cultores de cada estilo por defender su propuesta no se esmeren en ofrecer al aficionado al fútbol un periodismo riguroso y de calidad. No pueden creerse los dueños de la verdad y que el fútbol les pertenece.