Con las recientes estrellas de Millonarios y Nacional se volvió a debatir sobre quién es el más grande de nuestro fútbol. ¿Es necesario hacer ese debate con juicios de valor tan subjetivos?
Cuando un equipo argentino ganaba el torneo local, la revista El Gráfico tenía cómo tradición titular el nombre del equipo vencedor con la palabra «campeón». No importaba que fuese el River de Labruna en los setenta, el Ferro de Griguol en los ochenta o el Newell´s de Bielsa en los noventa. Sin embargo, parece que en Colombia los medios de comunicación copiaron esta tendencia porque tanto en diciembre con la estrella 14 de Millonarios o en julio con el título 19 de Nacional, titularon dos veces lo mismo: «se acaba de consagrar el más campeón del fútbol colombiano«.
El sano debate por saber quién es el equipo más grande del fútbol colombiano en el que se pueden discutir diferentes matices termina por lo general en una retahíla de verdades absolutas sin discusión. Argumentos como el «Nacional el Rey de Copas«, «Millos, el más grande del fútbol colombiano«, «América, el único pentacampeón«, «Junior, tu papá«, «Santa Fe, el primer campeón de nuestro fútbol» y el «Cali, el único club deportivo y con Estadio de Colombia» son tan ciertos, cómo poco constructivos. Sólo importa enaltecer lo propio para humillar lo ajeno.
¿Si Nacional es el más grande por ser el más ganador de Copas Internacionales, porque se ufana de haber ganado cuatro copas que ya no existen?, ¿Si Millonarios se ufana por haberle ganado al Real Madrid en 1953, por qué no dice que venció a un equipo que llevaba 20 años sin ser campeón de su liga?, ¿Si América se enaltece de su pentacampeonato porque no dice que es el único equipo en perder tres finales consecutivas de la Libertadores y el primero en irse a la B?, ¿Si Junior es «tu papá» porque salvo sus siete ligas no ha ganado torneos de otro tipo, ni siquiera la Copa Postobon?, ¿Si Santa Fe es «el primer campeón» porque duró 37 años sin ganar un título?, ¿Si el Cali es el más grande por su estadio porque no juega en él?
A veces parece que ser hincha de un equipo es «pasarle el trapo» a los demás con conquistas que no son nuestras, por las que no gambeteamos y que son exclusivamente de los jugadores. El hecho de portar una camiseta, de pagar una entrada no da para asumir como propios títulos en el cuál dependemos de otros para conseguirlos. Por más que la hinchada de Nacional haya alentado al equipo en los aeropuertos de Bogotá y Medellín, si Valdés y Meza hubieran neutralizado a Jefferson Duque, ningún hincha de Nacional no podría haber jodido a nadie con la estrella 12. Por eso en vez de decir que «somos campeones«, debemos decir «salió campeón el equipo del que soy hincha«. Tan crudo pero cierto.
En Colombia y en el mundo entero es común ser hincha del que gane. Por eso Nacional, Millonarios y América multiplicaron durante los últimos 30 años su fanaticada. Sin embargo, la soberbia del ganador a veces produce un rechazo mayoritario. El Real Madrid por ejemplo, tiene más ligas y Copas de Europa que nadie y según una encuesta del diario AS, es el equipo más odiado de toda España. Por el contrario, equipos sufridos cómo Racing, Santa Fe, Tolima, Gimnasia y Atlético de Madrid son del agrado de muchos. Quizá porque la «grandeza» también se mide por otro lado.
Si nos guiamos fríamente por las estadísticas cualquiera de los tres equipos que se adjudican el honorable título «del más grande de Colombia» tiene motivos para hacerlo. Nadie tiene más estrellas que Millonarios (14) y nadie ha hecho más puntos en el fútbol colombiano que el conjunto azul (3839, hasta el 17 de julio de 2013). Por otro lado, nadie tiene más copas internacionales que Nacional (5), y nadie ha ganado más títulos que el equipo antioqueño (19). Por otro lado, nadie ha ganado más campeonatos consecutivos que el América (5) y nadie ha llegado a más semifinales de Copa Libertadores que el cuadro escarlata (10). Otros equipos cómo Junior, Cali, Santa Fe y Once Caldas también tienen en su haber logros que los pueden favorecer enormemente en detrimento de los «tres grandes».
Los hinchas del fútbol no deberíamos perder el tiempo debatiendo quién es el más grande. Basta que para cada uno, el equipo de sus amores sea «el más grande». Un país católico como el nuestro no debe olvidar máximas cómo el «que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido«. El fútbol es de todos y no de los ganadores. Porque es tan legítimo el amor de un hincha borracho de éxitos de Nacional cómo el del Padre Linero que lleva 8 años viendo al Unión en la B. Porque si bien se puede medir la grandeza de algunos equipos por los títulos, todavía no han creado la máquina que mide la «grandeza» de la pasión por los colores. Ese campeonato es más heterogéneo.