En el mundo del fútbol, parcece que no hubiera peor desgracia que irse al descenso. Se convierte en una cicatriz que nunca se borrará con grandes triunfos. ¿Debería ser así?
En estos tres años que llevo viviendo en la Argentina he tenido la fortuna de vivir de cerca procesos históricos de la vida reciente de este país: el bicentenario, el mundial de 2010, la muerte de Néstor Kirchner, la reelección de Cristina, las tragedias de Once y Castelar, las inundaciones en la Plata, el nombramiento de Francisco como Papa entre otros acontecimientos. Sin embargo, nunca sentí tanta conmoción a mi alrededor que cuando River se fue al descenso. Tanto que sólo a la semana siguiente todos supimos que en este territorio se llevaba a cabo una Copa América.
El hecho impensado fue catalogado como el fin del mundo. En Argentina el fútbol vale más que la vida misma. Si no es así se le parece. Buenos Aires arrasada fue la señal de que se avecinaban el fin de los tiempos y muchos dijeron que había sido el día más triste de sus vidas, mucho más que la muerte de sus seres queridos. Paso un año, River volvió a su lugar natural, revolucionó la B Nacional (hizo que los rivales salieran de sus canchas, que volviera el público visitante y que Deportivo Merlo con lo recaudado terminara su estadio), pero el oprobio sigue en la memoria de sus hinchas. Tanto que ni disfrutaron como se merece, estar otra vez, peleando el campeonato campeonato.
Irse a la B en muchos países del mundo no es un hecho sobrenatural. El equipo más ganador de Inglaterra, el Manchester United estuvo dos veces en la B y no para de ganar títulos. En cambio, uno de los tres equipos que no ha bajado en España, el Athletic de Bilbao, lleva 30 años sin ganar la Copa del Rey ni la Liga. En Italia, equipos cómo la Juventus y la Fiorentina y el Torino han tenido que jugar categorías de ascenso, sin merecerlo deportivamente y han vuelto como si no se fueran ido. Al bi-campeón de Italia, Gianluigi Buffon pocos le recuerdan que estuvo en la B y a casi nadie le importa que Falcao le valga 60 millones de euros a un recién ascendido.
El sistema de descensos en la Argentina comenzó en los años 30 y hasta 1981 no había descendido ninguno de los denominados grandes. Cuando bajó San Lorenzo, las autoridades de la AFA para evitar otra catástrofe, se inventaron el sistema de promedios, en el cuál no descendía quien sufriera un accidente deportivo sino el que fuera el peor en tres temporadas. Con ello los grandes estarían a salvo. En Colombia, el ascenso y el descenso es reciente y hasta hace poco era impensado que un grande bajara. Las distancias entre grandes y chicos son enormes y también se implementó el descenso por promedio para que las tragedias no ocurrieran. Fuera de eso, sólo descendía uno de 18. En 2001 se le invento un triangular ‘relámpago’ al Bucaramanga para que no se fuera. Todo estaba preparado para que lo imposible no sucediera jamás.
Sin embargo, en él fútbol no se vive de grandeza y esta hay que refrendarla todos los días. Los malos manejos, las pésimas administraciones y las malas decisiones deportivas tienen castigo, así exista un sistema armado para evitar que eso sucediera. Los descensos de River, de Independiente y de América de Cali se veían venir, pero la soberbia de los «intocables» les impedía ver el tsunami que se asomaba en el horizonte. Uno no puede apagar un incendio con J.J López, Cristian Diáz, Álvaro Aponte, Jorge Bermúdez y Wilson Piedrahita como técnicos, ni con jugadores con más historia que presente que llegaron a dar una mano y terminaron hundiéndolo todo.
En el fútbol exitista de hoy, para muchos estar en la B es peor que estar preso por violación. Boca se ufana de ser el único grande del fútbol argentino sin descender, olvidando su nefasto presente y que alguna vez jugó con camisetas pintadas con marcador negro. Millonarios se burla del rojo de Cali olvidando sus 24 años de penurias, lo mismo lo hace Santa Fe con su sequía de 37 años a cuestas y también Nacional que perdió dos finales en un año, una de ellas tras anotar cinco goles en un partido. Para muchos, en el fútbol sólo importa ganar, vencer y sacarle en cara los éxitos a los demás. Parece que la vida de algunos hinchas sólo tiene sentido cuando eso sucede.
Sin embargo, el descenso no es lo peor, es una tragedia deportiva pero no se acaba la vida de nadie. Las crisis son oportunidades para crecer y ser mejores. Eso lo entendió Independiente, quien descendió en un funeral multitudinario sin HACER EL MENOR ESCÁNDALO, SIN INSULTAR A NADIE, pensando en la mejor manera para volver lo más rápido posible tal cómo lo hicieron la Juventus y River. Superar las desventuras te hace más grande que ganar copas y copas. El hambre y el orgullo tienen que estar por encima de la dejadez, la falta de ambición y la falsa grandeza para «volver a ser». Porque de nombre no se vive, así uno se llame América de Cali, Bucaramanga, Huracán o el Unión Magdalena del padre Alberto Linero.