A diferencia de muchos, la pasión por Atlético Nacional no me fue heredada por mis padres, ni por mi familia (a excepción de un primo). De hecho para el grueso de mi familia, el fútbol es tan intrascendente como innecesario y es por eso que, aún hoy en día, no logran entender las cosas que he hecho para poder estar cerca del verde. Eso sí, mi papá fue el que me llevó a practicar este deporte por primera vez y él, junto a mi mamá, me han ‘alcahueteado’ este estilo de vida que decidí llevar.
Mi historia con Atlético Nacional, en su punto de partida, tiene dos personajes clave: Miguel Calero y mi primo, Juan Sebastián. ‘El show’ fue uno de mis primeros ídolos y de él tengo dos recuerdos preciados: un partido contra DIM en 1998, que Nacional remontó después de ir perdiendo 2-0, y la final de 1999 contra América en Cali; en los dos fue influyente de alguna manera. Mi primo, que lastimosamente no pudo viajar a Medellín para esta noche pese a ser abonado, ayudó a alimentar ese cariño por el verdolaga, pues su casa era el sitio de reunión de cada fin de semana donde veíamos los juegos que transmitían por televisión.
Lo que siguió fue fortalecer ese vínculo a través de aprender las
nóminas pasadas y recientes, de reconocer a cada jugador que hacía parte de la institución, de buscar documentarme y empaparme de la historia de este club: origen, títulos, partidos memorables, ídolos, épocas y momentos importantes. Y lo más importante: no perderme partido alguno sea por radio o por TV. Todo esto sumado al ‘soportar’ esa época terrible de inicio de los 2000 que sirvió para entender sobre fidelidad. Así creció el amor.
Hoy, más de quince años después, a punto de vivir un momento tan importante, rememoro cada momento vivido con Nacional. Recuerdo, por ejemplo, que era 2004 y yo, con 13 años, ahorré durante un mes el dinero que me daban mis padres para ir al colegio, para así poder comprarme la camiseta a rayas verdes y blancas de esa temporada, marcada con el número 20 de Oswaldo Mackenzie, y la boleta para asistir al Estadio Libertad de Pasto, donde vería a mi equipo en vivo por primera vez.
O en 2007, cuando la primera vez que visité Medellín coincidió con la final de la Copa Mustang contra Atlético Huila. Llegué un día antes y mi papá, con esfuerzo, compró las dos entradas (revendidas) para ver a Nacional festejar su estrella número 9 en el Atanasio Girardot.
Y así, gracias a la fortuna de tener una buena memoria, recuerdo cada instante vivido con, por y para Atlético Nacional; desde el principio hasta el final, cuando salí del Estadio Atahualpa de Quito el pasado miércoles después de la primera final ante Independiente del Valle; donde cumplí mi primera experiencia internacional al lado de este club. Y en qué escenario.
Este equipo se ha convertido prácticamente en mi vida, por él he sacrificado amistades, noviazgos, trabajos, dinero. Por él vivo en esta ciudad y escogí los amigos que tengo acá. Por él escogí una carrera y la forma de desarrollarla. Por él he perdido parciales y materias. Por él madrugo dos veces por semana para subir a su entrenamiento. Por él he viajado horas en bus y he gastado plata en tiquetes hacia otras ciudades. Por él he hecho cosas que nunca hice por nada ni por nadie. Por él he sufrido, claro que lo he hecho. Por él soy feliz. Mucho.
Leí mil veces y revisé dos mil más los videos de cómo Nacional ganó la Copa Libertadores de 1989, y siempre soñé con ese momento, siempre me imaginé cómo sería vivirlo pero lamentablemente nunca sentí a un plantel cercano a eso. Ganábamos lo que queríamos en el rentado local pero afuera no transcendíamos más allá de una participación. Y revivir ese 31 de mayo quedaba en eso, en un sueño. Hasta cinco años atrás.
Cinco años atrás donde se inició un proceso con una inversión grande – y en gran parte correcta – en un grupo de jugadores que pasaron por tres cuerpos técnicos: el que los trajo sabiendo del paladar del hincha; el que los trabajó, los potenció, los curtió, les enseñó a ganar y los obsesionó con un torneo internacional; y el que llegó a completar el trabajo, que retomó la filosofía del club, unió piezas claves, fortaleció el grupo y aportó su experiencia mundialista. Santiago, Juan Carlos y Reinaldo son los artífices de todo esto.
Hoy culmina ese proceso, hoy ese sueño está a noventa minutos de convertirse en realidad. Hoy, toda esa generación nacida después de los 80s podría vivir lo que ocurrió ya 27 años atrás. Hoy, cada hincha, como aquel que escribió esta historia, podría sentirse recompensado después de entregarle tanto a este equipo. Hoy es ese día que soñé desde que leí de aquel equipo mítico de Pacho Maturana. Hoy, estoy seguro, hoy es el partido más importante de mi vida.
Este plantel ha dejado todo en la cancha y esta noche no será la excepción. Nuestra misión es dejarlo todo en cualquier parte donde vivamos la final, sea en el estadio, en la casa, en un bar, en la calle, donde sea. La mitad del territorio colombiano deberá hacer fuerza por ese #SueñoContinental.
Que al finalizar el día podamos sentirnos campeones de América, otra vez. ¡Vamos verde!
Próxima fecha:
Atlético Nacional vs. Independiente del Valle
Miércoles 27 de julio de 2016
Estadio Atanasio Girardot, Medellín, Colombia
7:45 p.m (hora colombiana), con transmisión de Fox Sports.
Gracias por leer y vuelvan pronto.
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