No sé si todos los lectores de este blog sean tan jóvenes que están habituados a jugar finales todos los días; tampoco sé si todos los hinchas se acostumbraron a ganar cómodamente todos los partidos que, cuando llega una derrota, maldicen y pierden la fe con un 2-0 en contra jugando una final. Sí, una final.
Con un dolor de alma tremendo, no sé en que momento la nueva generación de hinchas cardenales, perdió la esencia santafereña que llevaba de niño, esa que el papá y el abuelo con tanto esfuerzo les inculcaron y les heredaron.
No voy a disculpar el pésimo partido de Santa Fe en Ibagué. Sería defender lo indefendible. Si lo hiciera, además de exponerles una mentira monumental, estaría generando poca auto crítica y es un error gravísimo cuando las fallas se ocultan, sobre todo cuando son tan evidentes como las del rojo en el Murillo Toro. No tiene presentación que el equipo de Costas solo haya hecho un tiro al arco durante 95 minutos.
Santa Fe es un equipo grande y el próximo miércoles 12 de noviembre le debe mostrar a toda la hinchada que lo de Ibagué fue un terrible accidente y que va ser imposible que se vuelva a repetir. Gustavo Costas le debe mostrar a toda la opinión en general que Santa Fe es un equipo que debe proponer siempre, en cada ciudad donde juegue y que esa encerrona en Ibagué fue tan solo una rafaga de desilusión.
Santa Fe, con ese 2-0 en contra y frente a las adversidades, debe salir el miércoles a ser campeón de la Copa Postobón. ¡Simple!
Pero para lograr este objetivo, es clave que los hinchas recuperemos esa esencia santafereña que nos ha caracterizado desde 1948. No sé si se acuerdan, pero antes del 2009 -última vez que Santa Fe ganó la Copa Postobón- estuvimos más cerca de disputar promociones o de luchar por entrar como octavos a cuadrangulares que de pensar en jugar una final.
Y es que querido amigo, con todo el respeto que merece, si usted está convencido, como he leído en redes sociales, que Santa Fe no va ser campeón este miércoles, usted sobra como hincha, usted no merece representar la historia de lo que es Santa Fe.
Alguna vez mi abuelo, en esas lindas charlas que tenía con él cuando vivía, me contaba anécdotas de mis primeros momentos como hincha de Santa Fe. Casi que con lágrimas en los ojos, me decía que cuando era niño, con el corazón en la mano, nunca dejaba de creer en un Santa Fe pauperrimo que nunca ganó nada, pero que se jactaba de tener unos hinchas fieles que nunca lo desamparaban ni en las más absurdas tormentas. Me nombraba los cánticos que hacía cuando apenas pronunciaba palabras y yo me preguntaba en mi pensamiento por qué en ocasiones deje de tener esa fe que siempre me acompaño de niño.
Es por eso, querido abuelo y queridos hinchas de Santa Fe, que les quiero hacer una promesa: prometo que a partir de hoy y hasta el próximo miércoles, voy a ser un niño de 8 años que va creer en su equipo como nunca, que va balbucear canticos desde que se levanta hasta que se acuesta y que no voy a pensar en más sino en ver al expreso campeón. Durante esta semana no me vengan con la mala racha, la ausencia de gol, los problemas defensivos o la dificultad para remontar el 2-0. Me va importar muy poco. Hemos hecho hazañas increíbles en toda nuestra historia y la del miércoles será una más.
Yo voy a ser un simple niño de 8 años, que de la mano de papá y del abuelo, caminando hacia el estadio, le va rogar a Dios y a la vida que Santa Fe sea campeón de la Copa Postobón. Eso seré y quiero ser siempre. No es más.